Sobre la Hermandad granadina de los Santos Cosme y Damián. Convento de los Mártires
Antonio Padial Bailón
Antecedentes
La hermandad se funda en el convento de los Carmelitas Descalzos de los Mártires o de los Santos Cosme y Damián. El convento ya recibía el nombre de estos mártires, llamados Santos Médicos, cuando los frailes ocuparon una ermita con dicho nombre en el paraje de una de las colinas cercana, y hacia el sur, del conjunto de fortalezas de la Alhambra. En aquella colina estaban situadas las mazmorras que labraron los musulmanes granadinos para prisión de cristianos, que de día los llevaban a trabajar a las obras reales en la Alhambra, según Bermúdez de Pedraza. Por ello, al lugar lo llamaban primitivamente el Arrabal o Corral de los Cautivos.
La hermandad se funda en el convento de los Carmelitas Descalzos de los Mártires o de los Santos Cosme y Damián. El convento ya recibía el nombre de estos mártires, llamados Santos Médicos, cuando los frailes ocuparon una ermita con dicho nombre en el paraje de una de las colinas cercana, y hacia el sur, del conjunto de fortalezas de la Alhambra. En aquella colina estaban situadas las mazmorras que labraron los musulmanes granadinos para prisión de cristianos, que de día los llevaban a trabajar a las obras reales en la Alhambra, según Bermúdez de Pedraza. Por ello, al lugar lo llamaban primitivamente el Arrabal o Corral de los Cautivos.
Dicha ermita, había sido una fundación de los Reyes Católicos, que la erigieron apenas conquistarse la ciudad de Granada y en el lugar donde les entregaron los musulmanes las llaves de los palacios de la Alhambra. La fundación de la ermita se hizo con motivo de que fuese un recuerdo a los cautivos y mártires cristianos, que en el lugar estuvieron cautivos en las mazmorras, como los franciscanos Pedro de Dueñas y Juan de Cetina o los obispos de Jaén, Pedro N. Pascual y Gonzalo de Estúñiga. Desde aquellas mazmorras se sacaron para ser martirizados los dos primeros, en 1393, en las puertas de la mezquita real de la Alhambra (lugar de la iglesia de Santa María de la Alhambra) y los arrastraron desnudos hasta la Calderería, en el lugar donde después se alzaría la ermita de San Gregorio Bético, donde cuenta la tradición que fueron enterrados. El último sufrió el martirio de 1457 y San Pedro Pascual en 1300.
En la ermita de los Santos Mártires Cosme y Damián, hacia 1540, antes de llegar a ella los carmelitas, predicó San Juan de Ávila, el día 26 de septiembre de dicho año, festividad de dichos Santos. Y tal día se convirtió, oyendo la predicación del santo, la hermosa Dª. María de Paz, que se deshizo de joyas y vestidos de lujo, trocándolos por un saco de penitencia amarrado con cuerda (1). Bermúdez de Pedraza dice que por esta circunstancia tomó la ermita el nombre de dichos santos, habiéndose llamado antes de San Pedro Ad Vincula ; pero hay otra versión más histórica que expondremos adelante.
En la ermita de los Santos Mártires Cosme y Damián, hacia 1540, antes de llegar a ella los carmelitas, predicó San Juan de Ávila, el día 26 de septiembre de dicho año, festividad de dichos Santos. Y tal día se convirtió, oyendo la predicación del santo, la hermosa Dª. María de Paz, que se deshizo de joyas y vestidos de lujo, trocándolos por un saco de penitencia amarrado con cuerda (1). Bermúdez de Pedraza dice que por esta circunstancia tomó la ermita el nombre de dichos santos, habiéndose llamado antes de San Pedro Ad Vincula ; pero hay otra versión más histórica que expondremos adelante.
Mazmorras de cautivos del Campo de los Mártires. Al fondo la ermita de San Cosme y Damián |
En dicha ermita, los Reyes Católicos mandaron hacer un retablo con pinturas de los mártires más antiguos de la Iglesia: Cristo Crucificado en el centro; San Pedro encadenado; San Juan Bautista degollado; San Sebastián, San Marcelo, San Esteban y San Hermenegildo; además de los dos frailes franciscanos y San Pedro Pascual de Valencia, concediendo y extendiendo a esta ermita los jubileos papales que consiguieron los Reyes para su capilla Real (2).
Este retablo se quitó con los cuadros de los Mártires, cuando los carmelitas reformaron la capilla para ampliarla y después no volvieron colocar, ni el retablo ni los cuadros, al realizar otro nuevo. Pero sí respetaron e, incluso, su convento tomó el título de los Santos Cosme y Damián (título por entonces de la ermita) un cuadro que había mandado pintar uno de los capellanes de la ermita, que representaba a los Santos Médicos, a los que profesaba gran devoción y que colocó en un retablo de una capilla lateral del presbiterio, así como, fomentó tal capellán la devoción a los Santos entre los cirujanos de Granada.
Dicho cuadro de los Santos Cosme y Damián los representaba curando a un enfermo de una pierna y pienso que se perdiera para ser sustituido por el que Bermúdez de Pedraza refiere, que será el que ilustra el inicio de este artículo y que fue realizado en 1592 por Pedro de Raxis, sobrino de Pablo de Rojas.
Es un interesante cuadro con los Santos Médicos, Cosme y Damián, que se encuentra hoy en el Museo de Bellas Artes de la Alhambra. Representa, como decimos, a los Santos Cirujanos, sustituyendo una pierna a un enfermo por otra de una persona de color, presenciando la escena un fraile carmelita descalzo.
Por tanto, esta pintura se haría estando allí establecidos los carmelitas descalzos, pues éstos ocuparon aquel lugar en 1574, favorecidos por el Conde de Tendilla y Marqués de Mondéjar, alcaide de la Alhambra y serían, seguramente, los que encargarían el cuadro (en él aparece un carmelita). Pero esta pintura de la que trata Bermúdez de Pedraza, no sería la inicial colocada por el capellán, pues como se ha dicho, ésta última se hizo en 1592 por Pedro de Raxis y la pintura primitiva era de tiempo anterior a la llegada a la ermita de los carmelitas, cuando ésta tenía capellanes reales para su custodia y culto.
Este retablo se quitó con los cuadros de los Mártires, cuando los carmelitas reformaron la capilla para ampliarla y después no volvieron colocar, ni el retablo ni los cuadros, al realizar otro nuevo. Pero sí respetaron e, incluso, su convento tomó el título de los Santos Cosme y Damián (título por entonces de la ermita) un cuadro que había mandado pintar uno de los capellanes de la ermita, que representaba a los Santos Médicos, a los que profesaba gran devoción y que colocó en un retablo de una capilla lateral del presbiterio, así como, fomentó tal capellán la devoción a los Santos entre los cirujanos de Granada.
Dicho cuadro de los Santos Cosme y Damián los representaba curando a un enfermo de una pierna y pienso que se perdiera para ser sustituido por el que Bermúdez de Pedraza refiere, que será el que ilustra el inicio de este artículo y que fue realizado en 1592 por Pedro de Raxis, sobrino de Pablo de Rojas.
Es un interesante cuadro con los Santos Médicos, Cosme y Damián, que se encuentra hoy en el Museo de Bellas Artes de la Alhambra. Representa, como decimos, a los Santos Cirujanos, sustituyendo una pierna a un enfermo por otra de una persona de color, presenciando la escena un fraile carmelita descalzo.
Por tanto, esta pintura se haría estando allí establecidos los carmelitas descalzos, pues éstos ocuparon aquel lugar en 1574, favorecidos por el Conde de Tendilla y Marqués de Mondéjar, alcaide de la Alhambra y serían, seguramente, los que encargarían el cuadro (en él aparece un carmelita). Pero esta pintura de la que trata Bermúdez de Pedraza, no sería la inicial colocada por el capellán, pues como se ha dicho, ésta última se hizo en 1592 por Pedro de Raxis y la pintura primitiva era de tiempo anterior a la llegada a la ermita de los carmelitas, cuando ésta tenía capellanes reales para su custodia y culto.
Entre los beneficios que obtuvo este convento, fue la declaración de Patronato Real, concedido por Felipe II en 1598 (en 1595 dice La Chica Benavides), quizás a instancias del Marqués de Mondéjar, Luis Hurtado de Mendoza, librándose los frailes del oneroso acuerdo con los capellanes reales, que les cedieron la ermita a cambio de que no hubiera en el convento más de diez religiosos y lo que labrasen en la gran huerta y aumentos o mejoras que se hicieren serían para la Capilla Real.
En 1575, año segundo de estar en la ermita los carmelitas, un lego, cavando la tierra para hacer los cimientos de un aposento del nuevo convento, encontró una caja con un cadáver en su interior con los brazos cruzados, una cruz de estaño sobre el pecho y la imagen de una Virgen de alabastro a su lado, más un crucificado de barro roto. El cadáver resultó ser el del obispo de Jaén martirizado por los moros, San Pedro Pascual, al que antes nos hemos referido, y la Virgen de alabastro se la denominó desde entonces como Ntra. Sra. del Sepulcro, que alcanzó gran devoción en el convento, creándose una hermandad con su título. La cabeza del obispo la conservó en su sala el arzobispo de Granada de entonces, D. Pedro Guerrero (3).
Después, los carmelitas irían ampliado y construyendo su convento en los terrenos laterales y traseros de la ermita, desapareciendo ésta, sobre la que se construyó la Sala de Profundis, en la que se conservaba una pintura de los Reyes Católicos recibiendo las llaves de las fortalezas. Esta entrega de llaves de los Palacios Nazaritas, fue el día 2 de enero de 1492, pues la entrega de la ciudad en la Ribera del Genil se hizo, en realidad, el día 30 de diciembre de 1491, día entonces de los Reyes Magos. Los Carmelitas construyeron nueva iglesia a la que se accedía por unas gradas, lo que indica que se construiría en los actuales jardines altos.
Fundación
Por lo que hemos expuesto, la devoción al primitivo cuadro de los Santos Médicos, era anterior a 1573-74, en que tomaron posesión de la ermita los Carmelitas Descalzos, que ya tenía el título de los Santos Cosme y Damián cuando ellos fundaron allí su convento, título que conservaron para el mismo, quizás como una condición que impusiera el arzobispo para la cesión de la ermita.
Perece, por tanto, que la devoción a estos santos, también mártires de la dominación del emperador Diocleciano, que había impulsado el capellán de referencia entre los cirujanos granadinos, y también, muy probablemente ,su hermandad fuera anterior a la llegada de los frailes descalzos del Carmelo.
" (...) ayudando a ello la devoción de un Capellán Real, que fomentó la de algunos proffesores de Cirujía, para que hiciessen cada año una Fiesta a los Santos Cosme y Damián, con lo que se vino a atribuir por el vulgo el título de la hermita de estos Santos Mártyres. Aunque los RR. Carmelitas enterados de la verdad, luego que se eximieron de la Jurisdicción del Cabildo de la Capilla Real, para eterna memoria de lo cierto y para acreditar la verdad pusieron una Lápida, que lo atestigua en la Capilla Mayor de su Iglesia".
Como resumen diremos, que aquel Campo de los Mártires los Reyes Católicos erigieron una ermita en honor a los mártires inmolados por los musulmanes granadinos, que tomó después el título de los mártires Cosme y Damián; y esto fue por devoción de uno de los capellanes reales a dichos Santos Cirujanos, título que conservaron los carmelitas descalzos, también para su convento.
Siendo muy probable, que ya en aquellas fechas, entre estos médicos, sangradores y los barberos, que entonces realizaban ciertas prácticas de auxiliares de la medicina, se creara una hermandad, que parece anterior a la llegada a la ermita de los carmelitas descalzos.
No sabemos el año de fundación de la misma, siendo muy probable que se erigiera en una fecha cercana a la mitad del siglo XVI ,y pudiera ser, que impulsada por el capellán real devoto de estos santos. Después, sabemos que la hermandad hizo una reforma sus constituciones en 1769, de la que trataremos.
Esta hermandad de los cirujanos y barberos parece que tuvo una vida floreciente hasta finales del siglo XVII, como lo atestigua Juan Velázquez de Echevarría: lo floreciente de esta Hermandad estaba en los fines del siglo passado, y lo grande de sus funciones, que en obsequio de los Santos hacía (...)".
Los días de las vísperas y fiesta de los Santos Cosme y Damián, acudían al Campo de los Mártires un gran concurso de gentes, que se recreaban de lo hermoso y ameno del sitio. Sería una verdadera romería, porque allí acudían las familias para pasar el día y se instalaban puestos de frutas de la temporada (era septiembre), romería que aún perduraba en el último tercio del siglo XVIII y, seguramente, algún tiempo después.
La hermandad mandaría realizar unas imágenes de bulto de los santos para procesionarlas (no creemos que lo que se procesionara fuera el cuadro) todos los años el día de su fiesta, 26 de septiembre, y que para dicha procesión la hermandad venía pidiendo licencia a la parroquia de San Cecilio, a cuya demarcación pertenecía el Convento de los Mártires.
Las procesiones que se realizaban fuera de los límites de los recintos de los conventos, provocaban la exigencia de asistencia de la cruz parroquia y la exacción de derechos parroquiales por ello. Pero el Convento de los Mártires había conseguido del cabildo de la ciudad por una petición de su prior, Fray Juan de Santa María, de 25 de septiembre de 1699 (día anterior a los Santos Cosme y Damián), que las procesiones de las hermandades del convento pudieran salir fuera de él sin asistencia parroquial.
"que el dicho su Conbento celebre fiesta todos los años el día de Santa Teresa y asimismo a otros santos, sacándolos en procesión y a Nuestro Señor Sacramentado fuera de la dicha Yglesia, baxando por la Alameda que es propia de dicho convento (Campo de los Màrtires) y dando la vuelta por el sitio de las mazmorras, por la cuncurrencia de mucha gente (...), y no ser lícito el que puedan entrar mujeres en los claustros conforme a sus reglas (...), pidiendo licencia para que se le señalase sitio por donde puedan andar dichas procesiones, hasta la 5ª cruz, como se baja de dicha iglesia del dicho convento, unas piedras o marmolillos para señalar dicho sitio".
La excusa para solicitar la licencia sin asistencia de la parroquia era que se sacarían las procesiones fuera del convento, pero por el recinto de la alameda (Campo de los Mártires), propia del convento, por la mucha gente que asistía a dichas procesiones, de modo que no cabían por los claustros y que, además, las mujeres no podían entrar el ellos por ser clausura.
Para ello, se demarcaba como límite la 5ª cruz de la vía sacra de los Mártires, donde daban la vuelta para regresar al convento carmelita; además, se exigió que los carmelitas no cobraran a la gente por la entrada a las mazmorras de dicho Campo.
Es decir, estas procesiones no bajaban a la ciudad. Por ello, la Hermandad de Jesús Nazareno, Cruz de Jerusalén y Santa Elena, que era de los Caballeros de esta ciudad, dejó en 1699 de realizar su estación de penitencia a la catedral, para quedarse a desarrollarla por el Campo de los Mártires a lo largo de aquella vía sacra hasta la 5ª cruz, donde se pusieron 4 marmolillos para demarcarlo.
No obstante, esta concesión para salir la hermandad de Santos Cosme y Damián fuera del convento, por el Campo de los Mártires, se vulneró en 1766. Ese año, los beneficiados de la parroquia de San Cecilio exigieron sus derechos parroquiales, aún en el caso de que las procesiones non traspasaran los límites de las cruces de la Vía Sacra.
El día 27 de septiembre de 1766, fecha del cabildo de elecciones, que se celebró en la Sala Capitular del convento, se eligen mayordomos a Francisco de Corpas, Cristóbal Garnica y Nicolás Ruiz, que siguieron un pleito de sus anteriores con los beneficiados de San Cecilio. Éstos se habían negado a dar licencia a la procesión de 1766, si no se cobraba la asistencia de la parroquia con su cruz parroquial. La hermandad optó ese año por no salir del claustro del convento, pero entabló un pleito por ello con la parroquia (5).
No obstante, la autorización del cabildo de la ciudad para poder sacar las procesiones del convento hasta la 5ª cruz de la vía sacra, sin pagar derechos a la parroquia de San Cecilio, la Venerable Hermandad de los Santos Cosme y Damián, en los años anteriores los venía abonando (también se había negado en 1764 y 1765, pero al final los pagó y la parroquia les dio permiso).
Uno de los mayordomo, Cristóbal Garnica, alegaba, que aunque se habían pagado los derechos de la procesión desde que él recordaba (hacía más de veinte años), sin embargo, la parroquia los había cobrado y no había asistido. Ponían como testimonio a la Hermandad de Jesús Nazareno, de los caballeros de la ciudad, que realizaba su procesión en esta época el Domingo de Ramos, que había salido todos los años ( también, el día de Santa Teresa y el de la Candelaria) sin pagar los derechos parroquiales, al no traspasar el límite de la referida 5ª cruz y no se le habían puesto reparos.
Los beneficiados de San Cecilio alegaron que lo que pretendía la hermandad de los Santos Cosme y Damián era traspasar los límites de la 5ª cruz de la vía sacra y parece ser que se autorizaron las procesiones sin pasar de dicha cruz.
Nuevas Constituciones de 1769
Dos años después de estos sucesos, en 1769, la Venerable Hermandad decide redactar nuevos estatutos de acuerdo con la comunidad de carmelitas descalzos, que son aprobados el 19 de diciembre de ese año por el Provisor de la diócesis, D. Antonio de Vera, en tiempo del arzobispo D. Pedro Antonio Barroeta y Ángel. Curiosamente, los mayordomos declaran que no se habían aportado los antiguas constituciones "por no aberlas encontrado ni saber si las a avido". No era inusual que las hermandades funcionaran sin constituciones durante bastante tiempo. Cada vez esta actuación por parte de las hermandades se hacía más difícil por las normas de la Ilustración, que obligaban, incluso, a ser revisadas por el Real Consejo de Castilla, bajo pena de disolución de la hermandad.
Estas nuevas constituciones de la Hermandad de San Cosme y San Damián comienzan con una invocación a la Virgen del Carmen y con unas curiosas décimas:
Ya cesó la tempestad,
oh Mártires soberanos,
Otra décima la dedican a los tres hermanos, que consiguieron hacer las constituciones, que, probablemente, eran comisarios encargados de poner paz en la hermandad entre los tres grupos de hermanos: cirujanos, sangradores y barberos. No sólo feuron los encargados de redactar las nuevas reglas, sino también, de hacerse cargo del culto a los Santos. Estos comisarios eran: Nicolás Ruiz, Sebastián de Bustos y Pedro Sánchez, todos maestros de la facultad de barberos.
De tres héroes tan constantes
Otra décima ensalzando a los cuatro mayordomos elegidos, dos por los sangradores y otros dos por los barberos; curiosamente no se eligen por el grupo de los cirujanos; de la que se deduce, que habían estado enfrentados en temas de preferencias y en lo que parece discusiones por cuestiones de antigüedad:
Jamás heroica elección
También otra décima, que no transcribo, dando gracias al prior de los carmelitas Fray Francisco de San Antonio y a la comunidad, por su intervención en pacificarla.
Los cuatro mayordomos elegidos en 1769 y que figuran en el preámbulo de las constituciones eran: Sebastián Joseph Puzol y Nicolás Garnica, sangradores, y Sebastián de Bustos y Bernabé Romero, que eran maestros de barberos. Sin embargo en el capítulo, se dice que los mayordomos serán tres: uno por los sangradores o cirujanos y otros dos por los barberos, lo que por consecuencia da que éstos tenían en este tiempo más preponderancia de número en la hermandad. Sin embargo se obligaban a dar lugar de preferencia al mayordomo cirujano o sangrador en los principales actos de la hermandad, como la procesión, elecciones y juntas.
Había también un fiscal, que había de ser sangrador, que cuide de que tengan título los barberos; y también, un maestro de ceremonias del grupo de los sangradores, para que la hermandad se forme en los cabildos, funciones, aprisco y procesión y cada cual ocupe su sitio según su antigüedad, como se venía practicando en la hermandad desde tiempo antiguo.
Como secretario se nombraría un escribano público o eclesiástico, pagándole sus derechos, como persona independiente de los tres grupos profesionales que formaban la hermandad.
Los mayordomos presiden los cabildos, que se celebraban en presencia del prior carmelita, y los cabildos de elecciones se harían en los días siguientes al de la fiesta de los Santos Médicos, sin que pase de su Octava. El elegido como mayordomo por los sangradores o cirujanos tenía que presentar un memorial con su título y demostrar que tenía tienda abierta; ser limpio de raza de moro o judío o penitenciado o converso, ni que haya tenido otro oficio degradante.
La hermandad, que por lo visto estaba en este tiempo escasa de cirujanos en sus filas, le daba preferencia al hermano sangrador o barbero que sacara el título de cirujano, o, incluso, tenía lugar de preferencia en los actos de la hermandad, y también, si algún cirujano de la ciudad o forastero pidiese ser hermano, que se le reciba y será preferido.
Cada hermano debería de hacer una demanda de limosnas en los meses del verano y, en su defecto, habían de dar doce reales de vellón, salvo excusa de enfermedad o pobreza.
También, como en la mayor parte de las hermandades, ésta era, asimismo, de entierros y sufragios, teniendo derecho las esposas de los hermanos a un entierro igual que el de sus maridos, con la asistencia del estandarte de la hermandad y doce hermanos con cirios. Se les decía doce misas en la capilla de los Santos Cosme y Damián por los religiosos carmelitas, aunque las celebradas por el alma de las esposas habían de pagar dos reales por cada misa celebrada.
Tampoco la hermandad podía abandonar el convento de los Santos Mártires, sus patronos, ni fusionarse con otra cofradía y los frailes carmelitas descalzos debían de guardar y respetar las mercedes y privilegios con los que fue fundada la primitiva hermandad de los gloriosos titulares. La capilla e imágenes seguían siendo propiedad de la comunidad carmelita y nada se podía mudar o variar sin su licencia.
La hermandad poseía un cajón o arca, que estaba frente a la puerta de la sacristía, en el que se guardaban los cirios, las alhajas, con tres llaves que guardaban los mayordomos; los libros y papeles de la hermandad se situaban en un cajón secreto, cuya llave guardaba el secretario.
Los hermanos que se admitían debían de guardar las reglas y jurar defender el Misterio de la Pura y Limpia Concepción de María y todo se sentaba en en libro nuevo de hermanos, en el que se anotaban estas circunstancias y se guardaba la rigurosa antigüedad de cada uno y se señalaba si procedían del libro antiguo o no. También se guardaba en secreto las razones de darse de baja o expulsión de los hermanos.
La Función y Procesión
Era misión primordial celebrar la función a los Santos Cosme y Damián con toda solemnidad, con una misa cantada con diácono y subdiácono, con el más abundante empleo de cera y con música, si era posible. Por la tarde, se haría la procesión con las efigies de los Santos Médicos, a la que asistiría la comunidad de Carmelitas Descalzos. Se tocarían las campanas y se iluminarían por los novicios el templo, pagando estos servicios.
En la función de la mañana del 26 de septiembre, día de los Santos titulares, se formaba el aprisco en la iglesia y los mayordomos y sus invitados se sentaban en el lugar indicado por el Maestro de Ceremonias, así como el resto de los hermanos, cuidando que ninguno se siente si no fuere con golilla o de militar, presidiendo el prior del convento.
En la procesión de la tarde, irá el estandarte de la cofradía, portado por el mayordomo más moderno, junto con dos religiosos del convento que nombrase el prior. También se llevaban las andas con el Santísimo Sacramento, junto a las que irán el prior en su lado derecho y el Superior en el izquierdo, y delante, los otros dos mayordomos; y si no se llevara el Santísimo, irán junto a las últimas andas que cierren la procesión. Por ello se deduce, que puede que se procesionaran varias imágenes o que cada uno de los Santos Cosme y Damián procesionarían en sus andas independientes.
Delante del Santísimo o de las andas del último Santo iban los frailes, que asistían interpolados con los hermanos y otros prelados asistentes. Todo ello se determinaba en una escritura otorgada entre el Real Convento y la hermandad, ante el escribano público, Nicolás Camacho, en el año de 1761.
Los hermanos iban con golilla o de militar, colocados por el Maestro de Ceremonias según su grado y antigüedad, y si iban con capa no podían se interpolados con los frailes.
Unos años después, en 1778, la hermandad decide hacer una modificación de sus constituciones en el aspecto económico, en lo tocante a los entierros y sufragios. El cabildo de 24 de noviembre de ese año acordó modificar las constituciones para allegar más recursos a la hermandad, que debía de estar atravesando una difícil situación económica por el escaso montante dinerario que proporcionaban las cuotas; seguramente, por los escasos hermanos y el aumento en los gastos de los entierros y sufragios. Tal vez, la hermandad estaba en esta época envejecida en cuanto a sus componentes, porque entraban en ella pocos hermanos nuevos.
Suben las aportaciones de los hermanos a medio real (después se rebajaría a un cuarto), a pagar cada semana el sábado en la llamada sabatina, pero no en el caso de hermanos de extrema pobreza, que no estaban obligados a ello. También, la viuda de un hermano que se casare otra vez con persona que no sea del gremio, perdería los derechos.
La hermandad proporcionaría una caja de pino propia para el entierro, forrada con color del hábito de San Francisco y se le amortajará con dicho hábito, conduciéndose el cadáver con el estandarte, ministros, 12 hachas y se le dirán 30 misas, tres de ellas, curiosamente, en el monasterio de San Jerónimo, por ser ésta de luz y contar con altar de privilegio de ánimas. Asimismo, se llevarían a los Niños de la Doctrina y se le pondría cera y colgaduras en la habitación donde estuviere el cadáver.
Este proyecto de adición a las constituciones fue muy debatida y rechazada por algunos de los hermanos, causando desestabilidad en la hermandad. Por dicha causa, pasó más de año y medio sin poderse consensuar, ni aprobar esta reforma. Finalmente, el 21 de agosto de 1780, se redactan nuevas constituciones, más cortas que las anteriores de 1769, con sólo 15 capítulos y con la mediación, en caso de conflicto o interpretación de la norma, del prior del convento, Fray Josef Antonio de los Dolores y de los que le sucediesen. Era una condición impuesta por el Provisor de la diócesis.
Entre las novedades de esta nueva regla estaban: la supresión de diferencias entre los hermanos por su pertenencia a uno de los tres grupos profesionales que componían la hermandad; los tres mayordomos que se habían de elegir, lo serían los tres que mayor número de votos reunieran, sin tener en cuenta su profesión, y los tres, junto con el prior, presidirían los cabildos sin preferencia alguna. Se formó una junta directiva con ellos: el contador, tesorero y doce vocales, con cargos de carácter anual. Ordena de forma parecida la función y procesión del día de los Santos Titulares por los lugares de costumbre.
Desaparece el Maestro de Ceremonias y se imponía la cortesía en los debates de los cabildos, esperando los hermanos a que se le concediera la palabra, en cuyo uso no se podía ofender a ningún hermano, bajo pena de expulsión de la hermandad.
La decisión del prior de la comunidad carmelita sería cumplida en caso de dudas en la interpretación de las normas, confiriéndole a éste unas facultades de intervención en las decisiones considerable, de forma que la hermandad quedaba bastante sometida a su arbitraje.
La necesidad de aumentar el número de hermanos hace que estas constituciones acepten hermanas y otros grupos afines a los tres anteriores, como el de los boticarios y médicos, que se unirán a los tres anteriores de cirujanos, sangradores y barberos, "por ser todo una misma cosa". Se crea el cargo de partidario o persona encargada de recorrer los lugares o partidos para recoger limosnas y aportaciones de los hermanos.
También el hábito de mortaja se varía para adoptar el de los Carmelitas Descalzos, y si no lo hubiere, sería el de San Francisco, muestra más de la influencia de la Orden en estas constituciones; y de las 30 misas al difunto, tres de ellas serán en altar de privilegio, sin indicar que fuesen dichas en el de la iglesia de San Jerónimo, como anteriormente.
Otra muestra más de la intervención de la comunidad carmelita en la hermandad lo determina el último capítulo, por el que no se podrá variar ningún aspecto de las constituciones sin acuerdo de dicha comunidad. Finalmente, las nuevas constituciones de agosto de 1780 serán aprobadas por el Provisor, D. Antonio de la Plaza, en tiempo del arzobispo, D. Antonio Jorge y Galván (6).
La última noticia que tenemos de la hermandad de los Santos Cosme y Damián data de los años de 1805 y 1809. En el primero de ellos, la hermandad había reelegido como uno de sus comisarios de ese año a Martín Antonio Terrones, cirujano y sangrador, que habitaba en la parroquia de Santiago, pero éste rechazó la reelección, alegando tener que atender a sus muchas ocupaciones profesionales y que desde 1802, había sido comisario, fiscal, Padre de Almas, tesorero..etc., habiendo desempeñado estos cargos de forma eficiente.
Ante esta negativa, la hermandad decide expulsarlo de ella, después de pertenecer más de 20 años a la misma, pero el expulsado recurre ante el Provisor, presentando diversos compañeros testigos, dando como resultado que el Provisor dicta auto exonerándole de la obligación de ser comisario.
En 1809, se vuelven a repetir los hechos, volviendo la hermandad a elegir comisario de ese año a Antonio Terrones y aunque acepta sin desearlo, lo hace para evitar la descomposición de la hermandad. Sin embargo, a los cinco meses desiste de ocupar el cargo y se le acusa por los otros comisarios de comportamiento discriminatorio, en contra de la fe cristiana, por no admitir ni querer concurrir con el hermano tesorero, Manuel de Flores, por no tener el título de cirujano o sangrador.
En esta ocasión el auto del Provisor de 27 de abril de 1809 obliga a M. Antonio Terrones a mantenerse en el cargo de comisario, pues la escasez de hermanos con el título requerido obligaba a no cumplir estrictamente las constituciones en este aspecto y a que mantuviera en el cargo de tesorero a Flores, por el mismo motivo, bajo pena de ser expulsado de la hermandad (7).
La hermandad, que por escasez de hermanos preparados para las funciones directivas, se veía obligada a admitir a personas fuera de los gremios tradicionales de la misma, consideraba un favor que Flores hubiera aceptado ser tesorero y detestaba que Terrones no aceptara tal necesidad.
El hecho de que el tal Terrones fuese reiteradamente comisario de la hermandad, además de ocupar otros cargos, unido a tener que admitir a personas, como Manuel Flores, que no pertenecía a las profesiones del gremio, puede darnos la impresión de que aquélla atravesaba tiempos de fuerte decadencia a principios del siglo XIX. La cofradías de carácter gremial estaban desapareciendo en los tiempos ilustrados y desaparecerían más tarde prohibidas por la normativa estatal.
La exclaustración y supresión de los conventos masculinos, desamortizados en 1835, sería el fin de la hermandad, si es que no desapareció entre la Guerra de la Independencia y dicha desamortización. Eran tiempos difíciles para las hermandades en unos años de feroz anticlericalismo y de un racionalismo exacerbado.
¿Pasaron las imágenes de San Cosme y San Damián al Convento de Belén?
San Cosme San Damián
Parece que la hermandad pudo trasladarse, o al menos sus imágenes, a los Mercedarios Descalzos de Ntra. Sra. de Belén, convento cercano al de los Mártires en la misma jurisdicción de la parroquia de San Cecilio. Un inventario de la exclaustración de 9 de septiembre de 1837 así lo confirma, al describir en dicho convento de Belén un altar de los Santos Cosme y Damián, con un Niño Jesús cuya diadema se inventarió.
Deben de ser las imágenes de los Santos Cosme y Damián del convento de los Mártires las que aparecen en el de Belén. Es extraño que pudieran existir paralelamente estas imágenes en ambos conventos, pues en el de Ntra. Sra. de Belén no existen noticias históricas de la existencia de tal devoción. Pero también, cabe la posibilidad que el párroco de San Cecilio, en cuya iglesia se depositaron, hacia 1835, muchas imágenes del convento suprimido de los Mártires, repartiera algunas de ellas entre otros templos de la parroquia y se depositaran en el de Belén.
Después del cierre de conventos, muchas imágenes fueron llevadas al museo que se constituyó en la iglesia de los dominicos y, más tarde, se donaron a parroquias de la provincia y a particulares. El caso es que no se sabe el paradero actual de estas dos imágenes de los Santos Médicos, titulares de esta histórica hermandad de los cirujanos, sangradores y barberos de Granada.
----------------------En 1575, año segundo de estar en la ermita los carmelitas, un lego, cavando la tierra para hacer los cimientos de un aposento del nuevo convento, encontró una caja con un cadáver en su interior con los brazos cruzados, una cruz de estaño sobre el pecho y la imagen de una Virgen de alabastro a su lado, más un crucificado de barro roto. El cadáver resultó ser el del obispo de Jaén martirizado por los moros, San Pedro Pascual, al que antes nos hemos referido, y la Virgen de alabastro se la denominó desde entonces como Ntra. Sra. del Sepulcro, que alcanzó gran devoción en el convento, creándose una hermandad con su título. La cabeza del obispo la conservó en su sala el arzobispo de Granada de entonces, D. Pedro Guerrero (3).
Después, los carmelitas irían ampliado y construyendo su convento en los terrenos laterales y traseros de la ermita, desapareciendo ésta, sobre la que se construyó la Sala de Profundis, en la que se conservaba una pintura de los Reyes Católicos recibiendo las llaves de las fortalezas. Esta entrega de llaves de los Palacios Nazaritas, fue el día 2 de enero de 1492, pues la entrega de la ciudad en la Ribera del Genil se hizo, en realidad, el día 30 de diciembre de 1491, día entonces de los Reyes Magos. Los Carmelitas construyeron nueva iglesia a la que se accedía por unas gradas, lo que indica que se construiría en los actuales jardines altos.
Iglesia y convento de los Mártires |
Fundación
Por lo que hemos expuesto, la devoción al primitivo cuadro de los Santos Médicos, era anterior a 1573-74, en que tomaron posesión de la ermita los Carmelitas Descalzos, que ya tenía el título de los Santos Cosme y Damián cuando ellos fundaron allí su convento, título que conservaron para el mismo, quizás como una condición que impusiera el arzobispo para la cesión de la ermita.
Perece, por tanto, que la devoción a estos santos, también mártires de la dominación del emperador Diocleciano, que había impulsado el capellán de referencia entre los cirujanos granadinos, y también, muy probablemente ,su hermandad fuera anterior a la llegada de los frailes descalzos del Carmelo.
" (...) ayudando a ello la devoción de un Capellán Real, que fomentó la de algunos proffesores de Cirujía, para que hiciessen cada año una Fiesta a los Santos Cosme y Damián, con lo que se vino a atribuir por el vulgo el título de la hermita de estos Santos Mártyres. Aunque los RR. Carmelitas enterados de la verdad, luego que se eximieron de la Jurisdicción del Cabildo de la Capilla Real, para eterna memoria de lo cierto y para acreditar la verdad pusieron una Lápida, que lo atestigua en la Capilla Mayor de su Iglesia".
Como resumen diremos, que aquel Campo de los Mártires los Reyes Católicos erigieron una ermita en honor a los mártires inmolados por los musulmanes granadinos, que tomó después el título de los mártires Cosme y Damián; y esto fue por devoción de uno de los capellanes reales a dichos Santos Cirujanos, título que conservaron los carmelitas descalzos, también para su convento.
Siendo muy probable, que ya en aquellas fechas, entre estos médicos, sangradores y los barberos, que entonces realizaban ciertas prácticas de auxiliares de la medicina, se creara una hermandad, que parece anterior a la llegada a la ermita de los carmelitas descalzos.
Los Santos Médicos Cosme y Damián. Patrones de la localidad granadina de Cortes de Baza |
No sabemos el año de fundación de la misma, siendo muy probable que se erigiera en una fecha cercana a la mitad del siglo XVI ,y pudiera ser, que impulsada por el capellán real devoto de estos santos. Después, sabemos que la hermandad hizo una reforma sus constituciones en 1769, de la que trataremos.
Esta hermandad de los cirujanos y barberos parece que tuvo una vida floreciente hasta finales del siglo XVII, como lo atestigua Juan Velázquez de Echevarría: lo floreciente de esta Hermandad estaba en los fines del siglo passado, y lo grande de sus funciones, que en obsequio de los Santos hacía (...)".
Los días de las vísperas y fiesta de los Santos Cosme y Damián, acudían al Campo de los Mártires un gran concurso de gentes, que se recreaban de lo hermoso y ameno del sitio. Sería una verdadera romería, porque allí acudían las familias para pasar el día y se instalaban puestos de frutas de la temporada (era septiembre), romería que aún perduraba en el último tercio del siglo XVIII y, seguramente, algún tiempo después.
La hermandad mandaría realizar unas imágenes de bulto de los santos para procesionarlas (no creemos que lo que se procesionara fuera el cuadro) todos los años el día de su fiesta, 26 de septiembre, y que para dicha procesión la hermandad venía pidiendo licencia a la parroquia de San Cecilio, a cuya demarcación pertenecía el Convento de los Mártires.
Las procesiones que se realizaban fuera de los límites de los recintos de los conventos, provocaban la exigencia de asistencia de la cruz parroquia y la exacción de derechos parroquiales por ello. Pero el Convento de los Mártires había conseguido del cabildo de la ciudad por una petición de su prior, Fray Juan de Santa María, de 25 de septiembre de 1699 (día anterior a los Santos Cosme y Damián), que las procesiones de las hermandades del convento pudieran salir fuera de él sin asistencia parroquial.
"que el dicho su Conbento celebre fiesta todos los años el día de Santa Teresa y asimismo a otros santos, sacándolos en procesión y a Nuestro Señor Sacramentado fuera de la dicha Yglesia, baxando por la Alameda que es propia de dicho convento (Campo de los Màrtires) y dando la vuelta por el sitio de las mazmorras, por la cuncurrencia de mucha gente (...), y no ser lícito el que puedan entrar mujeres en los claustros conforme a sus reglas (...), pidiendo licencia para que se le señalase sitio por donde puedan andar dichas procesiones, hasta la 5ª cruz, como se baja de dicha iglesia del dicho convento, unas piedras o marmolillos para señalar dicho sitio".
La excusa para solicitar la licencia sin asistencia de la parroquia era que se sacarían las procesiones fuera del convento, pero por el recinto de la alameda (Campo de los Mártires), propia del convento, por la mucha gente que asistía a dichas procesiones, de modo que no cabían por los claustros y que, además, las mujeres no podían entrar el ellos por ser clausura.
Para ello, se demarcaba como límite la 5ª cruz de la vía sacra de los Mártires, donde daban la vuelta para regresar al convento carmelita; además, se exigió que los carmelitas no cobraran a la gente por la entrada a las mazmorras de dicho Campo.
Vía Sacra de los Mártires. Grabado de Chapuy, siglo XIX |
Es decir, estas procesiones no bajaban a la ciudad. Por ello, la Hermandad de Jesús Nazareno, Cruz de Jerusalén y Santa Elena, que era de los Caballeros de esta ciudad, dejó en 1699 de realizar su estación de penitencia a la catedral, para quedarse a desarrollarla por el Campo de los Mártires a lo largo de aquella vía sacra hasta la 5ª cruz, donde se pusieron 4 marmolillos para demarcarlo.
No obstante, esta concesión para salir la hermandad de Santos Cosme y Damián fuera del convento, por el Campo de los Mártires, se vulneró en 1766. Ese año, los beneficiados de la parroquia de San Cecilio exigieron sus derechos parroquiales, aún en el caso de que las procesiones non traspasaran los límites de las cruces de la Vía Sacra.
El día 27 de septiembre de 1766, fecha del cabildo de elecciones, que se celebró en la Sala Capitular del convento, se eligen mayordomos a Francisco de Corpas, Cristóbal Garnica y Nicolás Ruiz, que siguieron un pleito de sus anteriores con los beneficiados de San Cecilio. Éstos se habían negado a dar licencia a la procesión de 1766, si no se cobraba la asistencia de la parroquia con su cruz parroquial. La hermandad optó ese año por no salir del claustro del convento, pero entabló un pleito por ello con la parroquia (5).
No obstante, la autorización del cabildo de la ciudad para poder sacar las procesiones del convento hasta la 5ª cruz de la vía sacra, sin pagar derechos a la parroquia de San Cecilio, la Venerable Hermandad de los Santos Cosme y Damián, en los años anteriores los venía abonando (también se había negado en 1764 y 1765, pero al final los pagó y la parroquia les dio permiso).
Uno de los mayordomo, Cristóbal Garnica, alegaba, que aunque se habían pagado los derechos de la procesión desde que él recordaba (hacía más de veinte años), sin embargo, la parroquia los había cobrado y no había asistido. Ponían como testimonio a la Hermandad de Jesús Nazareno, de los caballeros de la ciudad, que realizaba su procesión en esta época el Domingo de Ramos, que había salido todos los años ( también, el día de Santa Teresa y el de la Candelaria) sin pagar los derechos parroquiales, al no traspasar el límite de la referida 5ª cruz y no se le habían puesto reparos.
Los beneficiados de San Cecilio alegaron que lo que pretendía la hermandad de los Santos Cosme y Damián era traspasar los límites de la 5ª cruz de la vía sacra y parece ser que se autorizaron las procesiones sin pasar de dicha cruz.
Dibujo de los Santos Cosme y Damián del Convento de los Mártires |
Nuevas Constituciones de 1769
Dos años después de estos sucesos, en 1769, la Venerable Hermandad decide redactar nuevos estatutos de acuerdo con la comunidad de carmelitas descalzos, que son aprobados el 19 de diciembre de ese año por el Provisor de la diócesis, D. Antonio de Vera, en tiempo del arzobispo D. Pedro Antonio Barroeta y Ángel. Curiosamente, los mayordomos declaran que no se habían aportado los antiguas constituciones "por no aberlas encontrado ni saber si las a avido". No era inusual que las hermandades funcionaran sin constituciones durante bastante tiempo. Cada vez esta actuación por parte de las hermandades se hacía más difícil por las normas de la Ilustración, que obligaban, incluso, a ser revisadas por el Real Consejo de Castilla, bajo pena de disolución de la hermandad.
Estas nuevas constituciones de la Hermandad de San Cosme y San Damián comienzan con una invocación a la Virgen del Carmen y con unas curiosas décimas:
Ya cesó la tempestad,
oh Mártires soberanos,
que traía a tus hermanos
en tanta penalidad.
De todo vuestra hermandad,
Os conoce protectores,
Y unidos los sangradores ,
Barberos y Cirujanos,
Gracias os dan mui ufanos
Porque sois sus directores
Otra décima la dedican a los tres hermanos, que consiguieron hacer las constituciones, que, probablemente, eran comisarios encargados de poner paz en la hermandad entre los tres grupos de hermanos: cirujanos, sangradores y barberos. No sólo feuron los encargados de redactar las nuevas reglas, sino también, de hacerse cargo del culto a los Santos. Estos comisarios eran: Nicolás Ruiz, Sebastián de Bustos y Pedro Sánchez, todos maestros de la facultad de barberos.
De tres héroes tan constantes
En zelo , amor y fatiga
Que cosa abrá que se diga
A su alabanza bastante
Cada qual robusto atlante
Sobre sí el culto a cargado
La hermandad han ensalzado
Logrado dejar concordes
Tres facultades discordes
A esmeros de sus cuidados
Otra décima ensalzando a los cuatro mayordomos elegidos, dos por los sangradores y otros dos por los barberos; curiosamente no se eligen por el grupo de los cirujanos; de la que se deduce, que habían estado enfrentados en temas de preferencias y en lo que parece discusiones por cuestiones de antigüedad:
Jamás heroica elección
Que podría de searse
Hallegado oi a lograrse
Enquien maiordomos son
Deunirse es Yluzión,
Todos son Tranquilidad,
Yassí feliz hermandad
Que has conseguido ( y lo apruebo)
Un estado todo nuebo
Sin pedir tu antiguëdad
También otra décima, que no transcribo, dando gracias al prior de los carmelitas Fray Francisco de San Antonio y a la comunidad, por su intervención en pacificarla.
Los cuatro mayordomos elegidos en 1769 y que figuran en el preámbulo de las constituciones eran: Sebastián Joseph Puzol y Nicolás Garnica, sangradores, y Sebastián de Bustos y Bernabé Romero, que eran maestros de barberos. Sin embargo en el capítulo, se dice que los mayordomos serán tres: uno por los sangradores o cirujanos y otros dos por los barberos, lo que por consecuencia da que éstos tenían en este tiempo más preponderancia de número en la hermandad. Sin embargo se obligaban a dar lugar de preferencia al mayordomo cirujano o sangrador en los principales actos de la hermandad, como la procesión, elecciones y juntas.
Había también un fiscal, que había de ser sangrador, que cuide de que tengan título los barberos; y también, un maestro de ceremonias del grupo de los sangradores, para que la hermandad se forme en los cabildos, funciones, aprisco y procesión y cada cual ocupe su sitio según su antigüedad, como se venía practicando en la hermandad desde tiempo antiguo.
Como secretario se nombraría un escribano público o eclesiástico, pagándole sus derechos, como persona independiente de los tres grupos profesionales que formaban la hermandad.
Los mayordomos presiden los cabildos, que se celebraban en presencia del prior carmelita, y los cabildos de elecciones se harían en los días siguientes al de la fiesta de los Santos Médicos, sin que pase de su Octava. El elegido como mayordomo por los sangradores o cirujanos tenía que presentar un memorial con su título y demostrar que tenía tienda abierta; ser limpio de raza de moro o judío o penitenciado o converso, ni que haya tenido otro oficio degradante.
La hermandad, que por lo visto estaba en este tiempo escasa de cirujanos en sus filas, le daba preferencia al hermano sangrador o barbero que sacara el título de cirujano, o, incluso, tenía lugar de preferencia en los actos de la hermandad, y también, si algún cirujano de la ciudad o forastero pidiese ser hermano, que se le reciba y será preferido.
Cada hermano debería de hacer una demanda de limosnas en los meses del verano y, en su defecto, habían de dar doce reales de vellón, salvo excusa de enfermedad o pobreza.
También, como en la mayor parte de las hermandades, ésta era, asimismo, de entierros y sufragios, teniendo derecho las esposas de los hermanos a un entierro igual que el de sus maridos, con la asistencia del estandarte de la hermandad y doce hermanos con cirios. Se les decía doce misas en la capilla de los Santos Cosme y Damián por los religiosos carmelitas, aunque las celebradas por el alma de las esposas habían de pagar dos reales por cada misa celebrada.
Tampoco la hermandad podía abandonar el convento de los Santos Mártires, sus patronos, ni fusionarse con otra cofradía y los frailes carmelitas descalzos debían de guardar y respetar las mercedes y privilegios con los que fue fundada la primitiva hermandad de los gloriosos titulares. La capilla e imágenes seguían siendo propiedad de la comunidad carmelita y nada se podía mudar o variar sin su licencia.
La hermandad poseía un cajón o arca, que estaba frente a la puerta de la sacristía, en el que se guardaban los cirios, las alhajas, con tres llaves que guardaban los mayordomos; los libros y papeles de la hermandad se situaban en un cajón secreto, cuya llave guardaba el secretario.
Los hermanos que se admitían debían de guardar las reglas y jurar defender el Misterio de la Pura y Limpia Concepción de María y todo se sentaba en en libro nuevo de hermanos, en el que se anotaban estas circunstancias y se guardaba la rigurosa antigüedad de cada uno y se señalaba si procedían del libro antiguo o no. También se guardaba en secreto las razones de darse de baja o expulsión de los hermanos.
Convento de los Mártires visto desde la Cuesta de Escoriaza, aprox. |
La Función y Procesión
Era misión primordial celebrar la función a los Santos Cosme y Damián con toda solemnidad, con una misa cantada con diácono y subdiácono, con el más abundante empleo de cera y con música, si era posible. Por la tarde, se haría la procesión con las efigies de los Santos Médicos, a la que asistiría la comunidad de Carmelitas Descalzos. Se tocarían las campanas y se iluminarían por los novicios el templo, pagando estos servicios.
En la función de la mañana del 26 de septiembre, día de los Santos titulares, se formaba el aprisco en la iglesia y los mayordomos y sus invitados se sentaban en el lugar indicado por el Maestro de Ceremonias, así como el resto de los hermanos, cuidando que ninguno se siente si no fuere con golilla o de militar, presidiendo el prior del convento.
En la procesión de la tarde, irá el estandarte de la cofradía, portado por el mayordomo más moderno, junto con dos religiosos del convento que nombrase el prior. También se llevaban las andas con el Santísimo Sacramento, junto a las que irán el prior en su lado derecho y el Superior en el izquierdo, y delante, los otros dos mayordomos; y si no se llevara el Santísimo, irán junto a las últimas andas que cierren la procesión. Por ello se deduce, que puede que se procesionaran varias imágenes o que cada uno de los Santos Cosme y Damián procesionarían en sus andas independientes.
Delante del Santísimo o de las andas del último Santo iban los frailes, que asistían interpolados con los hermanos y otros prelados asistentes. Todo ello se determinaba en una escritura otorgada entre el Real Convento y la hermandad, ante el escribano público, Nicolás Camacho, en el año de 1761.
Los hermanos iban con golilla o de militar, colocados por el Maestro de Ceremonias según su grado y antigüedad, y si iban con capa no podían se interpolados con los frailes.
Unos años después, en 1778, la hermandad decide hacer una modificación de sus constituciones en el aspecto económico, en lo tocante a los entierros y sufragios. El cabildo de 24 de noviembre de ese año acordó modificar las constituciones para allegar más recursos a la hermandad, que debía de estar atravesando una difícil situación económica por el escaso montante dinerario que proporcionaban las cuotas; seguramente, por los escasos hermanos y el aumento en los gastos de los entierros y sufragios. Tal vez, la hermandad estaba en esta época envejecida en cuanto a sus componentes, porque entraban en ella pocos hermanos nuevos.
Suben las aportaciones de los hermanos a medio real (después se rebajaría a un cuarto), a pagar cada semana el sábado en la llamada sabatina, pero no en el caso de hermanos de extrema pobreza, que no estaban obligados a ello. También, la viuda de un hermano que se casare otra vez con persona que no sea del gremio, perdería los derechos.
Santos Cosme y Damián de Torredonjimeno (Jaén) |
La hermandad proporcionaría una caja de pino propia para el entierro, forrada con color del hábito de San Francisco y se le amortajará con dicho hábito, conduciéndose el cadáver con el estandarte, ministros, 12 hachas y se le dirán 30 misas, tres de ellas, curiosamente, en el monasterio de San Jerónimo, por ser ésta de luz y contar con altar de privilegio de ánimas. Asimismo, se llevarían a los Niños de la Doctrina y se le pondría cera y colgaduras en la habitación donde estuviere el cadáver.
Este proyecto de adición a las constituciones fue muy debatida y rechazada por algunos de los hermanos, causando desestabilidad en la hermandad. Por dicha causa, pasó más de año y medio sin poderse consensuar, ni aprobar esta reforma. Finalmente, el 21 de agosto de 1780, se redactan nuevas constituciones, más cortas que las anteriores de 1769, con sólo 15 capítulos y con la mediación, en caso de conflicto o interpretación de la norma, del prior del convento, Fray Josef Antonio de los Dolores y de los que le sucediesen. Era una condición impuesta por el Provisor de la diócesis.
Entre las novedades de esta nueva regla estaban: la supresión de diferencias entre los hermanos por su pertenencia a uno de los tres grupos profesionales que componían la hermandad; los tres mayordomos que se habían de elegir, lo serían los tres que mayor número de votos reunieran, sin tener en cuenta su profesión, y los tres, junto con el prior, presidirían los cabildos sin preferencia alguna. Se formó una junta directiva con ellos: el contador, tesorero y doce vocales, con cargos de carácter anual. Ordena de forma parecida la función y procesión del día de los Santos Titulares por los lugares de costumbre.
Desaparece el Maestro de Ceremonias y se imponía la cortesía en los debates de los cabildos, esperando los hermanos a que se le concediera la palabra, en cuyo uso no se podía ofender a ningún hermano, bajo pena de expulsión de la hermandad.
La decisión del prior de la comunidad carmelita sería cumplida en caso de dudas en la interpretación de las normas, confiriéndole a éste unas facultades de intervención en las decisiones considerable, de forma que la hermandad quedaba bastante sometida a su arbitraje.
La necesidad de aumentar el número de hermanos hace que estas constituciones acepten hermanas y otros grupos afines a los tres anteriores, como el de los boticarios y médicos, que se unirán a los tres anteriores de cirujanos, sangradores y barberos, "por ser todo una misma cosa". Se crea el cargo de partidario o persona encargada de recorrer los lugares o partidos para recoger limosnas y aportaciones de los hermanos.
También el hábito de mortaja se varía para adoptar el de los Carmelitas Descalzos, y si no lo hubiere, sería el de San Francisco, muestra más de la influencia de la Orden en estas constituciones; y de las 30 misas al difunto, tres de ellas serán en altar de privilegio, sin indicar que fuesen dichas en el de la iglesia de San Jerónimo, como anteriormente.
Otra muestra más de la intervención de la comunidad carmelita en la hermandad lo determina el último capítulo, por el que no se podrá variar ningún aspecto de las constituciones sin acuerdo de dicha comunidad. Finalmente, las nuevas constituciones de agosto de 1780 serán aprobadas por el Provisor, D. Antonio de la Plaza, en tiempo del arzobispo, D. Antonio Jorge y Galván (6).
La última noticia que tenemos de la hermandad de los Santos Cosme y Damián data de los años de 1805 y 1809. En el primero de ellos, la hermandad había reelegido como uno de sus comisarios de ese año a Martín Antonio Terrones, cirujano y sangrador, que habitaba en la parroquia de Santiago, pero éste rechazó la reelección, alegando tener que atender a sus muchas ocupaciones profesionales y que desde 1802, había sido comisario, fiscal, Padre de Almas, tesorero..etc., habiendo desempeñado estos cargos de forma eficiente.
Ante esta negativa, la hermandad decide expulsarlo de ella, después de pertenecer más de 20 años a la misma, pero el expulsado recurre ante el Provisor, presentando diversos compañeros testigos, dando como resultado que el Provisor dicta auto exonerándole de la obligación de ser comisario.
Icono bizantino de los Santos Médicos. Nacieron en Arabia y ejercieron la medicina en Siria y Egea (Turquía) |
En 1809, se vuelven a repetir los hechos, volviendo la hermandad a elegir comisario de ese año a Antonio Terrones y aunque acepta sin desearlo, lo hace para evitar la descomposición de la hermandad. Sin embargo, a los cinco meses desiste de ocupar el cargo y se le acusa por los otros comisarios de comportamiento discriminatorio, en contra de la fe cristiana, por no admitir ni querer concurrir con el hermano tesorero, Manuel de Flores, por no tener el título de cirujano o sangrador.
En esta ocasión el auto del Provisor de 27 de abril de 1809 obliga a M. Antonio Terrones a mantenerse en el cargo de comisario, pues la escasez de hermanos con el título requerido obligaba a no cumplir estrictamente las constituciones en este aspecto y a que mantuviera en el cargo de tesorero a Flores, por el mismo motivo, bajo pena de ser expulsado de la hermandad (7).
La hermandad, que por escasez de hermanos preparados para las funciones directivas, se veía obligada a admitir a personas fuera de los gremios tradicionales de la misma, consideraba un favor que Flores hubiera aceptado ser tesorero y detestaba que Terrones no aceptara tal necesidad.
El hecho de que el tal Terrones fuese reiteradamente comisario de la hermandad, además de ocupar otros cargos, unido a tener que admitir a personas, como Manuel Flores, que no pertenecía a las profesiones del gremio, puede darnos la impresión de que aquélla atravesaba tiempos de fuerte decadencia a principios del siglo XIX. La cofradías de carácter gremial estaban desapareciendo en los tiempos ilustrados y desaparecerían más tarde prohibidas por la normativa estatal.
La exclaustración y supresión de los conventos masculinos, desamortizados en 1835, sería el fin de la hermandad, si es que no desapareció entre la Guerra de la Independencia y dicha desamortización. Eran tiempos difíciles para las hermandades en unos años de feroz anticlericalismo y de un racionalismo exacerbado.
¿Pasaron las imágenes de San Cosme y San Damián al Convento de Belén?
San Cosme San Damián
Parece que la hermandad pudo trasladarse, o al menos sus imágenes, a los Mercedarios Descalzos de Ntra. Sra. de Belén, convento cercano al de los Mártires en la misma jurisdicción de la parroquia de San Cecilio. Un inventario de la exclaustración de 9 de septiembre de 1837 así lo confirma, al describir en dicho convento de Belén un altar de los Santos Cosme y Damián, con un Niño Jesús cuya diadema se inventarió.
Deben de ser las imágenes de los Santos Cosme y Damián del convento de los Mártires las que aparecen en el de Belén. Es extraño que pudieran existir paralelamente estas imágenes en ambos conventos, pues en el de Ntra. Sra. de Belén no existen noticias históricas de la existencia de tal devoción. Pero también, cabe la posibilidad que el párroco de San Cecilio, en cuya iglesia se depositaron, hacia 1835, muchas imágenes del convento suprimido de los Mártires, repartiera algunas de ellas entre otros templos de la parroquia y se depositaran en el de Belén.
Después del cierre de conventos, muchas imágenes fueron llevadas al museo que se constituyó en la iglesia de los dominicos y, más tarde, se donaron a parroquias de la provincia y a particulares. El caso es que no se sabe el paradero actual de estas dos imágenes de los Santos Médicos, titulares de esta histórica hermandad de los cirujanos, sangradores y barberos de Granada.
1. BERMÚDEZ DE PEDRAZA, Francisco: "Historia Eclesiástica de Granada", págs.223-224. Edición facsímil. Universidad de Granada 1989.
2. Ibídem, opus cit, pág. 262.
3. GARCÍA DE LA LEÑA, Cecilio y VELÁZQUEZ DE ECHEVARRÍA, Juan , Paseos por Granada y sus contornos, págs. 117-118. Edición facsímil, 1764. Lo toma de Justino Antolínez de Burgos en Historia de la Santa Iglesia de Granada, cap. 17.
4. VELÁZQUEZ DE ECHEVARRÍA, Juan, opus cit. págs. 394, vol. I.
5. ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 37 f, pieza 16.
6. Ibídem, legajo 37 f, pieza 15.
7. Ibídem, legajo 37 f, pieza 14.
8. BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GRANADA de 9 de septiembre de 1837.
Sigue con la labor de investigación, aprendemos de ella.
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