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domingo, 31 de octubre de 2021

HERMANDAD Y ESCLAVITUD DE NUESTRA SEÑORA DEL TRIUNFO (Convento de la Merced Calzada)


LA ESCLAVITUD Y HERMANDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL TRIUNFO


Antonio Padial Bailón


La devoción y culto popular a la Inmaculada Concepción y, en general, a la Virgen María se ve incrementada a partir del Concilio de Trento como un hito más de la Contrarreforma y Granada y su cofradías van a participar de forma concluyente a la cabeza de ese movimiento inmaculista, jurando el 2 de septiembre de 1618 los dos cabildos de la ciudad, el municipal y el catedralicio la defensa por sus miembros de la Concepción Inmaculada de María. Este juramento se materializó por parte del Ayuntamiento en la aprobación en 1621 de la construcción de un monumento al Triunfo de la Inmaculada en los alrededores de la principal entrada a la ciudad, como era la Puerta de Elvira.

Estos triunfos tienen un origen romano para ensalzar las victorias que cosechaban los emperadores romanos en sus guerras contra los pueblos sometidos al Imperio y consistían en columnas de mármol labradas -también se realizaban arcos de triunfo-, sobre la temática de algunas de sus batallas más significativas, que solían coronarse con una estatua del emperador.

Esta modalidad de ensalzamiento triunfal y del arte y pensamiento clásico en general se produce durante el llamado Renacimiento, corriente o movimiento sociológico, literario, artístico...etc., que sucede a la "oscuridad medieval", que parte de la Italia de principios del siglo XV en el periodo llamado del Quattrocento y sucedido del Cinquecento en el siglo XVI,  y que se extiende por Europa. En dicho movimiento se produce la reivindicación del arte y pensamiento clásico de imitación y glorificación del mundo greco-romano. En ese contexto, las instituciones públicas y la iglesia católica solían de modo simbólico ensalzar con esas columnas triunfales algunas devociones locales a la Virgen y a los santos más significativos de algunas ciudades españolas y europeas y que proliferaron durante el periodo barroco.


Triunfo de la Inmaculada y Hospital Real


Como hemos afirmado, en Granada este triunfo de la Inmaculada se acuerda erigir por el cabildo de la ciudad tempranamente, en 1621 y no se empieza su construcción hasta 1626, según proyecto del arquitecto Francisco de Potes (el de Bolonia se erige en 1632, el de Praga en 1650, el de Viena en 1667, el de Cádiz, dedicado a la Virgen del Rosario, en 1755, y el de San Rafael de Córdoba se finalizó 1781). Sin embargo, tras diversas vicisitudes y cambios de artistas intervinientes la columna del Triunfo granadino no se terminará hasta 1631, cuando el escultor Alonso de Mena acaba la escultura de la Virgen Inmaculada. 

Desde entonces, aquel lugar que en tiempos musulmanes había sido un gran cementerio o maqbara extramuros de la ciudad, llamado de Sahl ben Malik, y con la reconquista cristiana lo llamaban Campo de la Merced, al erigirse allí el convento mercedario, de denominó Campo del Triunfo. 

Inmaculada del Triunfo de Alonso de Mena (1631)

La ciudad de Granada pionera en España en la construcción de este tipo de monumento en honor a la devoción inmaculista, (después se construirá otro triunfo ante la Santa Cuevas del Sacromonte). A partir de este triunfo de la Inmaculada, esta forma monumental de ensalzar triunfalmente una devoción señera se verá más tarde imitada por otras ciudades y pueblos de Andalucía, aunque en el resto de España estas columnas de triunfo apenas si se construyeron.  

El monumento no fue emplazado originalmente en el sitio que hoy ocupa, sino en unos jardines existentes en aquella época detrás del edificio que fue Escuela Normal de Magisterio (hoy dependencia de la Junta de Andalucía), donde actualmente se alza el colegio infantil Inmaculada del Triunfo. Al lugar actual se trasladó el monumento hacia 1960, cuando fue derruida la antigua plaza de toros del siglo XIX, para formar una explanada, donde se celebraron los actos del IV Congreso Eucarístico Nacional de 1957. El lugar se conformó con unos nuevos jardines, que desde entonces preside el Triunfo de la Inmaculada.


Triunfo de la Inmaculada y antigua plaza de toros

La imagen de la Virgen Inmaculada del Triunfo porta bajo sus manos en posición de oración un relicario que contiene un trozo de Lignum Crucis que se puso en la imagen cuando fue colocada en la columna triunfal. Procedía de Roma y fue traído por los jesuitas a Granada en 1556 y donado a la imagen. Era la reliquia un obsequio del Cardenal Roberto Belarmino a los jesuitas de Roma. 

Finalizado de esculpir el Triunfo de la Inmaculada en 1631 se nombró un ermitaño para que cuidara de su seguridad, adorno y aseo, y el que cumplía esa misión en 1640 protagonizó un incidente nombradísimo ese año, que supuso un enorme revuelo en toda la ciudad de Granada; dicho ermitaño tuvo la ocurrencia, en secreto, clavar un libelo difamatorio contra Inmaculada Concepción de María el día 6 de abril, Viernes Santo de aquel año, en la pared de la esquina de la casa de cabildos de la ciudad, que entonces se ubicaba en el edificio de la Madraza. El tribunal de la Inquisición declaró herejes y excomulgados a los posibles autores y cómplices de dicho libelo, leyéndose en la catedral el anatema y ofreciendo mil ducados a quien los descubriese.

Durante los días y meses siguientes al escandaloso hecho los cabildos de la ciudad, los gremios, las cofradías y las órdenes religiosas promovieron actos, certámenes poéticos y procesiones multitudinarias de desagravio a la Virgen. Una de las primeras de estas manifestaciones procesionales de desagravios la realizó la Hermandad de la Soledad, el día 11 de abril, que salió con la imagen de la Virgen a las cuatro de la tarde del convento del Carmen alumbrada por más de 1.400 hachas, además de "mucha cera menuda y muchas banderolas"  y se mandó cerrar la Alcaicería, como si fuese día festivo. La procesión fue, primeramente, a la Catedral y después al Tribunal de la Inquisición, que estaba frente a la iglesia de Santiago, en cuya puerta mandó alzar un grandioso altar con la imagen de Nuestra Señora de la Paz que se veneraba en dicha iglesia; después la procesión de Ntra. Sra. de la Soledad siguió por la calle de Elvira, hasta el Real Convento de la Merced, ya cerca del monumento de Nuestra Señora del Triunfo, ante el cual se hizo la estación principal de homenaje y desagravio. Después de visitar la iglesia de los capuchinos, regresó por la calle Carretería (hoy calle de San Juan de Dios), donde se hizo estación, así como en el monasterio de San Jerónimo y en la iglesia de los jesuitas (hoy de los Santos Justo y Pastor), para volver a su sede del convento del Carmen, ya entrada la noche.


Palacio de la Madraza, donde estaba el cabildo de la ciudad en aquellos años

Al día siguiente, salió en procesión, también a las cuatro de la tarde, con mucha cera la cofradía de penitencia de la Sagrada Pasión de Jesucristo del convento de la Trinidad, llevando a su patrona, la Virgen de los Desamparados, y el Ángel Custodio, que siguió un itinerario semejante hasta el monumento del Triunfo, regresando cuatro horas más tarde. Otra cofradía de penitencia, como la Oración en el Huerto de los Olivos del convento de San Antón y la de Nuestra Señora del Rosario, no se les autorizó salir por el provisor de la diócesis, para que se aquietasen los exaltados ánimos de la gente.  

La patrona de la ciudad, entonces la Virgen de la Antigua, fue bajada de su altar y colocada en otro bajo durante ocho días, para recibir de forma más cercana las plegarias de los fieles que acudían a las continuas rogativas y desagravios que ante ella se realizaron durante ese tiempo. Después los cabildos de la ciudad y el eclesiástico procesionaron a la Virgen de la Antigua hasta el monumento del Triunfo, lo que vino a constituir un multitudinario festejo. Asimismo, los nobles de la ciudad y los oidores de la Real Chancillería, así como sus señoras hicieron un festejo por las calles en honor de Nuestra Señora del Triunfo en el que fijaron en sitios públicos carteles con el nombre de Nuestra Señor en letras de oro y fondo azul. 

Ntra. Sra. de la Antigua, primitiva patrona de la ciudad

Las cofradías de las devociones marianas de más arraigo en la ciudad procesionaron a sus imágenes, entre ellas, a Nuestra Señora de la Esperanza de la iglesia de Santo Domingo que fue al convento de Gracia con multitud de hachas encendidas y danzas; salió Nuestra Señora de las Angustias, cuya devoción aventajaba ya a la de la propia patrona de la ciudad, la Virgen de la Antigua. Esta procesión no se vio privada de un aguacero que estropeó las numerosas colgaduras que se montaron. También los especieros de la ciudad realizaron una misa de pontifical en desagravios a la Virgen del Destierro en San Basilio, a la que procesionaron con más de 200 hachas. Otras muestras ostentosas de desagravio se realizaron a la Virgen de los Remedios del Sagrario por los estudiantes; a la Virgen de Guía; a Ntra. Sra. de Guadalupe en Santa Isabel la Real; a Ntra. Sra. de la Cabeza con procesión; Ntra. Sra. del Sepulcro del convento carmelita de los Mártires fue también procesionada, llevando el estandarte el hermano mayor, Juan de Mestanza, de la Hermandad de Jesús Nazareno y Santa Elena, con sede el dicho convento, y asistencia de muchos señores y caballeros, que finalizó con grandes fuegos de artificio.

Virgen de los Remedios del Sagrario, patrona de los estudiantes

Jesús Nazareno de Granada del Convento de los Mártires


Finalmente, prendieron en junio de 1640 a uno de los ermitaños de Nuestra Señora del Triunfo como autor de libelo, que confesó haberlo puesto para que con la controversia suscitada se incrementara la devoción a la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora del Triunfo. No obstante, fue penitenciado por el Tribunal de la Santa Inquisición en auto celebrado en el convento de Santa Cruz la Real, que mostrándose misericordioso lo condenó a salir públicamente con un sambenito como símbolo de infamia y a diez años de galeras.  Los cabildos eclesiástico y de la ciudad mandaron repicar campanas, poner luminarias y fueron a la Catedral entonar un Te Deum en acción de gracias y fue el Tribunal del Santo Oficio ante el monumento de la Inmaculada del Triunfo a rendirle homenaje. Asimismo tronó la artillería de la Alhambra y se celebraron fiestas reales de toros (1). 

Aquel desborde de exaltación mariana en defensa de la Concepción Inmaculada de María, que había provocado el suceso del libelo, no pudo menos que aumentar su devoción a la Inmaculada del Triunfo, cosa que consiguió con creces el ermitaño libelista, y una de sus consecuencias, a mi juicio, fue la erección por la piedad popular de una hermandad dedicada a dar culto y honrar a Nuestra Señora del Triunfo. Solo seis años después de aquel perturbador suceso, en 1646, se funda dicha hermandad, dándose unas simples o provisionales constituciones el día de 22 de diciembre de dicho año, aprobadas el día 31 de dicho mes (2). 




La hermandad, con carácter de esclavitud, se funda en tiempos del arzobispo don Martín Carrillo de Alderete y nace con sede en el Real Convento de Nuestra Señora de las Mercedes, junto a la Puerta del Elvira y la Cuesta de la Alhacaba, cercano al monumento del Triunfo de la Inmaculada. En la iglesia de este cenobio parece que ocupa la primera capilla del crucero a la izquierda del presbiterio, en el lado de la Epístola.

El número de hermanos o esclavos, que habían de ser de la gente más piadosa y prominente de la ciudad, era necesariamente limitado a cincuenta y seis personas. Al frente de los fundadores de esta hermandad estaba el Inquisidor del Tribunal de Granada, Tomás Rodríguez de Monroy, y el Corregidor de la ciudad, don Francisco Arévalo de Suazo, y otras personas de apellidos ilustres de la ciudad, como Alarcón, de Fonseca, Beneroso, Ponce de León, Calvache, Porras, del Castillo, Valdés, Montero de Espinosa, Méndez de Salazar...etc. (3).

La fundación se realiza con una simple exposición de motivos y nombramiento de comisarios para que formaran las constituciones, encargándose este cometido al provisor de la diócesis, don Diego Riquelme, a don Alonso de Luque y al licenciado don Juan de Herrera Pareja. Seguramente redactaron tales constituciones definitivas y se aprobaron por el provisor Diego de Riquelme, aunque no tenemos noticias documentales de ellas. 

Foto del Museo Casa de los Tiros


Aquellas primeras provisiones que se hacen antes de redactar las reglas definitivas fueron muy simples, apenas contaban con unos pocos preceptos: 

1º. Había obligación de celebrar entonar una salve cantada con órgano ante Ntra. Sra. del Triunfo todos los domingos a las cuatro de la tarde en invierno y en el verano a las seis de la tarde, con la finalidad de suplicar por la conversión de los reinos de España, conservación del Santo Oficio de la Inquisición y extirpación del mal uso de los juramentos de Dios y sus santos.

2º. La hermandad debía de celebrar una fiesta dedicada a la Virgen el día de la Inmaculada Concepción.

Esta hermandad-esclavitud, además de la imagen de la Inmaculada del Triunfo, objeto de su veneración e inicio de su devoción, contaba con otra imagen en su capilla de la que no sabemos si reproducía a la imagen del monumento del Triunfo (probablemente así era) u otra iconografía, ni el paradero actual de la misma; seguramente se perdería después de la supresión del convento mercedario en la exclaustración de 1835-1836.

En 1686 se fundó la Real Maestranza de Caballería, que toma como devoción y patrona a la Inmaculada Concepción, bajo el título de Ntra. Sra. del Triunfo y va a construir en 1768 en el paraje del Campo del Triunfo la primera plaza de toros estable de Granada, destruida por un incendio en 1874 y cuyos restos yacen bajo la Avenida de la Constitución. En sustitución se construyó nueva plaza de toros en el mismo paraje, ante el Hospital Real, que fue demolida en 1955-56 para realizar los actuales Jardines del Triunfo. 


Conversión en hermandad rosariana en 1698

No se tienen más noticias de la hermandad hasta finales del siglo XVII, en que la cofradía modifica su carácter para hacerse una corporación rosariana en 1698. Era en esa época cuando se produce el auge de ese carácter de hermandades y esta de Nuestra Señora del Triunfo no se sustrajo de esa transformación como ocurrió a otras muchas cofradías marianas. El auge de la devoción mariana a la Inmaculada Concepción de María, impulsada por franciscanos y jesuitas, iba paralelo al de la Virgen del Rosario, impulsada por los dominicos, y en esta transformación de la hermandad del Triunfo a finales del XVII ambas devociones se fusionan.

Así que en ese año de 1698 realiza nuevas reglas, que fueron aprobadas por el Provincial de la Orden de Mercedarios Calzados, Fray Martín de Estrada y el comendador del convento, Fray Francisco Barnuevo, el día 24 de julio de ese año, vísperas de la festividad de Santiago Apóstol, y el día 4 de agosto lo hizo el  Provisor y Vicario General de la diócesis granadina, don Andrés Rafael de Ascargorta. El título que en adelante distinguió a la hermandad fue el de Hermandad del Santo Rosario de Nuestra Señora del Triunfo (4). 

Litografía de Jurado de Ntra. Sra. del Triunfo. Casa de los Tiros 


La hermandad en esta segunda etapa quiere conservar su carácter elitista y, para ello, requiere en sus reglas de 1698, que los que hayan de ser hermanos, hombres y mujeres, deben de no haber ejercido ninguno de los oficios calificados como viles, ni haber sido "penitenciado por alguno de los tribunales de justicia". Los aspirantes a hermanos debían de ser presentados al cabildo por un diputado, que previamente averiguaba si cumplía los requisitos que se requerían en las reglas y podía ser aceptado (las hermanas no tenían que presentarse al cabildo). Después juraban la Concepción Inmaculada de María y cumplir las constituciones de la hermandad.

El gobierno de la hermandad estaba confiado al hermano mayor, mayordomo, cuatro consiliarios, cuatro diputados y dos albaceas o padres de almas, que eran, según costumbre en la mayor parte de las cofradías, elegidos anualmente. Muy ligada a la supervisión de la orden mercedaria, los cabildos eran presididos por el padre comendador del convento, que en las votaciones contaba con dos votos. Al contrario de otras cofradías, el común de los hermanos no tenía derecho al voto, solo lo ostentaban los oficiales de la hermandad y las elecciones se celebraban cada año el domingo siguiente a la fiesta de la Inmaculada Concepción. Aparte de los cabildos generales se celebraban cabildos de oficiales los terceros domingos de mes, para tratar de los asuntos más cotidianos, y debía de reunirse antes de sacar el estandarte para la celebración de la misa de dicho domingo.

La hermandad, que era, además, de sufragios y entierros, se financiaba con las limosnas que los consiliarios recogían los sábados de los cofrades y de las recogidas por los meseros en las calles de la ciudad y de los pueblos de su entorno. Asimismo, cada hermano había de dar un real en su ingreso en la hermandad y 1/4 de real todos los sábados más 1/2 real para caso de entierros para las misas de sufragio. 

Celebraba siete fiestas anuales de la Virgen: la de  la Inmaculada, la del Rosario, Candelaria, Encarnación, Asunción, Natividad de la Virgen y Ntra. Sra. de la Merced, patrona del convento; en ellas se celebraba en la capilla una misa cantada con ministros e iba la hermandad hasta el monumento del Triunfo a cantar una salve con música a la Virgen. Y en el domingo infraoctavo a la Concepción lo tenía como fiesta principal en la que se celebraba misa y sermón con las músicas de la Capilla Real y de la Catedral, realizándose procesión por la tarde y fuegos artificiales y danzas en ella. Dos domingos antes se reunía el cabildo para preparar lo tocante a dicha fiesta y sufragar la misma con aportaciones que cada uno de los cofrades pudiere, según su peculio.


 

Una gran mayoría de las hermandades en siglos anteriores al XX, tuvieran el carácter que tuvieran (penitencia, letíficas, pasionistas, ánimas, vía sacra ...etc.), tenían entre sus fines el auxilio a los hermanos en la salud, sus entierros y de sus familiares, así como, en otros sufragios encaminados a la salvación de sus almas. En una sociedad en la que no existía o era muy escaso ese tipo de atención por parte de las instituciones públicas, eran las cofradías quienes venían a paliar esas necesidades físicas y del "más allá" o de las almas. Ello puede explicar el gran número de hermandades que existían en relación con la población de la ciudad, casi toda ésta estaba adscrita a alguna hermandad.   

Esta de Nuestra Señora del Triunfo regula parte de ese aspecto en su capítulo séptimo y, así, celebraba honras fúnebres todos los domingos del mes de noviembre con vigilia, misa, sermón doblar campanas desde el día anterior a dichas honras fúnebres por los hermanos difuntos, por estas ceremonias se pagaba en cada una de ellas al convento la cantidad de 2 ducados. Para esta finalidad todos los hermanos habrían de pagar 1/2 real de vellón en ayuda a dichas misas y los hermanos estaban en la obligación de asistir a los entierros, para lo que serían avisados por el "padre de animas", acompañando al cadáver con 12 cirios, así como si falleciese un religioso del convento mercedario, y 20 cirios en el caso de que el difunto fuere un oficial de la cofradía y al entierro de todos los que hubieren sido hermano mayor, mayordomo o prelado de la hermandad. También asistirían 24 religiosos mercedarios y al que se costease su entierro pagaría 100 reales al convento. La falta de asistencia sin justificación acarreaba una multa de 4 onzas de cera.

Al difunto tenía obligación la cofradía de decirle tres misas cantada, la primera de ellas en la víspera del entierro, y todas en la capilla de la Virgen del Triunfo. Asimismo, al hermano que enfermaba se le proporcionaba médico y boticario para su pronta recuperación.

Todas las ceremonias y misas, en las que habrían de participar religiosos del convento, recibía los  emolumentos fijados; ello constituía una fuente importante de recursos económicos para el mismo, por lo que los conventos incentivaban el establecimiento de hermandades, cediéndoles capillas y bóvedas de entierro o asegurándoles la asistencia religiosa o exigiendo que en sus reglas se fijara la sede perpetua en la iglesia del cenobio. 

Todo esto explica la abundancia de hermandades que se establecían en los conventos. En este de la Merced Calzada se establecieron más de trece cofradías, tres de ellas de penitencia y a esta de Ntra. Sra. del Triunfo se le cedió la 

"última capilla de la iglesia, a mano derecha que está debajo del coro, para en ella hacer un retablo con la imagen de Santa María del Triunfo; y se obliga dicha hermandad a dorarlo y hacerlo dentro de un año (es decir, en 1699), para cuya seguridad tiene ya hecha escritura con los maestros del arte, y asimismo se obliga a hacer reja de hierro y poner lámpara y todo el demás adorno que la capilla necesitare". También se le cedió el derecho a hacer la bóveda de enterramiento para hermanos y demás devotos.




Procesión del Santo Rosario

La procesión del Santo Rosario era el fin primordial de la hermandad en este periodo. Debía de sacarse el rosario con el estandarte de la cofradía todos los miércoles del año y todas las tardes de los días festivos y las noches antes de las festividades de la Virgen y el día de San Pedro Nolasco y de los santos y santas mercedarias, y si por las circunstancias que fuesen no podía rezarse en la calle se haría en la capilla de la hermandad ante la Virgen titular, teniendo obligación de asistir todos los hermanos a dicho Santo Rosario, que, asimismo, era día de pedir limosna por las calles de la ciudad. A dichos rosarios asistía un padre mercedario o los que pidiere la hermandad al padre comendador que fuesen necesarios.

La Cofradía iniciaba el Rosario al toque vespertino de oración de las campanas para que su regreso no fuera moleta ni gravosa a la clausura de la comunidad mercedaria; para ello y mantener la puntualidad los meseros deberían de tenerlo todo preparado, como el repartimiento entre los hermanos de la cera y faroles y todo lo necesario, debiendo salir el rosario en el cuarto de hora siguiente a dicho toque de oración. En caso de lluvia el rosario se celebraría en la capilla de la hermandad, en presencia de la imagen de Ntra. Sra. del Triunfo.

El cumplir puntualmente con la realización del Santo Rosario callejero en los días señalados era obligación primordial, de modo que aquél debía salir, aunque solo fueren doce hermanos los que hubieren acudido a su convocatoria.  

Entre otras obligaciones que la hermandad debía de cumplir con respecto al convento mercedario estaban: el asistir cada año con seis hermanos portando cirios a la procesión de San Pedro Nolasco, Patrón de la Orden; si la cofradía sacaba en procesión por las calles de la ciudad a Ntra. Sra. del Triunfo en su fiesta se obligaba a pagar 4 ducados y dar una vela a cada religioso y, asimismo, cada Jueves Santo debía de dar 4 libras de cera para el monumento del Santísimo Sacramento.  

Imagen de San Pedro Nolasco del convento de Ntra. Sra. de la Merced (seguramente realizada por Alonso de Mena) hoy en la iglesia de San Ildefonso.


La hermandad había dejado en esta etapa rosariana de exigir su conformación por un número cerrado de hermanos, que en la primera etapa se determinaba que fueran 56, según hemos relatado al principio, si bien, mantuvo su carácter elitista. Así, según la relación de hermanos que se ofrece en la escritura de constitución de la hermandad rosariana había cuatro caballeros veinticuatro de la ciudad y el secretario de su cabildo, pertenecientes a las familias más notables, como don Beltrán de Caicedo; dos que ostentaban el cargo de familiar del Santo Oficio; canónicos del Sacromonte; el alcaide de adarves y varios licenciados. 

A los largo del siglo XVIII parece que se mantuvo en cierto auge, pasando los límites, en cuanto a petición de limosnas y nómina de hermanos, de la ciudad de Granada y la Vega a otros territorios de la provincia eclesiástica de Granada, como Jaén, Málaga, Guadix, Almería o Murcia. Así, entre 1764 a 1770 varios obispos de estas diócesis dieron licencia para ello a la hermandad y en el cabildo de la misma de 25 de julio de 1770 nombran apoderado para esas cuestiones a Francisco Martínez y recolectores de limosnas a Enrique, Pedro y Antonio Martínez. Estas licencias estaban autorizadas por la Reales Órdenes de 16 de septiembre de 1757 y 5 de febrero de 1769, que se dictaron para evitar excesos y abusos de personas bergantes que andaban cometiendo timos y estafas por los santuarios de España, pidiendo limosnas a personas rústicas en nombre de hermandades y devociones (5).

Por estos abusos la Hermandad de Nuestra Señora del Triunfo había denunciado varios casos en la localidad de Calasparra (Murcia) en la que en 1771 un hombre vendió indulgencias, estampas, asentó hermanos y recuadó limosnas fraudulentamente en nombre de la hermandad. Tal individuo, llamado Ramón Martínez, fue apresado y embargados los efectos que se le encontraron. 

Luego resultó, que dicho individuo había sido enviado por los autorizados por la hermandad, Francisco Martínez y Antonio Martínez, que se hallaba haciendo el servicio militar, dándole 6 reales diarios para que "hiciera sus veces", recaudando e inscribiendo hermanos en la zona de Murcia, donde la cofradía tenía muchos cofrades en Ceutí, Santomera, Caravaca, Totana, Alhama de Murcia...etc. 


En la actualidad. Antiguo convento de la Merced de Redención de Cautivos. En el extremo derecho estaba la torre de campanas. A la izquierda, la torre de San Ildefonso.

No sabemos cuándo desapareció la Hermandad de Nuestra Señora del Triunfo; probablemente entraría en decadencia a finales del siglo XVIII, como tantas cofradías a las que afectó la normativa de la Ilustración y los acontecimientos posteriores del primer tercio del siglo XIX. En la Guerra de la Independencia, en la que, expulsados los frailes y cofradías, el convento fue convertido en cuartel, almacén y cuadra por las tropas napoleónicas. Probablemente, a partir de la ocupación francesa la hermandad se perdería. Asimismo, la autoridad eclesiástica puso grandes dificultades para la recuperación de las cofradías, especialmente las que residían en los conventos suprimidos en 1835, por la desamortización de Mendizábal.

Nuestra Señora en su Triunfo siguió hasta nuestros días recibiendo la devoción  de muchos granadinos y el lugar un sitio de esparcimiento ciudadano. Bajo el pedestal, donde figuran las imágenes en relieve de San Cecilio, Patrón de Granada y San Tesifón, éstas llevaban en unos huecos labrados en sus pechos unas reliquias con las cenizas de estos santos, quemados en el Sacromonte, según la leyenda. Estas cenizas fueron suprimidas de las imágenes en 1777, por estar relacionadas con los libros plúmbeos, que fueron prohibidos por la Iglesia.

Portada de la entrada del convento de la Merced. Dentro Claustro.


 

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1. Francisco Henríquez de Jorquera, Anales de Granada, tomo II, pp. 846-859, edición de Antonio Marín Ocete. Universidad de Granada, serie "Archivum", 1987.

2. Archivo Histórico Diocesano de Granada, legajo 108 f, pieza 26.

3. José Díaz Martín de Cabrera, Curiosidades históricas granadinas: los muy ilustres corregidores de la ciudad de Granada, Segunda parte, p.25. Revista del Centro de Estudios Históricos. Biblioteca de Andalucía, R 42.452.

4. Para aquella segunda etapa de la hermandad, la rosariana, seguimos a Emilia Martínez Ruiz "Fundación y Constituciones de la Hermandad del Santo Rosario de Nuestra Señora del Triunfo de Granada en 1698", Universidad de Granada, Crónica Nova, 18 (1990), pp.415-445.

5. Archivo Histórico Diocesano de Granada, legajo 217 f.