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viernes, 1 de diciembre de 2017

ANTIGUA Y VENERABLE HERMANDAD DE SAN NICOLÁS DE BARI





Antonio Padial Bailón

La Iglesia de San Nicolás

Una de las iglesias más conocidas de Granada, la iglesia de San Nicolás, con su famoso Mirador, se eleva donde la mirada se recrea con unos de los paisajes más bellos e idílicos de España, ante las colinas coronadas por los palacios nazaritas de la Alhambra y Generalife, y el renacentista de Carlos V; a los pies, el Darro (el Dauro de los romanos) y la ciudad de Granada, entre el verde de su Vega y la blancura nívea de la Sierra Nevada. Allí, en la vieja Alcazaba de Hizna-Román, se fundó en 1501 la iglesia parroquial de San Nicolás de Bari, una de las más antiguas de Granada.


Será el Papa Inocencio VIII el que concede a los Reyes Católicos una Letra Apostólica de fecha 4 de agosto de 1486 por la que autoriza dicha erección, en la que entre las futuras iglesias ya aparece la de San Nicolás, santo arzobispo de Mira. 

Fue la tercera iglesia en construirse en Granada sobre una antigua mezquita de la Al-Kasba musulmana, en el recinto de lo que fue la Eliberri ibérica. Se finalizó en 1525, dirigida por el maestro de obras Rodrigo Hernández. Quizá, también, fue la primera aljama que levantaron los ziries cuando llegaron a Granada. 

Lo relativamente temprano de su construcción hizo que se mezclaran en ella elementos góticos con mudéjares, siendo su interior de una sóla nave con capillas a ambos lados, que presentan arcos ojivales con el presbiterio, éste con personalísima planta semi-octogonal. También, el exterior contaba con dos puertas externas, una a los pies y otra tras la iglesia, hoy clausuradas, con arco de ese estilo. La actual portada de medio punto con las dependencias adyacentes es un añadido de finales del siglo XVIII o principios del XIX.

Restos de la iglesia de San Nicolás con el techo provisional después del incendio provocado de 1932


Iglesia de San Nicolás (1521) con la placeta mirador

Su Venerable e Ilustre Hermandad

No se sabe la fecha exacta de la fundación de la hermandad de San Nicolás de Bari, aunque podemos colegir si nos atenemos a la época de la primera imagen titular, tuvo que fundarse en la segunda mitad del siglo XVII. Antes de acceder a la sede granadina el arzobispo Alonso Bernardo de los Ríos (1677-1692) la hermandad ya estaba fundada pues este prelado fue cofrade de la misma.

No obstante, antes de fundarse la hermandad de San Nicolás existió otra, seguramente de finales del siglo XVI o principios del XVII, titulada  de Nuestra Señora y San Nicolás, pero dicha hermandad desaparecería o se transformó en hermandad de San Nicolás de Bari. Esta antigua corporación estaba muy ligada a Universidad de Granada y a la Universidad de Beneficiados, que acudía a la iglesia en el día del Santo (6 de diciembre) a ganar jubileo y celebrar su función con parafernalia de timbales, trompetas y clarines, cuyos componentes accedían al lugar montados a caballo. 

La primera imagen del santo parece una obra de taller, probablemente de la primera mitad del referido siglo XVII, que a partir de 1650 se colocará en el altar mayor de la iglesia de la que era su titular. La devoción que iba adquiriendo la imagen situada, como decimos, en el presbiterio, desembocó en la fundación de la hermandad que subsistiría en los siglos siguientes.

San Nicolás de Bari. Imagen primitiva, hoy en la iglesia de San José
Entorno a esta imagen antigua creció la devoción en el Albaicín al Santo de Bari, que fue obispo de Myra en el siglo IV de nuestra era. No obstante, la devoción al Santo se había extendido por el orbe cristiano, a cuya advocación se crearon en el mundo más de 2.000 iglesias dedicadas al santo.

Se tienen pocas noticias de esta hermandad, pero la devoción al santo ha llegado hasta tiempos muy recientes, como se dirá más adelante. De lo que conocemos de la hermandad se refiere principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Así en 1760 la hermandad realiza nuevas reglas, que fueron aprobadas por el arzobispo Barroeta y Ángel el 24 de julio de 1761.

A partir del año 1775 conocemos los datos de su libro de cabildos para nombramiento de hermanos mayores y mayordomos y entrega de cuentas, en las que se da noticia de los cargos directivos de la hermandad y otros hechos. Así sabemos que en 1776 se restaura un retrato del arzobispo, que seguramente sería el de Fray Alonso Bernardo de los Ríos, que había sido hermano de la corporación, y que se hicieron 100 estampas litografiadas de San Nicolás. La hermandad también contaba con diversos benefactores por su devoción al santo, algunos de la aristocracia granadina, como la Condesa de Luque que hacía aportaciones periódicas (1).

También la hermandad por esas fechas realizaba una misa los viernes y un rosario nocturno por las calles de la feligresía, seguramente por las almas de los hermanos fallecidos, pues, como la mayor parte de las hermandades, también tenía obligaciones de entierro y sufragios de sus cofrades.

Desde 1778 se venían produciendo ciertas actitudes del párroco y beneficiado de San Nicolás, D. Juan Romero y Palma contrarias a los mayordomos de la hermandad, que eran en ese año Andrés Pacheco y Pedro de Estrada. En un escrito al Provisor-Vicario de la diócesis denuncia que los mayordomos habían recogido las limosnas y las habían extraviado y, por ello, no habían podido realizar la función ni traer el Santo Jubileo. El Provisor ordena en un auto que los mayordomos hagan las funciones que son de su cargo y den cuenta de las limosnas recogidas.


Vista de San Nicolás y su mirador. Foto de Beatriz Carmona Lozano


Los mayordomos se defendieron, alegando que las tablas donde se ponía el Jubileo no estaban a cargo de los mayordomos, sino de Diego de Alcaudete, que ese año se había olvidado de poner en dicha tabla los días en que se acostumbraba a celebrarlo; que los hermanos que daban las limosnas la mayor parte eran de los pueblos y, en menor medida, de la ciudad; y que era el sacristán quién los conocía y quién trataba con ellos, cobrándoles las misas aplicadas sin entregar el dinero, en cierta connivencia con los encargados de recorrer los pueblos (partidos). Ellos tenían los libros de asiento de hermanos, sin quererlos entregar, y los que los conocían y por ello no podían los mayordomos saber cuántos eran los cofrades a quienes cobrar. Además, les entregaban falsas indulgencias que no eran las que tenía concedidas la hermandad.

En estas circunstancias, los mayordomos habían procedido a quitarle las funciones a los encargados de recoger las limosnas y al sacristán, por lo que resentido había éste acudido al nuevo párroco, induciendole a plantear la denuncia contra los mayordomos y, especialmente, contra Joseph de Estrada. Éste, para evitar más polémicas, parece que llegó a un acuerdo de pagó por él de los gastos de la función del santo del 6 de diciembre y quedó como mayordomo, junto con los dos entrantes, Salvador Jiménez y Francisco Cano, siendo, por lo tanto, tres los mayordomos que hubo en el siguiente año de 1780.

La hermandad logró tener muchos hermanos y devotos por los pueblos cercanos a la ciudad, especialmente en Peligros y Pulianas, que era obligación de los mayordomos recorrerlos para reunir las cuotas y limosnas de dichos devotos. Pero, en 1782, para que los mayordomos se dedicaran más a su labor se nombraron unas personas llamadas "añeros" encargadas de realizar estas actividades de recaudación, si bien, como se ha relatado, se habían expulsado a los anteriores "amigos" del sacristán.

A partir de 1783, se aprecia una crisis en la hermandad, que reduce considerablemente sus ingresos, y que no pudo menos que repercutir en el esplendor de sus celebraciones, suprimiéndose los gastos en música y desistir de llevar a sus funciones los tambores y otras parafernalias. Quizás, esto condujo a que, el día 19 de junio de 1787 se nombrara  por la autoridad eclesiástica un hermano mayor sacerdote en la persona del prebendado de la Catedral, D. Juan Romero, con lo que quedaba prácticamente intervenida la hermandad. Para darnos idea de la grave situación que en que se encontraba diremos que el presupuesto de la hermandad ese año fue sólo de 140 reales, una octava parte de lo normal.

Da la impresión de que los mayordomos, ante la penuria de la hermandad en esos años, se deshicieron de muchas alhajas del santo, pues en un documento de 12 de septiembre de 1789 el mayordomo Nicolás Valverde y Montoro alegaba que "(...) carece de las alhajas precisas para el adorno y decencia para el culto del Santo, y  que, noticioso de la confraternidad que había con la hermandad del Sr. San Roque, sita en la dicha iglesia de San Nicolás,  y que esta está en posesión de diversas prendas y alhajas que servirían a nuestra hermandad, por haberse ésta en suma decadencia (...) y que la de San Roque se halla enteramente destituida de hermanos (...) Suplico a V.M. mande se entreguen las alhajas y efectos de la hermandad de San Roque para el expresado fin".


Una nueva imagen de San Nicolás de Bari


Pero la crisis no duraría mucho tiempo, pues en 1789-1790, deciden los directivos encargar una nueva imagen de San Nicolás de Bari al escultor granadino Juan José de Salazar (1718-1790), escultor de avanzada edad para aquella época, y que falleció el día 8 de mayo de 1790, dejando la imagen sin finalizar. Sería Juan de Arrabal, nacido en Loja, y en otro tiempo colaborador de Salazar, (2) quién finalizaría la imagen del santo, que ese mismo año sería entregada a la hermandad, dirigida en ese momento por los mayordomos Nicolás Valverde, Faustino Barragán y Juan  de Morales.




La nueva imagen, de mayor tamaño que la primitiva, había sido realizada para ser vestida con  capa pluvial, mitra y báculo. Al entregársela a la hermandad, ésta la colocó presidiendo el manifestador de la capilla mayor de la iglesia de su nombre. En cuanto a la imagen antigua del santo se la trasladó a una capilla situada en el atrio de la iglesia, que al parecer, tenía una reja o cancela a la plaza para que los fieles pudieran en todo momento ver esta primitiva imagen, que era la que gozaba de gran veneración de la gente. De hecho, se habían suscitado ciertas polémicas por el cambio de la imagen entre los miembros de la hermandad y entre los devotos.

Revestida la nueva talla del santo le faltaba el báculo y la mitra; estas prendas de plata habían sido regaladas a la antigua imagen por el racionero de la Catedral Joseph Bazán, con la condición de que no se prestaran, pues, en tal caso, deberían de ir a adornar la imagen de San Blas de la misma iglesia. Al encargarse la nueva escultura del santo estas piezas de plata se le quitaron a la antigua por orden del Visitador, enviándose a las casas de contraste de la ciudad para su valoración y depósito, de ahí que los mayordomos, una vez realizada la nueva imagen, solicitaron su entrega a la hermandad, para que con ellas, y añadiendo la plata necesaria, sirvieran para hacer un nuevo báculo y mitra más grandes a la nueva imagen del santo, ya que se había labrado de tamaño natural por los escultores dichos.

En agosto de 1790 se llevan el báculo y la mitra al Fiel Contrastador de la ciudad, Manuel López Portero, certificando éste que el báculo tenía 49,75 onzas de plata con un valor de 895,50 reales de vellón y 17 maravedís, y su hechura costaba 395 reales, lo que hacía un total de 1275 reales y 17 maravedís. Con el valor de la mitra sumaban 58 onzas de plata. 

El Provisor autorizó que se empleara dicha plata en el nuevo báculo y que la hermandad pusiera la plata que faltara para las nuevas alhajas, ordenando que se las presentaran acabadas en el término de un mes.

Los mayordomos cumplieron el compromiso y, además, realizaron una caja de plata con sus dos llaves para guardar las Sagradas Formas en el sagrario de la iglesia, pidiendo que se anotara en el inventario y se diera de baja el cintillo y la capa pluvial de la antigua imagen (3).


Litografía de 1794 con la imagen nueva. Casa de los Tiros

En estos años finiseculares los mayordomos de la Hermandad de San Nicolás lograron gran influencia en la parroquia, a los que habían erigido en comisarios de aseo y adorno de la iglesia, quizá como consecuencia de haber logrado la destitución del sacristán por las prácticas fraudulentas que se produjeron hacía veinte años y que hemos comentado anteriormente. 


La silla del Santísimo

Como se ha dicho, la Hermandad de San Nicolás había restaurado el dorado de las capillas y donó la caja de plata del sagrario, así como, realizaría otras muchas liberalidades para la iglesia, como el arreglo de la silla del Santísimo, que la hermandad de este título poseía para que el párroco llevara el Viático a los enfermos de la parroquia. Precisamente, por esta silla se produjo en mayo de 1790 un altercado entre ambas hermandades (la del Santísimo y la de San Nicolás).

Los mayordomos de la Hermandad de San Nicolás, en el ejercicio de "administración" del templo que venían manteniendo en esta época, habían prohibido al sacristán la entrega de la silla a la Hermandad del Santísimo, que a su vez, la había prestado a la del mismo título de la iglesia del Salvador, como lo venían haciendo con otras parroquias del Albaicín. La razón que esgrimían los mayordomos era, que la silla había sido donada, hacia 1780, para que se usase por la parroquia de San Nicolás y no otras iglesias o particulares. Ante esta negativa de los mayordomos de la Hermandad de San Nicolás, los del Santísimo denuncian el hecho a la autoridad eclesiástica, que abrió un proceso por este asunto.


Silla de mano usada en el siglo XVIII
La silla había sido donada por Dª Melchora Lasso de la Vega, viuda de D. Nicolás de Barrera, portero de cámara de la Real Chancillería de Granada, la que usaba su marido para ir este alto órgano judicial.  

Dª Melchora declaró como testigo que la silla la había donado a la parroquia con la condición expuesta, y sin que dicha prenda hubiera sido cedida en concreto a ninguna de las hermandades con sede en la iglesia. Sin embargo, reconocía que la hermandad de San Nicolás era la que había pagado su reparación hacía dos años y sus arreglos siempre que era necesario, lo que venía causando "desazones" entre ambas hermandades de la parroquia. 

Por esta razón, y para evitar conflictos, realizaba ante el notario en ese momento expresa donación de la silla a la Hermandad del Santísimo, para que se usara en llevar el Viático a los enfermos, con la exigencia de que esta hermandad pagara los gastos de los arreglos de la pieza. Asimismo, nombraba como fiscales para velar por su cumplimiento a los mayordomos de la Hermandad de San Nicolás, y si se incumplía esta condición, la silla pasaría a esta última hermandad, y en caso de no aceptar, a la Hermandad del Santísimo del Salvador.

Por lo visto, los hermanos de la Hermandad del Santísimo solían promover sonados disturbios en la iglesia y éste era uno de ellos:  "Que no se verifiquen disturbios en el Santo templo por haber muchos hermanos del Santísimo no civilizados y que verifican mucho desorden en los cabildos de dicha hermandad y en la de San Blas y Ánimas, que ni el beneficiado ni personas de autoridad pueden contenerlos" y que, "(...) para evitar semejantes desordenes pedimos que el notario vaya asistido del alguacil y se haga saber a la Hermandad del Santísimo con la moderación y reverencia que merece el templo". 

Después, y a pesar de esos negativos informes sobre los hermanos de la hermandad del Santísimo, Dª Melchora insiste en donarles la silla, Parece ser, que recibió presiones de personas de esa hermandad, pues declara que se presentaron dos mayordomos en su casa para preguntarle si había sido ella la donante o su marido en testamento, respondiendo que había sido ella y que se ratificaba en que la silla fuera para esta hermandad del Santísimo y había firmado el escrito correspondiente.

Se piden las alhajas de la Hermandad de San Roque por la de San Nicolás. 1791.

La Hermandad de San Roque, sita en la misma iglesia, había quedado perdida y con escasos hermanos por la actividad de malversación que habían efectuado sus últimos mayordomos, y el provisor-vicario general de la diócesis determinó recoger las demandas, alhajas y demás bienes de la hermandad para depositarlos en la Oficina de Visitas del arzobispado. 


San Roque. Litografía de la Casa de los Tiros

No se le entregaron a la Hermandad de San Nicolás las prendas pedidas de la Hermandad de San Roque, pues, enterados del asunto los hermanos que quedaban de ésta, solicitaron el restablecimiento de la misma, y como consecuencia, el provisor denegó la entrega de esos bienes a los de San Nicolás.

Pero en junio de 1791 los mayordomos de San Nicolás vuelven a la carga, alegando que la hermandad se había hecho cargo del arreglo y adorno de la capilla de San Roque, que estaba muy descuidada, y que, también estaban al cuidado de la iglesia, habiendo invertido cantidades en el dorado de las capillas, arcos y repisas de dicha iglesia, porque las demás hermandades de la misma se hallaban con "muchas escasez y miseria". Se ofrecían los de la Hermandad de San Nicolás al realizar las gestiones para restablecer la Hermandad de San Roque y, en su defecto, emplear las cantidades que resultasen del valor de las alhajas en el dorado del retablo de dicho santo.

Esta solicitud también se vio denegada, pues conocida por el beneficiado de la iglesia y algunos hermanos de San Roque, se reúnen el 26 de julio de ese año (1791) dicho beneficiado, el sacristán, dieciocho hermanos y oficiales que fueron de la hermandad y deciden, cumpliendo los decretos del arzobispado, restablecer la hermandad, y elegir, ante la proximidad de la fiesta del santo, hermano mayor, mayordomo, dos comisarios y secretario, obligándose a cumplir las constituciones.

Al día siguiente el Visitador de las Iglesias, Antonio Muñoz Patón, ordena se le entregue a su hermandad la imagen de San Roque, las constituciones, los bienes, alhajas y los libros de cabildos y de cuentas depositados en su oficina a la nueva junta, quedándose la hermandad de San Nicolás sin obtener los bienes solicitados (4).


Iglesia de San Nicolás. Pintura de Gerald Palmer. Se ve el tabernáculo del presbiterio y San Nicolás en altar de cultos a la izquierda 


Se traen a Granada unas reliquias del Santo de Bari

Por noticias de 1797 del diario del siglo XVIII, El Mensajero Económico y Erudito de Granada, conocemos que la hermandad de San Nicolás celebraba a las seis de la tarde una novena al Santo a principios de mayo, que finalizaba el Domingo de la Santísima Trinidad. Pero ese año tuvo un especial significado por haberse traído desde Bari (Italia) una reliquia del Santo, para colocarla en la nueva capilla que la hermandad había construido para la imagen (5)

La reliquia, que venía en una caja herméticamente asegurada, se abrió el día 4 de mayo, segundo día de la novena, actuando como notario del acto el deán de la Catedral, en ausencia del provisor de la diócesis, y en presencia del cabildo y de los jueces eclesiásticos, dando al acto la mayor solemnidad. Se escribía:

"Estas reliquias, que consisten en varias redomas (frascos) del licor llamado Santo Maná, que destilan los huesos del Santo, y en la esponja que los ha tocado muchas veces para su extracción . Se han traído con tales resguardos y apoyados en auténticos documentos, que es menester ser incrédulo para dudar de su legitimidad ".

A parte de la noticia de la traída de estas reliquias del Santo de Bari, cuyo paradero actual desconocemos, y que posiblemente se perdieran con el incendio de la iglesia en 1931, es relevante que en 1797 o algo antes, se le realizó al santo una capilla propia. Desde la hechura de la nueva imagen, en 1790, sabemos que ésta se había colocado en el altar mayor de la iglesia, que parece que era una especie de tabernáculo, la noticia es que en ese año de 1797 se le realiza una nueva capilla, que se potenciará devocionalmente con estas reliquias, que se trajeron de Bari, según el periódico. 

Otra noticia curiosa que proporciona el periódico Diario de Granada en 1808, es que a la hermandad se le perdió una cerda y el mayordomo de ese año, Francisco de Teba, lo anuncia, ofreciendo una gratificación a quien la encuentre y devuelva. Quizás, entre las donaciones y promesas que se realizaban a la hermandad estaban estas en especie, como animales y otros productos. Ese mismo día se anunciaba la celebración del duodenario, que se realizaría todos los meses del año y que en el mes de diciembre coincidía con la festividad del santo, el día 6 de diciembre. 

Por lo visto, a la hermandad se le perdían otras cosas, pues el 17 de julio del siguiente año de 1809, se extraviaron unos recibos de cobranza de cuotas de hermanos en el trayecto que el cobrador recorrió de la Plaza de Gracia al Zacatín.

Después de la Guerra de la Independencia contra el invasor francés, la hermandad continuaba con sus cultos de la novena al santo, que comenzaba el sábado de Pentecostés y finalizaba en el Domingo de la Santísima Trinidad. Así se anunciaba en 1813, en cuya función iba la música de la Santa Iglesia Catedral y se impartía la comunión a los hermanos (6).

Un milagro de San Nicolás

Ocurrió el día 15 de abril de 1821. Un vecino de la placeta de San Nicolás, Juan Peñas "Juanete", que vivía con su hermana María en una habitación alquilada, en la casa inmediata al aljibe de San Nicolás de dicha placeta, tenía fama de joven juerguista y trabajaba como empleado de un horno de pan en la placeta albaicinera de la Charca. Había salido con cuatro amigos juerguistas como él, uno de ellos cristiano viejo, y estuvieron de taberna en taberna tres días continuados. Después de la jarana volvió ebrio a casa de su hermana, exigiendo a ésta de malos modos, entre blasfemias y maldiciones, que le diera de comer.

Aljibe de San Nicolás y casas adyacentes

Salió enfadado de la casa y marchó a sentarse en los poyetes que hay en la plaza, frente a la Alhambra, en ese mirador de ensueño que hoy conocen gentes de multitud de países. Allí, siguió profiriendo blasfemias contra Dios, la Virgen y San Nicolás, notando, a eso de las seis de la tarde, que iba perdiendo la vista, lo que causó en "Juanete" una enorme desesperación. Lo llevaron al horno de la Charca, donde trabajaba, propiedad de maese Miguel Sabán, dónde lo tendieron en una capilla que estaba encima del horno, y en la que pasó la noche sin alivio y entre sollozos. 

Al día siguiente, Carmen, la hija del hornero y su madre, Maesa Carmen Roxas, lo llevaron al poyete de la plaza de San Nicolás para ver si se aliviaba con el aire fresco y la llovizna que caía. En este lugar se encontraron con Juan Sierra, alias el Roquete, cortador de carnes y lidiador de toros, que le hizo unas pruebas, sin resultado alguno. De ahí, lo llevaron a unas boticas de las Calderería y de la calle de Puentezuelas, y, finalmente, a otra de plaza de la Compañía (donde hoy está la iglesia de los Santo Justo y Pastor), en la que el boticario, F. Ferrer, le recetó unas píldoras, que no pudieron pagar por no tener dinero, regresando al horno albaicinero.  

Al día siguiente, 17 de abril, lo visitó su amigo, Juan Amador, y le dio unas estampas de San Nicolás y de la Virgen de las Angustias, aconsejándole que se encomendara al santo. Creyendo "Juanete Peñas", que había quedado ciego por su vida desordenada, le pidió a su hermana, al vendedor de bollos de aceite y fideos, Juan de Tapia, y a varios amigos que lo llevaran "a la capilla del Santo Viejo", adosada a la iglesia de San Nicolás. 

Eran las cuatro de la tarde "(...) y lo sentaron en la placeta en un poyo y después a la puerta de la capilla del Santo viejo, que cae a la misma placeta, se hincó y agarró a la reja". Juanete, arrodillado en el escalón de entrada "lloró tembloroso, como azogado, y clamó a Dios y a San Nicolás, durante un cuarto de hora, sudando copiosamente". Le dijo a su hermana María que estaba viendo el cordel de la lámpara de la capilla y el báculo de la imagen, afirmando que veía más que antes, con lo que los presentes empezaron a dar gracias a Dios y a gritar ¡Milagro...Milagro!

Después, todos entraron en la iglesia a dar gracias a Dios y a San Nicolás, saliendo del templo rodeado de vecinos y amigos, deteniéndose, porque llovía,  en la puerta principal de la iglesia, (hoy clausurada), donde encontró junto al aljibe a su vecina Nicolasa, que le dijo " ¿Ves ya Juanete?", contestándole éste "que la veía con lechugas en las manos, como así era, efectivamente" (7).

Esta narración, además de darnos una idea de las vivencias de aquella Granada de hace dos siglo (por eso lo he descrito con cierta minuciosidad), nos sitúa en la existencia, ubicación y aspecto de la capilla de la imagen de San Nicolás "antigua" (hoy en la iglesia de San José), con la que, probablemente se fundara la hermandad.

Cuando en 1790 se labra la nueva imagen por los escultores Salazar y Juan de Arrabal, a la que en principio el pueblo le profesaría escasa devoción, (de hecho, como se ha comentado, hubo alguna polémica por haber sustituido la imagen), la antigua se colocó en una capilla adosada a la iglesia en la parte de la puerta lateral de entrada a la misma (hoy la única existente), y que los documentos consultados la sitúan en el atrio o porche de la iglesia. Esta zona, añadida entonces, la constituye hoy la entrada a la iglesia y dependencias laterales. 

Allí, se colocó la imagen vieja del santo con una reja al exterior para que el pueblo la siguiera venerando, como lo ha seguido haciendo hasta nuestros días en la iglesia de San José, donde se trasladó cuando fue incendiada la de San Nicolás en el año 1932. 


La entrada hoy a la iglesia, estimamos que fue la capilla del Santo antiguo

Pudiera haberse realizado esta puerta en 1828, cuando un rayo cayó en el templo el 21 de febrero de ese año, y hubo que realizar obras, cerrando las primitivas puertas de los pies y la lateral izquierda, ambas apuntadas, posiblemente para reforzar los muros (8).


Después de la Guerra de la Independencia la devoción al Santo de Bari fue creciendo; a la iglesia acudían multitud de personas en peregrinación los días 6 de cada mes para ganar el jubileo y realizar promesas a un santo de taumatúrgica fama. Dichas peregrinaciones se sucederán a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX.  

La primera procesión de rogativa de la que tengo constancia escrita es la que se produjo con ocasión de la epidemia de cólera de 1833-1835 que causó gran mortandad entre la población. La hermandad en esta ocasión, atendiendo a las peticiones de los fieles organizó una procesión de rogativa en la que se llevaron las imágenes de San Nicolás y de San Roque de la misma iglesia - ésta parece que es la que hoy se conserva en la iglesia de San José-, otro santo taumaturgo en los casos de epidemias. 

El final de la procesión fue el Convento del Santo Ángel Custodio, donde las clarisas franciscanas recibieron en su templo las imágenes para celebrar una novena en los días siguientes, y a la que asistieron los Cabildos de la Catedral, de la Capilla Real y del Sacromonte; la Colegiata del Salvador y las comunidades religiosas de la ciudad; la Universidad de Curas y Beneficiados. La Venerable Hermandad de San Pedro, de sacerdotes esperaba a la puerta del Santo Ángel Custodio, que en esta fecha estaba en su lugar primitivo, en la esquina de las calles Angosta de la Botica y de la Cárcel Baja. Dicha hermandad recibió a las imágenes con su pendón e insignias.   

En los días siguientes a la novena se vio disminuida la virulencia de la epidemia, y para finales del mes de agosto, ya se había superado la dolencia. De esta manera, el día 31 de agosto de 1835 se devolvieron en una procesión de aclamación a las imágenes de San Nicolás y de San Roque a su iglesia albaicinera, entre vivas y aplausos de los fieles y el estruendo de la pólvora, acudiendo el barrio agradecido a recibir en la plaza de San Nicolás a sus veneradas imágenes y entonándose un Te Deum en acción de gracias (9)

También, veinte años después, en 1854, la epidemia reapareció y los vecinos de acuerdo con la hermandad decidieron llevar a la Catedral en procesión de rogativa a la imagen de San Nicolás, entre filas de devotos y hermanos con velas y cantando la letanía de los santos. Fue el día 26 de noviembre de ese año y recibió a la hermandad el cabildo de la Catedral, colocando la imagen en el presbiterio y en el lado de la Epístola; la Virgen de las Angustias, presidiendo en el centro; y la de San Miguel en el lado del Evangelio.

En los días siguientes se realizó una novena y una misa de pontifical el día 6 de diciembre, día de su festividad, por el arzobispo de entonces, D. Salvador José de los Reyes (10). La Catedral fue engalanada para estas ceremonia y para la festividad de la Inmaculada, celebrada dos días después.

En esta epidemia de cólera murieron más de 15.000 personas, pero fue disminuyendo de forma paulatina. En el mes de febrero fueron devueltas, en única procesión, las imágenes de San Nicolás  y San Miguel, separándose las comitivas de ambos santos en la plaza albaicinera de la Charca y continuar cada una a su templo.  

Ya por esas fechas, y desde 1842, la parroquia de San Nicolás había sido suprimida, para integrarla en la de San José, quedando la iglesia del santo como ayuda parroquial de ésta última. Esta zona del Albaicín se estaba quedando paulatinamente despoblada, aunque la devoción al santo se mantenía en auge.

El duodenario a San Nicolás vendrá celebrándose cada mes a lo largo de todo el siglo XIX, y su fiesta y función principal del 6 de diciembre en un acto muy concurrido y una verdadera romería muy del agrado de los ciudadanos granadinos de la segunda mitad de ese a siglo. La Plaza de San Nicolás, que se llenaba de gente venida del resto de la ciudad y de los pueblos cercanos, empezaba a ocuparse a partir de las cuatro de la tarde, y seguramente, finalizaba con la procesión del santo por el Albaicín.

Una descripción curiosa realizó el periódico "El Defensor de Granada" en la romería de 1884:

"Los de la ciudad habían sacado de sus cofres los vestidos más elegantes y los sombreros de adornos mas originales. Los del barrio del Albaicín visten de españolismo, con sencillas flores, mantones de Manila, trajes sencillos de percal y lanilla, los de la ciudad: el polisson, los polvos de arroz y los corsés.

"La costumbre de visitar el Santo es muy antigua en Granada, con muchos devotos que colocan emblemas de agradecimiento en su iglesia y numerosísimas velas de aceite y cera y promesas del día 6. Dicen que, a última hora, las señoras y señoritas de los polissones se batieron en retirada y las del pañuelo quedaron dueñas del campo". Era, por lo tanto, un fiesta muy participativa de todas las clases sociales de la ciudad unidas por la devoción al santo y en la que se aprovecharía para contemplar sus reliquias y la magnifica colección de tapices flamencos, hoy en el Museo de la Catedral, porque se salvaron de la quema de la iglesia de 1932.




Me da la impresión que los citados tapices eran propiedad de la hermandad de San Nicolás, pues es ésta la que los deposita en la Catedral en el año 1928. También un artículo del diario "El Defensor de Granada de 1900, así lo afirmaba y los situaba adornando la zona de entrada a la iglesia.

Se cree que dichos tapices flamencos los realizó el tapicero de Bruselas Reolants hacia la segunda mitad del siglo XVII, probablemente en base a pinturas o cartones de Rubens, Van Dyck o Boeckhorst.

"La Visión de la Cruz"
       

Sobre finales del siglo XIX y principios del XX la romería se realizaba todos los meses el día 6, y era tal la afluencia, que desde el Pilar del Toro, entonces situado al inicio de la Calderería y a lo largo de toda esta calle, por donde solían subir los devotos del santo, se llenaba de pobres y pícaros pidiendo limosna, y "bien entonados de aguardiente" según un artículo de la prensa local, que sigue diciendo (11):

" Los más madrugadores, son los que vienen de los pueblos, donde la devoción está muy extendida (...) El sube y baja de las gentes es incesante durante todo el día". Muchos de estos peregrinos subían al Albaicín descalzos y con velas encendidas.

En esta época la imagen nueva del Santo, la de 1790, se había quitado del tabernáculo del presbiterio y se había colocado  en un pequeño camarín a la derecha del mismo sobre un altar portátil rodeado de flores y lámparas y velas, mientras la imagen antigua permanecía en la capilla de la entrada lateral, construida cuando se realizó la nueva imagen de Juan Arrabal y Salazar.


Los fieles, al llegar a la iglesia, la recorrían de rodillas varias veces y se postraban ante la imagen nueva, para continuar hacia la capilla de la antigua , en la que aparecía el santo rodeado de los exvotos (muletas, trenzas...etc.) puestos allí por los fieles en agradecimiento por los milagros y favores dispensados por el santo, exvotos que cubrían todas las paredes de la capilla.

Parece ser, que a principios del siglo XX la mayordomía de la Real Hermandad de San Nicolás (de Real se la denomina en esos años, sin saber en qué fecha obtendría este título), se concedía a personas de la alta burguesía granadina, concretamente en 1908 eran mayordomos Dª Mariana Tello de Toledo y D. José Méndez Vellido, que costeaban los cultos y la función principal, así como, la que por esos tiempos se celebraba por la hermandad para la Santísima Trinidad, de la que fue gran defensor San Nicolás de Bari.

Sin embargo, a mediados de los años veinte del pasado siglo la prensa tachaba de pobre a la Hermandad de San Nicolás, fijando como causas de su decadencia la supresión de su parroquia por la despoblación de su demarcación y su lejanía del centro de la ciudad, con difícil acceso por las calles en cuesta que había que subir para acceder al templo. Ello provocaba que las visitas de los fieles se limitaran a los días 6 de cada mes y con sus limosnas la hermandad sólo podía costear la función anual, la fiesta del Misterio de la Santísima Trinidad y una misa semanal. De todas formas, ya desearían las hermandades actuales poder celebrar unos cultos tan continuados, para los que se abría la iglesia desde la 7 de la mañana, hasta la hora de ánimas (12).

En la primavera de 1924 se agravaron las circunstancias de permanencia de la hermandad, que prácticamente era la que usaba el templo, con el hundimiento de parte de la techumbre de la iglesia debido a las lluvias. La hermandad celebró en agosto de ese año una rogativa para pedir la obtención de recursos para realizar las obras que se estaban realizando. 


Imagen de San Nicolás, tal vez de Torcuato Ruiz del Peral, que hoy está en la iglesia después de la última restauración
Dicho año, el 6 de diciembre se hizo un triduo y la función al santo, ungiendo a los fieles con el bálsamo de San Nicolás; entonces era hermano mayor D. Joaquín María de los Reyes, catedrático pontificio, que también asumió el cargo de tesorero, y lo seguirá siendo en los siguientes años, lo que da idea de las circunstancias de precariedad en las que estaba la hermandad.  Al siguiente año, será mayordomo D. Miguel Rodríguez Acosta, banquero e industrial de la ciudad. Por este tiempo, se aprovechaban los cultos para realizar otra función a los hermanos fallecidos de la cofradía (13)

La iglesia en los años siguientes se abrirá únicamente para los cultos a San Nicolás los días seis de cada mes, y como se ha dicho, en 1928, la hermandad decide (seguramente por D. Joaquín de los Reyes) trasladar los tapices flamencos a la Catedral, quizás para preservarlos del deterioro de las obras, aunque éstas iban lentísimas. Así siguen las cosas hasta el desafortunado incendio del 12 de agosto de 1932 en el que se perdió la imagen nueva del Santo y la antigua parece que fue recogida de los escombros por una devota vecina.

Estos acontecimientos supondrían la desaparición de la hermandad centenaria, pero no de la devoción al Santo de Bari, cuyos fieles seguirán acudiendo a visitar a la imagen del Santo Viejo , salvado de la quema y que se había trasladado a la capilla de la Inmaculada de los zapateros, que hoy ocupa en la iglesia parroquial de San José, junto con las imágenes de San Crispín y San Crispiniano, dichos Santos Zapateros, (la bella Inmaculada, atribuida de Diego de Mora, se puso en un pedestal en la nave de la iglesia, donde aún permanece).

En este templo se ha ido celebrando sus cultos por los devotos y el párroco hasta finales de los años setenta del pasado siglo, y aún hoy, acuden fieles a la iglesia de San José los días 6 de cada mes. Una devoción que se ha ido extinguiendo como la llama que se apaga por falta de aire.



San Nicolás en la última restauración

Los donativos para reconstruir la iglesia de San Nicolás empezaron en 1935, y siempre fueron escasos. Se realizaron obras para cerrar le techumbre del templo y otras de acondicionamiento y mantenimiento, pero su definitiva terminación aún está pendiente. 

Se abrió la iglesia al culto hace unas décadas culto para funcionar de una forma intermitente,  venerándose hoy en su iglesia una imagen de talla de San Nicolás, que parece haber sido realizada por el escultor Torcuato Ruiz del Peral. También se ha colocado en el presbiterio por la cofradía de penitencia del Cristo de la Misericordia del Silencio una copia por puntos de esta portentosa imagen de José de Mora. 

Ansiamos y esperamos que las autoridades competentes finalicen las oportunas obras de recuperación total de la iglesia, para poder contar con este templo tan importante en la historia artística y devocional de Granada.


La imagen de San Nicolás antigua, tal como está hoy en la iglesia de San José con San Crispín y San Crispiniano en el retablo de la Inmaculada de la Hermandad de los Zapateros


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1.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 12 f, pieza 12 y otras.

2. GÓMEZ-MORENO GONZÁLEZ, MANUEL. Guía de
Granada. Edición facsímil. Editorial Universidad de Granada,
2ª edición, 1998, Tomo I, pág. 419.

3.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 12 f, pieza s/n.

4.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 12 f, pieza s/n.

5. Diario El Mensajero Económico y Erudito de Granada de 25 de mayo de 1797.

6. "Diario de Granada" de 4 de junio de 1813.

7.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 12 f, pieza 4.

8. BARRIOS ROZÚA, JUAN MANUEL. Reforma urbana
y destrucción del patrimonio histórico en Granada. Ciudad y
Desamortización. Universidad de Granada, 1998, págs. 501-504.

9. Diario " La Gaceta del Sur" de 28 de 28 de mayo de 1924.

10.  Diario "Eco de Libertad" de 6 de diciembre de 1854 y "La Gaceta del Sur" de 28 de mayo de 1924.

11. "El Defensor de Granada" de 6 de diciembre de 1900.

12. "La Gaceta del Sur" de 1 de enero de 1924.

13. "El Defensor de Granada" de 5 de diciembre de 1925.

sábado, 24 de junio de 2017

ANTIGUA HERMANDAD Y COFRADÍA DEL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ Y ÁNIMAS DEL PURGATORIO (Hermandad de los Carpinteros de Granada)





ANTONIO PADIAL BAILÓN



En pasados siglos, varias hermandades existieron en Granada que daban culto al patriarca San José, que siempre ha gozado de gran fervor en el orbe católico, como esposo de María, padre adoptivo de Jesús y guardián de la Sagrada Familia.


No sólo fueron varias las hermandades granadinas que propiciaron su culto y devoción, sino también, sus imágenes proliferaron, y aún lo hacen, en todas las iglesias de la ciudad. De estas hermandades granadinas, situadas en iglesias como la de Santa Cruz la Real, San Gregorio, San Matías, Santa Ana, Conventos de San Antón o el de la Santísima Trinidad...etc., la más antigua y principal fue la que tenía su sede en la iglesia albaicinera de San José, en la que además era titular de la parroquial.

Templo de múltiples devociones y cofradías a lo largo del tiempo, se  consagró por el primer arzobispo de Granada, Fray Hernando de Talavera el día 7 de enero de 1492, siendo una mezquita consagrada al culto católico, como fue usual hacerlo en la Granada recién reconquistada. Era la mezquita de Al-Murabitín o de los ermitaños, edificada hacia el siglo IX, cuyo alminar aún conserva la iglesia como torre de campanas, siendo el único ejemplar en España anterior a los tipos almorávides.


La mezquita se derribó en 1517, para construir el templo actual, quedando la torre, como decimos, y el aljibe del que se sacaba el agua para las abluciones en época musulmana. El templo fue finalizado de construir en 1525, realizándose según el gusto ojival, aunque no así la portada, que se construyó por el cantero Luis de Arévalo, seguramente, en los años cuarenta del XVIII, en todo caso antes de 1756.

En los siglos XVII y XVIII era parroquia rica con casas nobiliarias y de Caballeros Veinticuatro de la ciudad, como la de los Carrillo de Albornoz, conquistadores del reino granadino y patrones de la capilla mayor de la que seguramente costearon su primer retablo (el actual es neoclásico trazado por Ventura Rodríguez en 1788-1789; o como los Mendoza de la Casa del Almirante de Castilla, entroncada con los Marqueses de Estepa; o la de los Carvajales, Condes de Benalúa, o la del Secretario de Felipe II y Felipe III, Luis de Salazar, Señor del Mármol, que fundó la Capilla que actualmente ocupa el Cristo de la Misericordia o la de los Obregones, Cerones...etc, familias que ocupaban otras capillas de enterramiento.


Recreación de la mezquita Al-Morabitín aljibe y alminar y la iglesia actual


Fundación

Pocos datos se conocen de esta Hermandad de la iglesia de San José, por lo que ha de ser necesariamente incompleta su historia, exponiendo en este artículo los por mí investigados. Por otra parte, este es el caso de la mayor parte de las antiguas hermandades, la mayoría de ellas desaparecidas, y de las que sólo conocemos datos incompletos.
  
Era de todas estas hermandades granadinas dedicadas al Santo Patriarca la de más antigüedad y predicamento, siendo fundada muy tempranamente, es decir, en 1528, aunque sus reglas no se aprobarían por la autoridad eclesiástica hasta el día 31 de enero de 1532, en tiempos del arzobispo D. Gaspar de Ávalos (1528-1542). Después, sus estatutos fueron renovados en siglos posteriores, en los que se producirán fusiones con otras hermandades de la parroquia.




Tenía el carácter de hermandad gremial, formada por los carpinteros de Granada y profesionales de otros oficios asimilados, aunque los silleros y ensambladores le daban culto a San José en una capilla callejera que existía en la calle de este oficio a la mitad de la de Abenamar, donde la cruzaba el Zacatín, realizándole en ella fiestas el día del santo, en las que como cofradía se incluiría la procesión con la imagen del Santo Patriarca. 

Otra imagen en cuadro de San José se veneraba en otra capilla o altar callejero en la calle Carpintería por los carpinteros de dicha calle, que estaba junto a la Casa o Coliseo de Comedias, situada al inicio de la calle de Mesones, cercana a la Puerta Real; y por último, en la capilla que existió en la Alcaicería, en la calle de los Tintes, donde se veneraba la imagen del santo, junto a otra de la Virgen (1).

Una de las noticias más antiguas que he recopilado sobre la Hermandad del Glorioso Patriarca San José de la iglesia de su nombre data de 16 de septiembre de 1624, día en el que el hermano mayor Salvador Morales y el mayordomo Luis Flores solicitan del Provisor y Vicario General de la diócesis, Jerónimo de Montoya, que se aplique en el ámbito del arzobispado granadino la Bula y Cartas Apostólicas de 8 de mayo de 1621 (Gregorio XV), que, al parecer, había conseguido - pues manda el original en latín al Provisor- la hermandad con dicha fecha:

"Que como parece desta Bulla original y cartas apostólicas se ha concedido y mandado que se guarde por fiesta el día de dicho glorioso Patriarca (...) suplican al Provisor lo mande ver y se guarde dicha fiesta en esta ciudad y su arzobispado y se mande a los vicarios de los partidos y nos vuelva el original de la Bulla (...)" (2).

Recibida la Bula, dicho Provisor manda que se cumpla y se guarde la fiesta de San José en Granada y en todo su arzobispado para siempre jamás.


Otra imagen similar de San José y el Niño

Por estas fechas se fundó, concretamente sobre el 16 de mayo de 1624, la Hermandad de las Ánimas Benditas del Purgatorio de la parroquia de San José. Ese día los hermanos solicitan del arzobispado la aprobación de sus reglas, aunque estas no reciben la autorización eclesiástica hasta varios años después, el 17 de marzo de 1628.

"Decimos que para gloria y honra de Ntro. Señor nosotros queremos fundar una hermandad de esclavitud de las Ánimas del Purgatorio en la iglesia parrochial de San Joseph para que con solamente con nuestra limosna y demás hermanos que en adelante fueran sentados en la hermandad podamos decir una misa a las ánimas del Purgatorio cada día, y hacer la fiesta de todos los Santos cada año y lo demás que acostumbra hacer en la esclavitud de dichas ánimas en la parroquia del Señor San Gil y demás parroquias y demás cosas que en las dichas esclavitudes se guardan  por su fundación y constituciones. Suplicamos a Vmd, nos mande dar licencia y podamos hacer y fundar la dicha hermandad en la dicha iglesia parrochial de San Joseph (…). La solicitud la firman más de veinte hermanos encabezados por Antonio Quesada de la Llana, Cristóbal de Herrera, Juan Gutiérrez, Antonio Ximénez, y Cristóbal de Robles. 

Las constituciones de la Hermandad de las Ánimas de San José, que se componen de 20 capítulos, tal vez copiados de la del mismo carácter de la iglesia de San Gil, con la que perecía muy ligada, y que sería extenso transcribirlas en este trabajo. 

Asimismo, no he logrado, por ahora, establecer la fecha de la fusión de esta hermandad de ánimas con la de San José, que, desde luego, ya estaban unidas en el siglo XVIII.

La imagen

En la época de fundación de la hermandad la imagen de San José que veneraría la cofradía no fue la actual, titular de la iglesia y que preside el retablo mayor, porque esta imagen es del siglo XVIII, como se dirá más adelante. Posiblemente, aquella primitiva imagen sería de las que distribuyeron los Reyes Católicos a partir de 1499 para abastecer de imágenes de culto a parroquias y a determinados conventos, y que se realizaron en el taller del maestro Ruperto o Uberto Alemán.


La hermandades antiguas, como ocurre en las actuales, no era extraño que cambiaran en algún momento de imágenes titulares para encargar otras que sustituyeran a las antiguas, acomodándose, de este modo, a los gustos y estilos que imperaban en cada época. Esto ocurrió en la Hermandad de San José, que tiene nueva imagen en 1755-1756, realizada por el escultor Torcuato Ruiz del Peral, y que es la que actualmente preside el retablo mayor de la iglesia.




Veamos el proceso por el que la imagen de San José de Torcuato Ruiz del Peral se convirtió en titular de la hermandad.

Da la impresión, según un documento que obra en el Archivo Arzobispal, que a mediados del siglo XVIII la hermandad se encontraba en cierta decadencia, por lo que sus hermanos solicitan del vicario general interino, D. Gabriel de Rus y Contreras, autorice que se celebren elecciones para elegir hermano mayor y mayordomo (3). 

" (...) bajo de la advocación del propio santo está fundada y son cofrades todos los individuos que comparecen del dicho arte, cuios alarifes han hecho de algún tiempo a esta para de mayordomos, entregándose de unos a otros los bienes de dicha hermandad, y deseando nosotros restablecerla a su antiguo ser, dándole el mayor culto que se pueda al expresado santo, suplicamos se sirva mandar a todos los del expresado arte, a fin de que, el domingo próximo venidero concurran de 2 a 3 de la tarde a la iglesia parrochial para que se celebren elecciones de mayordomos que cuiden de su culto, funciones (…) y que continúe en años sucesivos".

El cabildo general se autoriza por el provisor de la diócesis para el domingo 26 de enero de 1755 y en el que salen elegidos los maestros carpinteros Martín de Molina y Nicolás de Moya, que serían los encargados de normalizar la hermandad.

Estos nuevos cargos, y a proposición del hermano Pedro de Arroyo, beneficiado de la parroquial de San José, se reúnen en cabildo general a toque de campana, el 5 de octubre de dicho año de 1755. En este cabildo, celebrado con autorización del provisor general de la diócesis, el beneficiado citado propone la ampliación de la capilla de la hermandad y del Santo Titular (...) hasta la esquina de la capilla que se arrima y formarles media naranja interior (...)" .

El proyecto de ampliación de la capilla del santo, que creemos era la que está a los pies del templo, por lo que dice el documento de formarle una media naranja, aunque el documento que comentamos dice, también, que dicha ampliación interrumpía la entrada por la puerta principal del templo, lo que nos conduce a creer que dicha puerta estaba abierta en lo que hoy es la zona del ábside y al cerrarse con la capilla dicha puerta pudo clausurarse. 


Nuevo retablo diseñado por Ventura Rodríguez hacia 1788, donde se colocó el Santo, suprimiendo el anterior renacentista

La capilla se empezaría a ampliar y a remozar durante el mandato del hermano mayor Martín de Molina y del mayordomo Nicolás de Moia (Moya), siendo secretario de la hermandad el notario de la Audiencia Arzobispal, Pedro Rovira y Teruel, y la habrían de costear los maestros de arte de la carpintería, aunque sólo en lo relativo a la parte de la madera, " (...) los hermanos maestros de dicho arte unánimemente se obligaron a costear la referida fábrica por lo que respectaba a madera y manifacturas de ella y no en más (...).

El resto de la obra o de albañilería se costearía con las aportaciones de hermanos y demandas a los devotos, encabezando la suscripción el propio beneficiado con una entrega de 500 reales de vellón. Asimismo, para que el cabildo no tuviera que reunirse en el transcurso de la obra, se nombró una comisión de hermanos formada por Cristóbal y Joseph Sánchez, Francisco de Espejo y Francisco Morales, otorgándole la hermandad poderes para ello.

Años estos de mediados de siglo XVIII, en los que el escultor Torcuato Ruiz del Peral estaba en la cima de su quehacer artístico, y en los que nos legaría esta imagen de San José con el Niño, tal vez, una de sus mejores obras. La expresión movida de su composición y conseguida espiral de la túnica del Niño, amarrada bajo el pecho de clara inspiración canesca, así lo denotan. 

La imagen de San José había sido encargada y costeada el beneficiado de la parroquia, D. Pedro de Arroyo, asimismo, hermano de la hermandad de San José, e impulsor de la ampliación de la capilla, seguramente, movido por el deseo de que en ella se colocara la nueva imagen del santo, que provisionalmente la había situado en el altar mayor del templo.

Las obras de la capilla aún no estaban concluidas a finales de junio de 1756, habiéndose consumido en ella los 500 reales que aportó el beneficiado Arroyo, y al que tanto molesto la tardanza en las obras que convocó el cabildo de la hermandad el 29 de junio de dicho año, para expresar su desagrado por dicho hecho y por los daños que estaban produciendo las lluvias debido a la demora en su construcción.


Imagen de la portada de la iglesia, quizá la pudo hacer Ruiz del Peral

El beneficiado amenazó, además, con retirar la oferta que había realizado de la imagen del santo y anunció que existía un caballero que ofrecía fabricar la capilla con más amplitud en otro lugar de la iglesia, que no estorbara la puerta principal de la iglesia.

No aceptó el cabildo de la hermandad las amenazas vertidas ni cambiar de lugar la capilla y que la obra se iría realizando conforme a las limosnas que se recibieran, sin limitación de tiempo, pero a la mayor brevedad posible, haciéndose cargo la cofradía de las reparaciones por los desperfectos que causaran las lluvias.

Aún la obra de la capilla no estaba finalizada a principios de julio de 1757, pues en el cabildo celebrado ese día se da autorización a los nuevos cargos, Cristóbal Sánchez, hermano mayor y a Gregorio Cano, mayordomo, para que prosiguieran la obra de la capilla y camarín del santo. Estas dos personas parece que estuvieron en sus cargos diez, pues en 1767 fueron sustituidos por Antonio Calixto, como hermano mayor, y Manuel González Mayor, como mayordomo, pero en esta época no se trata ya de la capilla de la hermandad, por lo que es de suponer que estaría finalizada. En ese año otro beneficiado regía la parroquial, Thomás Nicolás Palomino, que hacía también de secretario de ella.

De lo expuesto, tal vez nos quede un punto algo difuso o ciertas incógnitas sobre la imagen y la capilla, pero así viene en los documentos consultados. Tales puntos difusos pueden ser:

¿La imagen que dona el beneficiado Arroyo es la de Ruiz del Peral u otra que desconocemos? Dado que las relaciones entre la hermandad y el beneficiado parecen deterioradas por la tardanza en las obras de la capilla y aquél amenazó con retirarle la imagen ¿la cofradía encargaría después la talla actual por dicho motivo? No creemos que esto ocurriera, dada la escasez económica que muestra la hermandad con retrasos en la obra de la capilla por falta de medios económicos y la relevancia como escultor de Ruiz del Peral cuyos honorarios serían elevados, y es muy posible que el beneficiado hubiera encargado la imagen para que representara al titular de la parroquia y que en ella se le diera culto por la cofradía.  



La hermandad parece estar muy mediatizada por los ministros de la parroquia, quizá por ser la hermandad que daba culto al titular de la misma, pues los beneficiados convocaban los cabildos, los presidían y hacían las veces de consejeros espirituales de los hermanos. 

Otra noticia de la hermandad la tenemos en 1759, cuando vota en el cabildo de 14 de octubre de ese año no atender al llamamiento del Caballero Veinticuatro de Granada, D. Pedro Pascasio de Ortega y Baños, Comisario de la Proclamación del Carlos III, para que la corporación participara en las fiestas, máscaras y arcos triunfales con motivo de dicha proclamación. La hermandad acuerda por unanimidad no participar en dichas fiestas, porque "esta hermandad y arte, que por sus muchos atrasos y pobreza no podían concurrir con maravedíes algunos ni otros costos a dicha proclamación, y que por los cuatro dichos alarifes se pase a presentar la imposibilidad con que se haya la hermandad de concurrir a lo expresado".

Según nos informa el trinitario Fray Antonio de la Chica Benavides, parece que la hermandad adopta la forma de Esclavitud por estos años, quizá por haberse fusionado con la hermandad de las Ánimas que tenía este carácter. Ello se constata en el anuncio en 1764 por la Esclavitud de San José de un jubileo en la segunda quincena de mayo y una setena al Santo, que a continuación se celebraba, y que se seguirá celebrando hasta la hace pocas décadas (4).

Con esta fusión, quizá la hermandad se anticipó a la supresión de las hermandades gremiales que se produciría pocos años después con la normativa de los gobiernos ilustrados de Carlos III.

Por un cabildo general de 24 de febrero de 1771, para elegir nuevos cargos, sabemos que la capilla estaba concluida y la hermandad había encargado un retablo, que en esa fecha estaba casi concluido y la imagen colocada en él. El acta del cabildo dice: " (...) Respecto al hallarse lo más del retablo concluido y el santo estaba ya rematado en vista (...). Probablemente, no muchos años estaría el santo en su capilla y retablo, pues al realizarse el mayor de la iglesia, según traza de Ventura Rodríguez (hacia 1788) y que finalizó Felipe Vallejo en 1789, la imagen sería colocada presidiendo dicho retablo.




La hermandad de los carpinteros seguirá su curso en el siglo XIX con las vicisitudes diversas que ocurrieron en los aspectos social, religioso y político en ese siglo. Seguirá con la celebración de su septenario, englobando aún entre sus hermanos a los del arte de la carpintería, aunque también pertenecían a la hermandad personas de otras distintas actividades o profesiones (5)

También en 1809, probablemente algunos años antes, se había formado dentro de la hermandad una congregación de señoras, siendo comunes estas asociaciones dentro de algunas hermandades a finales del siglo XVIII y principios del XIX (Cristo de San Agustín o Ntra. Sra. de las Angustias). Estas señoras celebraron en octubre de 1809 una setena a San José por la finalización de la guerra que la nación dirimía contra las tropas napoleónicas.  

No sabemos cuándo la Hermandad Sacramental de la parroquia se une con la de San José; por lo pronto, la sacramental en 1848 modifica sus estatutos para incluir la devoción y culto a la imagen de San Miguel, al haberse suprimido su parroquia albaicinera e incluirse su feligresía en la de San José.



Seguramente, la fusión se produciría a finales del XIX o principios del XX, pues en la procesión del Corpus participa como hermandad sacramental en ese periodo.

También, hacia 1865 se establece otra hermandad del santo en la iglesia de San Antón, que mantuvo cierto esplendor, por personas pertenecientes a la alta sociedad granadina, y que llevaba el título de Ilustre Hermandad del Patriarca San José, de la que eran mayordomos J. Salvador Moreno Agrela y José Sanz Quero, que celebraba, también, un septenario en primavera. En la del año 1906 predicó el Padre Fdez. Arcoya, coadjutor entonces de las Angustias e intervino la orquesta del Maestro Gómez (6)


San José de la Iglesia de San Antón

El Defensor de Granada en su número de 13 de junio de 1906 relata las fiestas del Albaicín en las que se adornaba la Plaza Larga con el retablo que fue de San Cristóbal, colgaduras en las calles y arcos de triunfo para recibir a la procesión de Ntra. Sra. del Amor Hermoso, en su trono de artísticos varales, con columnas y templete festoneados de guirnaldas blancas. En dicha procesión se llevaba la imagen de San José portada por los carpinteros. Aunque, seguramente, no sería la imagen de San José de la iglesia de este título la procesionada, sí denota la persistencia del espíritu gremial en esa época. También se celebraba una procesión con San José desde la iglesia de San Ildefonso por los carpinteros, allá por 1919.

Gran relevancia tuvieron los cultos del septenario y función de la Hermandad de San José en las primeras décadas del siglo XX. Como muestra de ello reseñamos los de 1913: "Terminó en su iglesia parroquial el Septenario, que según tradicional costumbre, dedica al glorioso Patriarca su Ilustre Hermandad. Estos cultos han revestido solemnidad extraordinaria, contribuyendo la extensa iluminación eléctrica (novedosa en estos años) y de cera y el adorno artístico del hermoso retablo de la capilla mayor, en el que se venera la imagen del Santo Patriarca.

Todas las tardes se han cantado las coplas que para el Septenario compusieron los famosos músicos granadinos Blancas, Palancar, Domingo y Ruiz de Henares, cuya interpretación a cargo de una nutrida capilla de música, ha sido muy acertada.

Nuestro venerable Prelado ha asistido varias tardes al Septenario, al que han acudido numerosos fieles" (7). La predicación corrió a cargo de los Redentoristas.






También sabemos quiénes eran los mayordomos de la hermandad en 1921, que costearían el "Septenario que se celebraba en honor del Patrocinio de San José por su Hermandad de Esclavos de la que son mayordomos Rosalía Baillo de Enríquez de Luna, Patrocinio López Atienza, Mariano Jiménez de la Serna y José López de Hierro". 

De los nombres de estos mayordomos se deduce que la hermandad, como en casi todas las antiguas cofradías que persistieron a principios del siglo XX, eran patrocinadas, como mayordomos de ellas, por personas de la aristocracia y burguesía granadina. Aunque los cultos se celebraban con solemnidad y algunas de estas hermandades se mantenían con vida, sin embargo, no por ello atravesaban momentos de esplendor, dada la escasez de cofrades que formaban sus nóminas.


Ese año de 1921, predicaron el Septenario párrocos y dignidades de la iglesia granadina, como Gutiérrez Tienda, Fernández Arcoya, Rodríguez Tapia, párroco de San José, Juan Cuenca o Enrique Bermejo. Actuó la capilla de música a gran orquesta de la Catedral tocando los Dolores y Gozos de varios compositores (8). 

En esta época se estaba fundando la Cofradía de Penitencia del Stmo. Cristo de la Misericordia (Silencio), tomando como titular la portentosa imagen del Crucificado de Mora, que procedente de San Gregorio Bético, se le estaba dando culto, desde 1861, en la iglesia de San José. Como se dirá más adelante, la hermandad de San José se fusionará con la del Silencio.


En 1926, se procesionó la imagen a finales de febrero como final de una Misión de las que tan común era celebrar en la primera mitad del siglo XX. Tenemos el itinerario de dicha procesión, que fue por las calles de San José, Grifos de San José, Cuesta de San Gregorio, Calderería Vieja a la Plaza Nueva, y regresó por Elvira, Placeta de San Gil, Calderería Nueva, Alamo del Marques y su placeta a su Iglesia de San José. Era párroco D. Pedro Ruiz Valdivia (9).



El Noticiero Granadino de 12 de marzo de 1927 nos proporciona la junta directiva nueva formada por el hermano mayor, José Hermoso; y por la parte de los profesionales que trabajaban la madera se eligieron otros cargos: por los escultores, a José Navas Parejo; Carlos Pareja por los carroceros; Antonio Fernández, por expositores de muebles; el Sr. Roche, por los ebanistas; Antonio Rubio, por los tallistas; Francisco Gil, por los carpinteros de mar; Rafael Cuesta, por los constructores de carretas (faltan los silleros), y era secretario, Luis Morell Terry (10).

Aún durante la Guerra Civil se celebraba  el septenario por la Antigua Hermandad de los Esclavos de San José, como se anunciaba en el periódico Ideal de Granada de 1 de mayo de 1938, insertándose en la convocatoria una foto de la imagen, e indicando que la hermandad se había fundado nada más conquistarse la ciudad. Es posible dicha antigüedad, pero como se ha manifestado al principio de este trabajo, las primeras noticias documentadas son de 1528, cuando piden la aprobación de sus reglas y éstas les son aprobadas por la autoridad eclesiástica en 1532.

Como era habitual se cantaron ese año de 1938 los Dolores y Gozos, que en esta ocasión se produjo la novedad del estrenó de la composición del maestro Ruiz Henares y Vázquez, exigiéndose la firma de una cláusula contractual en la que se determinaba que no debían salir los papeles de dicha música de la parroquia, ni pudieran tocarse en parte alguna

En estos años aciagos de la II República y de la Guerra Civil se decía que la devoción al setenario no se ha interrumpido aunque se ha perdido en estos años en solemnidad. La hermandad se había enriquecido con nuevos miembros, resarciéndose algo de los pocos con que últimamente contaba. Estos cultos se componían en esta època de la exposición del Santísimo, desde las ocho de la mañana, seguida de una misa cantada a las diez, y por la tarde, a las seis y media, el ejercicio del setenario y sermón. Finalizaba el Septenario con la Función Principal a la temprana hora de las ocho de la mañana.


Cristo del Silencio


Los cultos del Septenario se siguieron celebrando después de la Guerra Civil, habiendo investigados datos del mismo hasta el año 1959; seguramente, la hermandad prosiguió, aunque con notable decaimiento, en las décadas de los años sesenta y setenta, siendo revitalizada por la fusión, en 1987, con la hermandad de penitencia del Santísimo Cristo de la Misericordia, El Silencio, con sede, desde 1921, en la iglesia parroquial de San José. Es con esta fusión por la que esta hermandad adquiere el carácter de sacramental.




Un caso de una antiquísima hermandad, que nos viene desde los inicios del siglo XVI, sorteando en el tiempo las más diversas vicisitudes con etapas de florecimiento y otras de patentes dificultades. Hoy la hermandad continúa su andadura unida a la penitencial del Silencio, esperamos que por muchos siglos más.


Stmo. Cristo del Silencio de José de Mora, S. XVII






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1.   HENRÍQUEZ DE JORQUERA,Francisco, Anales de Granada, tomo I, pp. 266 y 267, edi. facsímil, serie Archivum, UGR.

2. ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 11f, b, pieza nº 6.

3. ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 11f, b, pieza s/n.

4. DE LA CHICA BENAVIDES, Fray Antonio, Gazetilla Curiosa..., 1764, papel VI.


5. DIARIO DE GRANADA de 23 de abril de 1809, anuncia el septenario. BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA de 6 de mayo de 1835.

6. NOTICIARIO GRANADINO  de 21 de abril de 1906.

7. Ibídem de 16 de abril de 1913.

8. Ibídem de 12 de abril de 1921.

9. LA GACETA DEL SUR de 28 de febrero de 1926.

10. NOTICIERO GRANADINO de 12 de marzo de 1927.