Antigua y Venerable Hermandad de los Santos Mártires San Sebastián y San Fabián
Antonio Padial Bailón
La Hermandad de San Sebastián y San Fabián, conocida por el pueblo con el título del primer santo, se puede calificar como de muy antigua, puesto que su fundación se remontaba a unas décadas después de la conquista de la ciudad (1531).
La hermandad se funda en un morabito construido en 1212 en la ribera del Genil, que había sido sacralizado desde el mismo momento en que los Reyes Católicos entran en la ciudad y allí se celebra la entrega de la misma y una misa de acción de gracias, dedicándose al santo mártir. La Reina Católica donó la imagen de Ntra. Sra. de la Antigua, como patrona de la ciudad y mandó colocarla, en principio, en este morabito, donde estuvo venerándose antes de llevarse al convento de San Francisco de la Alhambra y a la primitiva catedral. Es el único morabito que se conserva en la actualidad prácticamente intacto (1).
Lugar extramuros de la ciudad y en un paraje idílico en aquellos años, cuyo acceso fue adornado con una alameda que se plantó en 1612, en lo que hoy es el Paseo del Violón, hasta concluir en la ermita. Era ese año corregidor de Granada D. Gómez Zapata (2).
Fundación de la hermandad
La hermandad de San Sebastián pudo fundarse de hecho a principios del siglo XVI por mercaderes de ganado, si bien, su autorización eclesiástica y aprobación de reglas se produce el 20 de mayo de 1531 por el provisor y vicario general D. Diego de Raya, en tiempo del arzobispo D. Gaspar de Ávalos (3), siendo su impulsor D. Diego de Arroyo. Contó, en principio, con gran auge que fue decayendo en la segunda mitad de dicho siglo al contar a finales del siglo con pocos hermanos. Eran las vicisitudes de las antiguas cofradías que a momentos de gran esplendor le siguen otros de decadencia.
La hermandad de San Sebastián pudo fundarse de hecho a principios del siglo XVI por mercaderes de ganado, si bien, su autorización eclesiástica y aprobación de reglas se produce el 20 de mayo de 1531 por el provisor y vicario general D. Diego de Raya, en tiempo del arzobispo D. Gaspar de Ávalos (3), siendo su impulsor D. Diego de Arroyo. Contó, en principio, con gran auge que fue decayendo en la segunda mitad de dicho siglo al contar a finales del siglo con pocos hermanos. Eran las vicisitudes de las antiguas cofradías que a momentos de gran esplendor le siguen otros de decadencia.
Hacia 1538, se erige un humilladero a la salida del puente del Genil, que constaba de un templete con cuatro pilares de piedra y cuatro rejas que guardaba la imagen de un Crucificado de alabastro, según nos dice Henríquez de Jorquera. Era una estación para los viajeros que entraban por esa parte de la ciudad y se postraban ante el crucifijo y un lugar de rezo para los que paseaban por las alamedas. La hermandad de San Sebastián, cuando ya residía en su iglesia hospital en Bibrambla, llegaba en su procesión hasta dicho humilladero, por no alargar la misma hasta la ermita del Violón, su primera sede. Por ello, el pueblo conoció a dicho humilladero como el de San Sebastián y, aun hoy, seguimos conociendo el lugar como el Humilladero.
Dichos mercaderes de ganado, hacia 1556, fundan un hospital con iglesia para la cura de sus empleados, criados y pastores, situado entre la Plaza de Bibrambla y la calle Virgen de los Plateros, junto al Zacatín y la calle Príncipe, adonde se trasladó la hermandad desde la ermita del Genil, aunque siguió manteniendo ésta con un ermitaño. La nueva sede de la hermandad y su hospital se construyen hacia 1550, demoliéndose en 1837 y propiciando una reforma de la plaza de Bibrambla, a mediados del siglo, para comunicarla, al cubrirse el Darro, con la nueva calle de Reyes Católicos.
Plaza del Humilladero de San Sebastián y la entrada de la Carrera |
Dichos mercaderes de ganado, hacia 1556, fundan un hospital con iglesia para la cura de sus empleados, criados y pastores, situado entre la Plaza de Bibrambla y la calle Virgen de los Plateros, junto al Zacatín y la calle Príncipe, adonde se trasladó la hermandad desde la ermita del Genil, aunque siguió manteniendo ésta con un ermitaño. La nueva sede de la hermandad y su hospital se construyen hacia 1550, demoliéndose en 1837 y propiciando una reforma de la plaza de Bibrambla, a mediados del siglo, para comunicarla, al cubrirse el Darro, con la nueva calle de Reyes Católicos.
La nueva ubicación de la hermandad, de su iglesia y hospital en la Plaza de Bibrambla parece que fue propiciada por un benefactor o fundador, D. Pedro de Arganda, según se deduce de la documentación de un pleito del que trataremos más adelante.
El lugar marcado en rojo señala dónde se alzaba el hospital e iglesia de la Hermandad de San Sebastián |
La hermandad celebraba cada año una procesión con la imagen del Santo el día de su dedicación (20 de enero), aparte de las procesiones de rogativas por las epidemias en las que se consideraba intercesor. En la decadencia de la hermandad de finales del XVI, ésta dejó de realizar su procesión a la que asistía el cabildo de la Santa Iglesia Catedral y su deán, tal vez por no poder pagar los 100 ducados al citado cabildo para que asistiera a la procesión.
A principios del siglo XVII, vuelve a tener un auge apreciable impulsada por el arzobispo D. Pedro González de Mendoza, que restauró, en 1614, la procesión, ordenando que tuviera el carácter de procesión general con acompañamiento de todas las cofradías y hermandades con sus estandartes, así como, los miembros de las distintas órdenes religiosas establecidas en la ciudad y del cabildo de la catedral y el de la ciudad, sin que cobrasen por sus asistencia. Cumpliendo esta orden salió la procesión el día 20 de enero de 1614 rodeada la imagen del santo por el clero de Granada (4).
En la procesión era llevado todos los años San Sebastián a la catedral, algunos años, hasta el Humilladero, regresando después a la iglesia del hospital, con jubileo del día del santo y dedicación de cuantiosas misas, que se repetían en los altares de la iglesia todos los días de fiesta.
En 1637, con motivo de haber cesado una epidemia en Málaga se organizó otra procesión general de acción de gracias el día 15 de octubre con la imagen del santo y asistencia de los dos cabildos con salida desde la Catedral hasta la ermita de de San Sebastián, cerrándose la Alcaicería como si se tratara de día festivo.
Otra procesión general tengo documentada en 1691 en la que se llevó a San Sebastián a su ermita del Genil el día de San Juan y a la que asistió la hermandad de penitencia de la Santa Vera Cruz con más de cien luces y veinticuatro hachas; si otro tanto aportaron el resto de hermandades, la procesión hubo de tener un evidente esplendor.
También daba culto, como era común en estas hermandades de San Sebastián, a San Fabián, Papa mártir, cuya festividad se celebra el mismo día, 20 de enero.
Conflictos a finales del XVII
Otra procesión general tengo documentada en 1691 en la que se llevó a San Sebastián a su ermita del Genil el día de San Juan y a la que asistió la hermandad de penitencia de la Santa Vera Cruz con más de cien luces y veinticuatro hachas; si otro tanto aportaron el resto de hermandades, la procesión hubo de tener un evidente esplendor.
También daba culto, como era común en estas hermandades de San Sebastián, a San Fabián, Papa mártir, cuya festividad se celebra el mismo día, 20 de enero.
San Fabián y San Sebastián en la Catedral de Cuenca |
Conflictos a finales del XVII
A lo largo del siglo XVII la hermandad de carácter cerrado o gremial se abre a la participación de otros fieles. Así, en 1698 el hermano mayor, Francisco de Carrión, era platero. También en su hospital se empiezan a atender enfermos no ganaderos carentes de recursos económicos, a los que se les hacían funerales y sepultaba, sin contar con la anuencia del arcipreste, ni pagar los derechos parroquiales al Sagrario, a cuya circunscripción parroquial pertenecía la iglesia y el hospital de San Sebastián.
Ello motivó una serie de conflictos con la parroquia; del primero que tenemos constancia fue el incoado en 1691. La hermandad tenía sus propios capellanes de los que se servía para todas las cuestiones religiosas, mostrando cierta independencia de los ministros del Sagrario, que éstos no toleraban.
La hermandad tenía licencia para celebrar sólo dos misas y, en 1691, a petición de los fieles, aquéllas se aumentaron a varias al día y el capellán y otros sacerdotes administraban la comunión a los enfermos, cosa a lo que no estaba autorizada la hermandad. Ante esta situación, el provisor del arzobispado prohibió dichas misas y consagración bajo pena de excomunión y 20 ducados de multa.
Parece que la hermandad y el capellán, no obstante las penas en que podían incurrir, siguen consagrando y dando la comunión a los fieles; no olvidemos que de ello dependían parte importante de los ingresos de la hermandad y del hospital, que se traducían en mandas y memorias de los devotos.
En mayo de 1693, el hermano mayor, Fernando Pérez Pavón, pide al provisor del arzobispado licencia para tener sagrario en la iglesia del hospital, porque había que traer el Santísimo de la parroquia del Sagrario y con ello se producía una tardanza en administrarlo a los enfermos moribundos, que a veces fallecían sin recibir la Comunión, con grave peligro para sus almas. Todo esto da la impresión de ser en el fondo una excusa para conseguir la permanencia del Santísimo Sacramento en su iglesia. A esta alegación se le responde por el juez eclesiástico con otra excusa: la de que en ese momento estaba vacante la sede del arzobispado y faltaba poco tiempo para que tomara posesión de la misma el nuevo arzobispo, D. Martín de Ascargorta y entonces se resolvería.
Parece que no se dio licencia para lo que pedía la hermandad, pues tres años después, en 1696 el capellán y mayordomo de la misma, D. Juan Moreno Parra, vuelve a pedir licencia para el mismo asunto y para que se administrasen los Santos Oleos a los enfermos moribundos y que en la iglesia del santo se puedan cantar los oficios del Domingo de Ramos, del Jueves y Viernes Santos. Tampoco en esta ocasión consiguieron la licencia solicitada, prohibiendo tales oficios y que no se diera la comunión; asimismo se ordenaba que en las festividades se diera cuenta al arcipreste del Sagrario de las misas solemnes a celebrar, para las que se les remitían las tarifas que debía de percibir por ellas la parroquia. También, en los entierros de hermanos y enfermos en la bóveda de la iglesia, los funerales los había de oficiar el sacerdote que enviará el Arcipreste del Sagrario y no se había de cobrar más que la cera, pagando a la parroquia por los pobres que en el hospital se enterraran lo mismo que si en aquélla lo hicieran.
El capellán alegaba que en el oratorio se celebraban misas y se daba la comunión desde hacía más de cien años y que en la primera misa que se decía cada día se consagraba y se daba la comunión, quedando el copón con las Formas que sobraban cubierto con velo y seis velas para alumbrar al Santísimo y se consumían aquéllas totalmente en la última misa. La petición fue denegada, pero se siguió, pese a la prohibición, administrando el Santísimo a fieles y enfermos.
En 1698, viendo la rebeldía del capellán y hermandad en obedecer los mandatos y prohibiciones, el arcipreste de la parroquial del Sagrario, D. Jerónimo de la Serna se querelló dicho año contra el dicho capellán, D. Juan Moreno Parra, contra el hermano mayor, D. Joseph de Molina y contra el mayordomo, Fernando Pérez.
Según la descripción de la iglesia que se realiza por el fiscal del arzobispado, en la misma había un retablo dorado en el altar mayor presidido por la imagen de San Sebastián en su nicho central. Sobre el altar mayor una imagen de Jesús Nazareno, e inmediato al altar mayor, otro con la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad. Estas imágenes de Pasión, seguramente las tendría la hermandad para celebrar las funciones de Cuaresma y Semana Santa, sin que se sepa si con ellas celebraba algún acto público penitencial o procesión, aunque es posible(5).
En la procesión del día 20 de enero de 1700, que por esos años, seguramente dada la gran afluencia de asistentes, entre ellos las órdenes religiosas con sede en la ciudad, la procesión salía de la Catedral y no de su capilla del hospital. Ese año hubo conflicto en dicha procesión entre las comunidades de los agustinos descalzos y los carmelitas calzados por el lugar que habían de ocupar en la procesión dichas comunidades, Asimismo, dichos agustinos también entraron en conflicto con los franciscanos observantes de la " Casa Grande" de San Francisco, porque decían aquéllos que tenían que ir junto a estos y no se habían de intercalar ninguna orden descalza. Después del alboroto acusado abandonaron la procesión de San Sebastián ambas comunidades (6).
La hermandad en el siglo XVIII
Casi treinta años transcurrieron hasta que la hermandad consigue que el Santísimo Sacramento se colocara en su iglesia-oratorio. Fue por acuerdo formalizado en escritura de 7 de abril de 1727, en la que se determinaban las condiciones del acuerdo entre el arcipreste del sagrario, la hermandad y su capellán. En ella se fijaba la condición de la iglesia-oratorio como capilla externa del Sagrario de la Catedral, con sujeción a la autoridad del arcipreste al que "...le competen en la hermandad e iglesia las facultades que tiene en el sagrario para remediar cualquier abuso y escándalos".
De hecho, los capellanes de la hermandad ejercían, como rectores del hospital, la máxima autoridad desde la erección del mismo, sobreponiéndose a la del hermano mayor y mayordomo. Tal vez, el apoyo que había recibido de ellos la hermandad en su deseo de autonomía con respecto a la parroquia del Sagrario, hacía que los oficiales de la misma condescendieran en este ejercicio de autoridad de los capellanes sobre la hermandad y su hospital.
Pero en 1759 se declara un conflicto entre la directiva de la hermandad y su capellán, Antonio Henríquez y Santamaría que ostentaba el cargo de rector del hospital (de hecho lo venían ejerciendo los capellanes desde hacía tiempo). Dicho capellán, se quejaban el hermano mayor, Joseph de Acosta y el mayordomo Félix de Carvajal, que decía las misas, traía y despedía a los sacerdotes que oficiaban en el oratorio sin consultarlo a la hermandad, cosa que no era de su competencia.
El arcipreste del Sagrario, Francisco Cordero y Chinchilla, pide que se convoque el cabildo general de la hermandad para el día 15 de mayo de 1759 a toque de campana, como era costumbre, asistiendo el mismo dicho arcipreste, en cuyo cabildo pretendió tener él la competencia de nombrar dichos capellanes, a lo que la hermandad parece que se negó. Esto no hizo más que agravar el conflicto, pues el arcipreste se retiró desairado, alegando que en la concordia de 1727, en la que se autorizó a la hermandad a poner el Santísimo en la iglesia del hospital como capilla externa del Sagrario, le confería la competía el nombramiento de capellanes.
El arcipreste que había presenciado en varios cabildos las disidencias entre el capellán-rector y la hermandad, pretendiendo pacificarlos, aprovechó para interponer su autoridad sobre la iglesia del hospital y su hermandad y pide al provisor:
Ante esto, la hermandad que veía que la solución que se daba era más nociva a sus intereses que la situación anterior, declina sus pretensiones frente al capellán-rector y pide que le devuelvan las competencias de las que fue despojado el día 5 de julio de 1759, afirmando que las ostentaban los capellanes desde la fundación del hospital. Alegaban, por el contrario, que en la escritura de concordia con la parroquia de 10 de abril de 1727 no había pacto alguno de que el arcipreste hubiera de intervenir en el nombramiento o despido de capellanes y rectores del hospital, porque en las otras capillas del Sagrario, como la de Ánimas u otras, no los nombraba.
Al final, la hermandad tuvo que ceder y mandó comisarios a ver al arcipreste Cordero para pedirle perdón acatándolo como "cabeza del Sagrario y de su capilla de la Plaza de Bibrambla" (iglesia-hospital de San Sebastián), formalizándolo todo ello ante el notario el 16 de diciembre de 1760.
No estuvieron los hermanos nuevos , ni el capellán, conformes con este acuerdo de acatamiento, pues dos años más tarde, en 1762, hay una denuncia del arcipreste Cordero, erigido también en rector del hospital, acusándolos de que hicieron una junta con el capellán, Antonio Henríquez, y animados por éste, sin haber citado al arcipreste, so pretexto de no cansarle con juntas, la celebraron sin él. Por lo visto, dicho capellán, "deseoso de cavilar y mandar...y maneja el hospital y hermandad a su voluntad", se hizo con la voluntad de los nuevos hermanos y en contra de la opinión de los antiguos, mantenían la rebeldía frente al arcipreste del Sagrario. El pleito estaba elevado en apelación ante el Nuncio de Su Santidad, del que desistió la hermandad por falta de recursos.
Del desarrollo del conflicto y de los libros de actas aportados se infiere que la hermandad no estaba sobrada de recursos en esa época de mediados del XVIII; tenía ciertas deudas y casas de su propiedad embargadas, a pesar de estar formada en esos años por personas de cierta consideración social. No hay más que reparar en que los secretarios solían ser escribanos públicos del rey, según se deduce de dichas actas.
A pesar de la escasez de recursos, los mayordomos no desistían de realizar ciertos proyectos costosos en ese tiempo en los que ponían su peculio, pero en forma de préstamo que había que devolverle. Así, los mayordomos Luis y Félix de Carvajal realizaron unos retablos en la iglesia, para cuyo pago se dieron en dotación dos casas de la hermandad.
También se manifiesta que la hermandad a mediados del XVIII reedificó la iglesia, siendo mayordomo Bernabé López "...estaba en un sitio indigno y oscuro, para tratar de mudarla porque se estaba hundiendo, también con la enfermería, escogió el principiar y acabar la iglesia nueva que hoy existe... y después continuaron los retablos Luis y Félix de Carvajal (mayordomos), dejándolos como se manifiesta a la mayor perfección" (7). Los retablos se realizaron entre 1760 y 1761.
Para el pago de deudas hubo de empeñar el cabildo de la hermandad, en 1762, los cañones de plata (varas o varales) y la cruz del estandarte del mismo metal, aunque ordenaba su desempeño antes de la fiesta y procesión de San Sebastián de 1763. Asimismo, se procedió a disminuir el número de sacerdotes que atendían las misas de la iglesia, de dieciocho a doce más el capellán.
Finalmente, el provisor del arzobispado D. Antonio de Vera dictó auto en este segundo pleito contra el capellán y el grupo de hermanos afectos a él, en el que se reconocía la autoridad del arcipreste del Sagrario y su derecho a asistir a las juntas de la hermandad, anulando los cabildos que se habían celebrado sin su asistencia. No por ello dejaron de desistir en su empeño, capellán y hermanos nuevos, apelando esta vez ante la justicia real.
Con respecto al grupo de hermanos antiguos presididos por el hermano mayor Juan Cano y por el nuevo rector, el presbítero D. Antonio Rodríguez, acatando lo dispuesto por el juez eclesiástico, reúnen el cabildo de la hermandad el 4 de marzo de 1763 para reconocer la autoridad del arcipreste en el gobierno espiritual y económico de la hermandad y hospital, refrendando el acuerdo de 1727 y declarando al antiguo capellán y rector del hospital la dolosa usurpación de sus facultades y el engaño al que había conducido a los nuevos hermanos.
Dicho grupo, presidido por el capellán antiguo D. Antonio Henríquez, no permaneció sin reaccionar y apeló a la justicia real. Eran tiempos del reinado de Carlos III y de la Ilustración en los que los órganos del Estado y las leyes marcaban su prelación sobre los tribunales eclesiásticos. Por ello, la Real Chancillería dictó una resolución en 23 de abril de 1763 por la que ordenaba al juez eclesiástico inhibirse en el procedimiento y alzar las censuras impuestas, hasta conocer y resolver sobre el asunto (8).
No sabemos, por ahora, la solución que emitida por la sentencia de la Real Audiencia, pues en este estado quedó el pleito en la instancia eclesiástica.
Aunque siempre se ha sabido que la ermita de San Sebastián en el Violón, inicio de la devoción al Santo, pertenecía a la hermandad, en los documentos que consideramos se reafirma tal pertenencia al encargar en ese tiempo a cuatro hermanos comisarios redactar un inventario, no sólo de la iglesia del hospital, sino también, "de la ermita de San Sebastián que está en la Alameda del Genil por ser tocante y perteneciente a este Santo Ospital".
La hermandad entró en el siglo XIX celebrando sus cultos y procesión. Hay anunciado un jubileo en la iglesia de la hermandad en marzo de 1813, meses después de que las tropas francesas abandonan la ciudad. Parece ser, que durante la ocupación napoleónica el conjunto de la iglesia y hospital no sufren sensibles daños y se anuncia en las fiestas del Corpus de 1835, la colocación de dos tribunas en la plaza de Bibrambla, delante del hospital, acudiendo el pueblo a festejar en romería la fiesta del santo junto a su ermita del Violón, calificándolas el Boletín Oficial de la Provincia de fiestas supersticiosas (9). Eran tiempos de liberalismo exacerbado, que chocaban con las costumbres religiosas ancestrales y que en ese año y el siguiente llevó a efecto la más radical de las desamortizaciones, cuyo primordial fin fue llenar las arcas del Estado, sin que lo consiguieran, al malvender los bienes desamortizados, para pasar de unas "manos muertas" a otras demasiado vivas e insolidarias.
La iglesia y hospital de San Sebastián desaparecieron en esos años y la hermandad y su imagen pasaron a la parroquial del Sagrario. Probablemente, las imágenes de San Fabián, del Nazareno y de la Dolorosa se distribuyeron por algún pueblo de la provincia, al no encontrar acomodo en la iglesia citada parroquial. En el diccionario de Pascual Madoz (1845-1850) se da la iglesia y hospital de San Sebastián como demolidos y en su lugar se levantarían los edificios que actualmente se elevan en la Plaza de Bibrambla.
Al trasladarse a la iglesia del Sagrario, la imagen de San Sebastián se coloca en el atrio que hay para la comunicación de la iglesia con la Catedral, posiblemente en el retablo que hoy ocupa la Dolorosa de Ruiz del Peral. En la parroquial encontramos a la hermandad celebrando una procesión de rogativa en la que acompañó a la Virgen de las Angustias, junto con San Miguel, San Roque y San Cecilio y otras imágenes de devoción por la epidemia de cólera de 1855 y la novena en 1857, revitalizando la corporación la Federación del Comercio granadino, que pondrá en andas al Santo en 1860 con motivo de la guerra con Marruecos y hasta conseguir la victoria. En agosto de ese año se le dedica una función de rogativa.
Todos los años se repetirá la novena en enero, antes de la función del día de su dedicación y, en 1881 y siguientes años, se celebraba una función cívico-religiosa en la ermita del Violón y con procesión de rogativa, seguramente por la epidemia de cólera, que fue hasta la Catedral el día 20 de enero y que se repetirá en 1882.
En 1885, cuándo la epidemia de cólera llegó a su máxima virulencia con miles de fallecidos, se estableció en los alrededores de la ermita del Genil un campamento de refugiados de los barrios cercanos. La ermita en esos años se encontraba en un estado lamentable, según comentaba el diario El Defensor de Granada, con la ornamentación de las paredes arrasada y la campana sirvió para el teatro principal de la ciudad.
No obstante, parece que se repara la ermita hacia 1888, porque vuelven a celebrarse funciones en la misma en los años siguientes y, en 1890, se construye un paseo que iba desde la ermita hasta el Puente Verde, donde se celebraba desde entonces la feria de ganado en las fiestas del Corpus Christi.
Los comerciantes a finales del siglo habían logrado recuperar el esplendor de la hermandad, conociéndose sus mayordomos del año 1891: D. Juan Fernández Méndez y los Sres. Hernández Rubio y Gómez Blanco. Ese año se hace un gran altar para el Corpus en la Pescadería con la imagen de San Sebastián y otras.
Posteriormente, en 1895, se celebra la primera procesión el Domingo de Resurrección con la imagen del Resucitado bajo palio, que partió de la ermita de San Sebastián en el Violón, donde estuvo reservado los días de Semana Santa, hasta la Catedral con asistencia del arzobispo y cabildo y de muchas hermandades.
En 1919, conocemos por la Gaceta del Sur un programa de los cultos al santo en el Sagrario, siendo mayordomos Francisco Ferrer y Francisco Pérez, con novena en enero antes de la función principal del día 20, a la que asistía el arzobispo y por la tarde, a las cuatro, la procesión con el Santo que iba por la Plaza de las Pasiegas, Colegio Catalino, Bibrambla, Zacatín, Gran Vía, Reyes Católicos, Puerta Real, Mesones, Marqués de Gerona a la iglesia del Sagrario. En la procesión se empleaban fuegos de artificio y abría la misma el guion de la hermandad y los fieles con velas, asistiendo la guardia municipal a caballo, concejales del Ayuntamiento, las bandas de música del Ave María y la municipal (10).
Siguieron celebrándose los cultos en las décadas siguientes y en 1937 se restauró la ermita del Genil por los arquitectos Prieto Moreno y Fidel Fernández, inaugurándose la obra con una función en la Basílica de las Angustias el día 20 de enero, donde se llevó la imagen del Santo.
En los años cuarenta del siglo pasado la imagen pasa a ocupar el retablo de la izquierda en la capilla de los Reyes Magos en el Sagrario. Hay una fotografía de Torres Molina en la que se aprecia la salida de la procesión del Sagrario en 1949, fueron años en los que volvió a tener cierto impulso esta hermandad de comerciantes y ese año se sustituye la novena por un quinario, finalizando con la función principal a la que solía asistir el arzobispo.
Parece que la hermandad y el capellán, no obstante las penas en que podían incurrir, siguen consagrando y dando la comunión a los fieles; no olvidemos que de ello dependían parte importante de los ingresos de la hermandad y del hospital, que se traducían en mandas y memorias de los devotos.
En mayo de 1693, el hermano mayor, Fernando Pérez Pavón, pide al provisor del arzobispado licencia para tener sagrario en la iglesia del hospital, porque había que traer el Santísimo de la parroquia del Sagrario y con ello se producía una tardanza en administrarlo a los enfermos moribundos, que a veces fallecían sin recibir la Comunión, con grave peligro para sus almas. Todo esto da la impresión de ser en el fondo una excusa para conseguir la permanencia del Santísimo Sacramento en su iglesia. A esta alegación se le responde por el juez eclesiástico con otra excusa: la de que en ese momento estaba vacante la sede del arzobispado y faltaba poco tiempo para que tomara posesión de la misma el nuevo arzobispo, D. Martín de Ascargorta y entonces se resolvería.
Parece que no se dio licencia para lo que pedía la hermandad, pues tres años después, en 1696 el capellán y mayordomo de la misma, D. Juan Moreno Parra, vuelve a pedir licencia para el mismo asunto y para que se administrasen los Santos Oleos a los enfermos moribundos y que en la iglesia del santo se puedan cantar los oficios del Domingo de Ramos, del Jueves y Viernes Santos. Tampoco en esta ocasión consiguieron la licencia solicitada, prohibiendo tales oficios y que no se diera la comunión; asimismo se ordenaba que en las festividades se diera cuenta al arcipreste del Sagrario de las misas solemnes a celebrar, para las que se les remitían las tarifas que debía de percibir por ellas la parroquia. También, en los entierros de hermanos y enfermos en la bóveda de la iglesia, los funerales los había de oficiar el sacerdote que enviará el Arcipreste del Sagrario y no se había de cobrar más que la cera, pagando a la parroquia por los pobres que en el hospital se enterraran lo mismo que si en aquélla lo hicieran.
El capellán alegaba que en el oratorio se celebraban misas y se daba la comunión desde hacía más de cien años y que en la primera misa que se decía cada día se consagraba y se daba la comunión, quedando el copón con las Formas que sobraban cubierto con velo y seis velas para alumbrar al Santísimo y se consumían aquéllas totalmente en la última misa. La petición fue denegada, pero se siguió, pese a la prohibición, administrando el Santísimo a fieles y enfermos.
En 1698, viendo la rebeldía del capellán y hermandad en obedecer los mandatos y prohibiciones, el arcipreste de la parroquial del Sagrario, D. Jerónimo de la Serna se querelló dicho año contra el dicho capellán, D. Juan Moreno Parra, contra el hermano mayor, D. Joseph de Molina y contra el mayordomo, Fernando Pérez.
El provisor, D. Andrés Rafael de Ascargorta, falla en contra de las peticiones del capellán y de la hermandad, lo que hace recurrir a éstos en 1698 ante la Real Chancillería para defender sus posiciones. La Audiencia Real manda quitar las excomuniones y censuras mientras el proceso no concluyera.
De todas formas, la Real Chancillería no fallaría a favor de la hermandad, porque en 1702, seguramente una vez finalizado el pleito en la alta instancia, el provisor Torico de Pedrajas dicta auto prohibiendo se administre la Comunión por los sacerdotes y predicadores en la iglesia de San Sebastián y que sólo se celebre la misa.
Según la descripción de la iglesia que se realiza por el fiscal del arzobispado, en la misma había un retablo dorado en el altar mayor presidido por la imagen de San Sebastián en su nicho central. Sobre el altar mayor una imagen de Jesús Nazareno, e inmediato al altar mayor, otro con la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad. Estas imágenes de Pasión, seguramente las tendría la hermandad para celebrar las funciones de Cuaresma y Semana Santa, sin que se sepa si con ellas celebraba algún acto público penitencial o procesión, aunque es posible(5).
San Sebastián y frontal bordado, fuera de su hornacina de la capilla de los Reyes Magos |
En la procesión del día 20 de enero de 1700, que por esos años, seguramente dada la gran afluencia de asistentes, entre ellos las órdenes religiosas con sede en la ciudad, la procesión salía de la Catedral y no de su capilla del hospital. Ese año hubo conflicto en dicha procesión entre las comunidades de los agustinos descalzos y los carmelitas calzados por el lugar que habían de ocupar en la procesión dichas comunidades, Asimismo, dichos agustinos también entraron en conflicto con los franciscanos observantes de la " Casa Grande" de San Francisco, porque decían aquéllos que tenían que ir junto a estos y no se habían de intercalar ninguna orden descalza. Después del alboroto acusado abandonaron la procesión de San Sebastián ambas comunidades (6).
La hermandad en el siglo XVIII
Casi treinta años transcurrieron hasta que la hermandad consigue que el Santísimo Sacramento se colocara en su iglesia-oratorio. Fue por acuerdo formalizado en escritura de 7 de abril de 1727, en la que se determinaban las condiciones del acuerdo entre el arcipreste del sagrario, la hermandad y su capellán. En ella se fijaba la condición de la iglesia-oratorio como capilla externa del Sagrario de la Catedral, con sujeción a la autoridad del arcipreste al que "...le competen en la hermandad e iglesia las facultades que tiene en el sagrario para remediar cualquier abuso y escándalos".
De hecho, los capellanes de la hermandad ejercían, como rectores del hospital, la máxima autoridad desde la erección del mismo, sobreponiéndose a la del hermano mayor y mayordomo. Tal vez, el apoyo que había recibido de ellos la hermandad en su deseo de autonomía con respecto a la parroquia del Sagrario, hacía que los oficiales de la misma condescendieran en este ejercicio de autoridad de los capellanes sobre la hermandad y su hospital.
Estandarte de San Sebastián con su tarjeta de orfebrería del S. XVIII |
Pero en 1759 se declara un conflicto entre la directiva de la hermandad y su capellán, Antonio Henríquez y Santamaría que ostentaba el cargo de rector del hospital (de hecho lo venían ejerciendo los capellanes desde hacía tiempo). Dicho capellán, se quejaban el hermano mayor, Joseph de Acosta y el mayordomo Félix de Carvajal, que decía las misas, traía y despedía a los sacerdotes que oficiaban en el oratorio sin consultarlo a la hermandad, cosa que no era de su competencia.
El arcipreste del Sagrario, Francisco Cordero y Chinchilla, pide que se convoque el cabildo general de la hermandad para el día 15 de mayo de 1759 a toque de campana, como era costumbre, asistiendo el mismo dicho arcipreste, en cuyo cabildo pretendió tener él la competencia de nombrar dichos capellanes, a lo que la hermandad parece que se negó. Esto no hizo más que agravar el conflicto, pues el arcipreste se retiró desairado, alegando que en la concordia de 1727, en la que se autorizó a la hermandad a poner el Santísimo en la iglesia del hospital como capilla externa del Sagrario, le confería la competía el nombramiento de capellanes.
El arcipreste que había presenciado en varios cabildos las disidencias entre el capellán-rector y la hermandad, pretendiendo pacificarlos, aprovechó para interponer su autoridad sobre la iglesia del hospital y su hermandad y pide al provisor:
"...se haga saber a la hermandad y a su capellán, se abstengan de admitir y despedir sin mi intervención y noticia a capellanes y a algunos sacerdotes, así regulares como seculares en la expresada iglesia de San Sebastián, capilla de mi Sagrario y que se sujeten unos y otros a las disposiciones que yo diere"..Asimismo, pedía que se borraran y tildaran las palabras contra el honor y respeto de su dignidad. Por lo visto, en el citado cabildo hubo gran trifulca, porque lo que pretendía la hermandad era tener libertad en el nombramiento de los sacerdotes que oficiaban en la iglesia del hospital, facultad que el arcipreste se pretendía arrogar.
Iglesia del Sagrario de Santa María de la O. Actual sede |
Ante esto, la hermandad que veía que la solución que se daba era más nociva a sus intereses que la situación anterior, declina sus pretensiones frente al capellán-rector y pide que le devuelvan las competencias de las que fue despojado el día 5 de julio de 1759, afirmando que las ostentaban los capellanes desde la fundación del hospital. Alegaban, por el contrario, que en la escritura de concordia con la parroquia de 10 de abril de 1727 no había pacto alguno de que el arcipreste hubiera de intervenir en el nombramiento o despido de capellanes y rectores del hospital, porque en las otras capillas del Sagrario, como la de Ánimas u otras, no los nombraba.
Al final, la hermandad tuvo que ceder y mandó comisarios a ver al arcipreste Cordero para pedirle perdón acatándolo como "cabeza del Sagrario y de su capilla de la Plaza de Bibrambla" (iglesia-hospital de San Sebastián), formalizándolo todo ello ante el notario el 16 de diciembre de 1760.
No estuvieron los hermanos nuevos , ni el capellán, conformes con este acuerdo de acatamiento, pues dos años más tarde, en 1762, hay una denuncia del arcipreste Cordero, erigido también en rector del hospital, acusándolos de que hicieron una junta con el capellán, Antonio Henríquez, y animados por éste, sin haber citado al arcipreste, so pretexto de no cansarle con juntas, la celebraron sin él. Por lo visto, dicho capellán, "deseoso de cavilar y mandar...y maneja el hospital y hermandad a su voluntad", se hizo con la voluntad de los nuevos hermanos y en contra de la opinión de los antiguos, mantenían la rebeldía frente al arcipreste del Sagrario. El pleito estaba elevado en apelación ante el Nuncio de Su Santidad, del que desistió la hermandad por falta de recursos.
Del desarrollo del conflicto y de los libros de actas aportados se infiere que la hermandad no estaba sobrada de recursos en esa época de mediados del XVIII; tenía ciertas deudas y casas de su propiedad embargadas, a pesar de estar formada en esos años por personas de cierta consideración social. No hay más que reparar en que los secretarios solían ser escribanos públicos del rey, según se deduce de dichas actas.
A pesar de la escasez de recursos, los mayordomos no desistían de realizar ciertos proyectos costosos en ese tiempo en los que ponían su peculio, pero en forma de préstamo que había que devolverle. Así, los mayordomos Luis y Félix de Carvajal realizaron unos retablos en la iglesia, para cuyo pago se dieron en dotación dos casas de la hermandad.
También se manifiesta que la hermandad a mediados del XVIII reedificó la iglesia, siendo mayordomo Bernabé López "...estaba en un sitio indigno y oscuro, para tratar de mudarla porque se estaba hundiendo, también con la enfermería, escogió el principiar y acabar la iglesia nueva que hoy existe... y después continuaron los retablos Luis y Félix de Carvajal (mayordomos), dejándolos como se manifiesta a la mayor perfección" (7). Los retablos se realizaron entre 1760 y 1761.
Para el pago de deudas hubo de empeñar el cabildo de la hermandad, en 1762, los cañones de plata (varas o varales) y la cruz del estandarte del mismo metal, aunque ordenaba su desempeño antes de la fiesta y procesión de San Sebastián de 1763. Asimismo, se procedió a disminuir el número de sacerdotes que atendían las misas de la iglesia, de dieciocho a doce más el capellán.
Finalmente, el provisor del arzobispado D. Antonio de Vera dictó auto en este segundo pleito contra el capellán y el grupo de hermanos afectos a él, en el que se reconocía la autoridad del arcipreste del Sagrario y su derecho a asistir a las juntas de la hermandad, anulando los cabildos que se habían celebrado sin su asistencia. No por ello dejaron de desistir en su empeño, capellán y hermanos nuevos, apelando esta vez ante la justicia real.
Con respecto al grupo de hermanos antiguos presididos por el hermano mayor Juan Cano y por el nuevo rector, el presbítero D. Antonio Rodríguez, acatando lo dispuesto por el juez eclesiástico, reúnen el cabildo de la hermandad el 4 de marzo de 1763 para reconocer la autoridad del arcipreste en el gobierno espiritual y económico de la hermandad y hospital, refrendando el acuerdo de 1727 y declarando al antiguo capellán y rector del hospital la dolosa usurpación de sus facultades y el engaño al que había conducido a los nuevos hermanos.
Dicho grupo, presidido por el capellán antiguo D. Antonio Henríquez, no permaneció sin reaccionar y apeló a la justicia real. Eran tiempos del reinado de Carlos III y de la Ilustración en los que los órganos del Estado y las leyes marcaban su prelación sobre los tribunales eclesiásticos. Por ello, la Real Chancillería dictó una resolución en 23 de abril de 1763 por la que ordenaba al juez eclesiástico inhibirse en el procedimiento y alzar las censuras impuestas, hasta conocer y resolver sobre el asunto (8).
No sabemos, por ahora, la solución que emitida por la sentencia de la Real Audiencia, pues en este estado quedó el pleito en la instancia eclesiástica.
Aunque siempre se ha sabido que la ermita de San Sebastián en el Violón, inicio de la devoción al Santo, pertenecía a la hermandad, en los documentos que consideramos se reafirma tal pertenencia al encargar en ese tiempo a cuatro hermanos comisarios redactar un inventario, no sólo de la iglesia del hospital, sino también, "de la ermita de San Sebastián que está en la Alameda del Genil por ser tocante y perteneciente a este Santo Ospital".
Capilla de los Reyes Magos, en el Sagrario, dónde hoy se encuantra la imagen de San Sebastián |
La hermandad entró en el siglo XIX celebrando sus cultos y procesión. Hay anunciado un jubileo en la iglesia de la hermandad en marzo de 1813, meses después de que las tropas francesas abandonan la ciudad. Parece ser, que durante la ocupación napoleónica el conjunto de la iglesia y hospital no sufren sensibles daños y se anuncia en las fiestas del Corpus de 1835, la colocación de dos tribunas en la plaza de Bibrambla, delante del hospital, acudiendo el pueblo a festejar en romería la fiesta del santo junto a su ermita del Violón, calificándolas el Boletín Oficial de la Provincia de fiestas supersticiosas (9). Eran tiempos de liberalismo exacerbado, que chocaban con las costumbres religiosas ancestrales y que en ese año y el siguiente llevó a efecto la más radical de las desamortizaciones, cuyo primordial fin fue llenar las arcas del Estado, sin que lo consiguieran, al malvender los bienes desamortizados, para pasar de unas "manos muertas" a otras demasiado vivas e insolidarias.
La iglesia y hospital de San Sebastián desaparecieron en esos años y la hermandad y su imagen pasaron a la parroquial del Sagrario. Probablemente, las imágenes de San Fabián, del Nazareno y de la Dolorosa se distribuyeron por algún pueblo de la provincia, al no encontrar acomodo en la iglesia citada parroquial. En el diccionario de Pascual Madoz (1845-1850) se da la iglesia y hospital de San Sebastián como demolidos y en su lugar se levantarían los edificios que actualmente se elevan en la Plaza de Bibrambla.
Al trasladarse a la iglesia del Sagrario, la imagen de San Sebastián se coloca en el atrio que hay para la comunicación de la iglesia con la Catedral, posiblemente en el retablo que hoy ocupa la Dolorosa de Ruiz del Peral. En la parroquial encontramos a la hermandad celebrando una procesión de rogativa en la que acompañó a la Virgen de las Angustias, junto con San Miguel, San Roque y San Cecilio y otras imágenes de devoción por la epidemia de cólera de 1855 y la novena en 1857, revitalizando la corporación la Federación del Comercio granadino, que pondrá en andas al Santo en 1860 con motivo de la guerra con Marruecos y hasta conseguir la victoria. En agosto de ese año se le dedica una función de rogativa.
Todos los años se repetirá la novena en enero, antes de la función del día de su dedicación y, en 1881 y siguientes años, se celebraba una función cívico-religiosa en la ermita del Violón y con procesión de rogativa, seguramente por la epidemia de cólera, que fue hasta la Catedral el día 20 de enero y que se repetirá en 1882.
A la derecha del río el Violón, en aquellos tiempos lucía una alameda que conducía a la ermita de San Sebastián |
En 1885, cuándo la epidemia de cólera llegó a su máxima virulencia con miles de fallecidos, se estableció en los alrededores de la ermita del Genil un campamento de refugiados de los barrios cercanos. La ermita en esos años se encontraba en un estado lamentable, según comentaba el diario El Defensor de Granada, con la ornamentación de las paredes arrasada y la campana sirvió para el teatro principal de la ciudad.
No obstante, parece que se repara la ermita hacia 1888, porque vuelven a celebrarse funciones en la misma en los años siguientes y, en 1890, se construye un paseo que iba desde la ermita hasta el Puente Verde, donde se celebraba desde entonces la feria de ganado en las fiestas del Corpus Christi.
Los comerciantes a finales del siglo habían logrado recuperar el esplendor de la hermandad, conociéndose sus mayordomos del año 1891: D. Juan Fernández Méndez y los Sres. Hernández Rubio y Gómez Blanco. Ese año se hace un gran altar para el Corpus en la Pescadería con la imagen de San Sebastián y otras.
Posteriormente, en 1895, se celebra la primera procesión el Domingo de Resurrección con la imagen del Resucitado bajo palio, que partió de la ermita de San Sebastián en el Violón, donde estuvo reservado los días de Semana Santa, hasta la Catedral con asistencia del arzobispo y cabildo y de muchas hermandades.
En 1919, conocemos por la Gaceta del Sur un programa de los cultos al santo en el Sagrario, siendo mayordomos Francisco Ferrer y Francisco Pérez, con novena en enero antes de la función principal del día 20, a la que asistía el arzobispo y por la tarde, a las cuatro, la procesión con el Santo que iba por la Plaza de las Pasiegas, Colegio Catalino, Bibrambla, Zacatín, Gran Vía, Reyes Católicos, Puerta Real, Mesones, Marqués de Gerona a la iglesia del Sagrario. En la procesión se empleaban fuegos de artificio y abría la misma el guion de la hermandad y los fieles con velas, asistiendo la guardia municipal a caballo, concejales del Ayuntamiento, las bandas de música del Ave María y la municipal (10).
Siguieron celebrándose los cultos en las décadas siguientes y en 1937 se restauró la ermita del Genil por los arquitectos Prieto Moreno y Fidel Fernández, inaugurándose la obra con una función en la Basílica de las Angustias el día 20 de enero, donde se llevó la imagen del Santo.
En los años cuarenta del siglo pasado la imagen pasa a ocupar el retablo de la izquierda en la capilla de los Reyes Magos en el Sagrario. Hay una fotografía de Torres Molina en la que se aprecia la salida de la procesión del Sagrario en 1949, fueron años en los que volvió a tener cierto impulso esta hermandad de comerciantes y ese año se sustituye la novena por un quinario, finalizando con la función principal a la que solía asistir el arzobispo.
Retablo en el Sagrario en la Capilla de los Reyes Magos, donde se encuentra desde los años cuarenta |
En 1954, presidiendo la hermandad D. Miguel Olmedo Villalobos, dueño de unos grandes almacenes de la época en Puerta Real, este solicita del arzobispado que se unificaran todos los comerciantes en una única hermandad, la de San Sebastián, pues en esos años cada sector del comercio y de la industria, había optado por patrones diferentes. La hermandad, aunque bastante decaída en las últimas décadas, sigue ofreciéndole cultos al Santo Mártir romano.
Considerado por el pueblo como mediador para la curación en los azotes de las epidemias, su devoción ha estado muy extendida por toda la nación y provincia de Granada, poseyendo ermitas y siendo patrón de muchos de sus pueblos (Motril, Padul, Órgiva, Villanueva y Messía, Quéntar, Alfacar, Arenas del Rey, Benalúa de la Villas, Ugíjar, Caniles, Ogíjares, Jun, Soportújar...etc.)
Es una de las hermandades más antiguas de la ciudad (1531) y de las escasísimas que aún perviven, aunque con tal apatía que la ciudad apenas se entera de sus menguados cultos.
Unos meses después de publicarse este artículo sobre la hermandad de San Sebastián y San Fabián, D. Francisco Víctor González García, interesado en recuperar la hermandad y devoción, después de haber leído dicho artículo, reúne un grupo de personas para esta finalidad y tienen entre sus proyectos, renovar sus estatutos y darle culto a la imagen en su festividad del día 20 de enero de 2015.
Altar de cultos del triduo y función principal de enero de 2016
La Hermandad, que se pretende renovar en estos años y en la actualidad ya cuenta con unos cincuenta cofrades, está pasando ciertas dificultades con la autoridad eclesiástica para conseguir la aprobación de sus estatutos renovados. No obstante, dicha autoridad le está dando facilidades, especialmente por parte del párroco del Sagrario, D. Francisco, para realizar cultos al Santo, y otros actos de convivencia.
En 2016, el medallón de plata que le realizara a la hermandad el escultor Navas Parejo en 1941, se envía a restaurar al taller motrileño de orfebrería de Eleuterio Aragón.
En diciembre de este año de 2016 la hermandad, en curso de renovación, ha puesto al culto en un altar portátil, para la celebración de la Inmaculada, a la imagen de Nuestra Señora de los Remedios o de la O, titular del templo parroquial.
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Considerado por el pueblo como mediador para la curación en los azotes de las epidemias, su devoción ha estado muy extendida por toda la nación y provincia de Granada, poseyendo ermitas y siendo patrón de muchos de sus pueblos (Motril, Padul, Órgiva, Villanueva y Messía, Quéntar, Alfacar, Arenas del Rey, Benalúa de la Villas, Ugíjar, Caniles, Ogíjares, Jun, Soportújar...etc.)
Es una de las hermandades más antiguas de la ciudad (1531) y de las escasísimas que aún perviven, aunque con tal apatía que la ciudad apenas se entera de sus menguados cultos.
Unos meses después de publicarse este artículo sobre la hermandad de San Sebastián y San Fabián, D. Francisco Víctor González García, interesado en recuperar la hermandad y devoción, después de haber leído dicho artículo, reúne un grupo de personas para esta finalidad y tienen entre sus proyectos, renovar sus estatutos y darle culto a la imagen en su festividad del día 20 de enero de 2015.
Altar de cultos del triduo y función principal de enero de 2016
Altar de cultos de 2016 en el Sagrario |
La Hermandad, que se pretende renovar en estos años y en la actualidad ya cuenta con unos cincuenta cofrades, está pasando ciertas dificultades con la autoridad eclesiástica para conseguir la aprobación de sus estatutos renovados. No obstante, dicha autoridad le está dando facilidades, especialmente por parte del párroco del Sagrario, D. Francisco, para realizar cultos al Santo, y otros actos de convivencia.
En 2016, el medallón de plata que le realizara a la hermandad el escultor Navas Parejo en 1941, se envía a restaurar al taller motrileño de orfebrería de Eleuterio Aragón.
Realizado por José Navas Parejo en 1941. |
En diciembre de este año de 2016 la hermandad, en curso de renovación, ha puesto al culto en un altar portátil, para la celebración de la Inmaculada, a la imagen de Nuestra Señora de los Remedios o de la O, titular del templo parroquial.
Diciembre 2016. Ntra. Sra. de los Remedios o de la O en culto |
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1.Diario de Granada de 1823, reproduce la noticia de los Paseos por Granada y sus contornos de Juan Velázquez de Echevarria, tomo II, paseo IV. Bermúdez de Pedraza, Historia Eclesiástica de Granada, parte IV, pág 234.
2.HENRÍQUEZ DE JORQUERA, Francisco, Anales de Granada, pág. 581.
3. Archivo Histórico del Arzobispado de Granada, lejago 3f,b,pieza s/n.
4. HENRÍQUEZ DE JORQUERA, opus Cit. pág. 591.
5. ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 3 f, b, varias piezas.
6. El citado archivo, pieza s/n.
7. El citado archivo, legajo 91 R, pieza s/n.
8. El citado archivo, pieza s/n.
9. Boletín Oficial de la Provincia de Granada de 25 de diciembre de 1835.
10. En el año 1920, fueron mayordomos de la hermandad, D. Miguel Olmedo, comerciante muy conocido, D. Manuel Tovy y D. Eduardo Calonge. En 1921, D. Antonio Agesta y D. Agustín Navarro; en 1954 lo fue D. Luis González Rodríguez, que también fue hermano mayor de la Hermandad de la Sentencia, D. Cándido Quintana del Castillo y D.Francisco Luis de Martín.
4. HENRÍQUEZ DE JORQUERA, opus Cit. pág. 591.
5. ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 3 f, b, varias piezas.
6. El citado archivo, pieza s/n.
7. El citado archivo, legajo 91 R, pieza s/n.
8. El citado archivo, pieza s/n.
9. Boletín Oficial de la Provincia de Granada de 25 de diciembre de 1835.
10. En el año 1920, fueron mayordomos de la hermandad, D. Miguel Olmedo, comerciante muy conocido, D. Manuel Tovy y D. Eduardo Calonge. En 1921, D. Antonio Agesta y D. Agustín Navarro; en 1954 lo fue D. Luis González Rodríguez, que también fue hermano mayor de la Hermandad de la Sentencia, D. Cándido Quintana del Castillo y D.Francisco Luis de Martín.
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