Introducción
La advocación de Nuestra Señora del Rosario ha sido la que mayor difusión tuvo en la provincia de Granada, tanto en hermandades, como en imágenes de esta devoción. Es rara la localidad de la provincia que no cuenta o haya contado con una imagen de Ntra. Sra. del Rosario; otras la tienen como patrona y son numerosas las hermandades que existen o existieron en diversos pueblos.
En la capital de Granada se implantó su hermandad desde los primeros años de la conquista de la ciudad, fundándose en el convento de los dominicos de Santa Cruz la Real, cuya archicofradía será madre y matriz de diversas hermandades de la provincia.
En la propia iglesia del convento (Santo Domingo), tuvo su sede otra hermandad llamada del Rosario de Ntra. Sra. de Gracia; otras iglesias de la ciudad como San Andrés, el convento del Carmen, las Angustias o San Ildefonso acogerán a alguna hermandad de Ntra. Sra. del Rosario, como fue el caso de esta que estamos tratando.
La iglesia parroquial de San Ildefonso, extramuros de la ciudad musulmana, fue una de las que se erigieron en 1521, en el llamado por los musulmanes barrio de Rabadasif, sacralizando en un principio, muy probablemente, la mezquita de dicho barrio, junto a la que existía un aljibe para proveer al barrio de agua y para realizar las abluciones.
En sus cercanías se ubicaba la mayor maqbara o cementerio de la ciudad, el de Shal ben Malic, que ocupaba un extenso terreno que excedía a lo que hoy conocemos como Campo del Triunfo y llegaba hasta el arco de Elvira, por un lado, y por otro, hasta las inmediaciones de la ermita de San Isidro.
La iglesia actual comenzó a edificarse en 1553, finalizándose su construcción en 1559; la portada se terminó en 1555, realizada por Juan de Alcántara con traza de Diego de Siloé. Seguramente, se levantó el edificio sobre el solar que dejara la mezquita de Rabadasif.
De extenso término, la parroquia de San Ildefonso acogería en el mismo costado de la iglesia al convento e iglesia de la Merced, de mercedarios calzados. Ambos templos fueron sede de numerosas hermandades, parte de cuyas imágenes, afortunadamente, han llegado hasta nuestro tiempo, entre ellas, la titular de la hermandad, objeto de este artículo: Nuestra Señora del Rosario.
Fundación de la hermandad
La cofradía, que tenía el carácter gremial, se funda en el año 1688, época esta de la década de los ochenta de dicho siglo muy prolífica en la fundación de hermandades, casi todo el último cuarto de siglo lo fue. Posiblemente, la efusión de pavor que se desencadenó como consecuencia de la epidemia de peste bubónica que asoló a la ciudad de Granada en 1679-80, tuvo el efecto de excitar en la población una inquietud escatológica que la inducía a buscar la protección de la divinidad.
La Hermandad de Ntra. Sra. del Rosario de San Ildefonso era eminentemente gremial, fundándola y constituyéndola los maestros y oficiales del gremio de tejedores de lienzos, sin que pudieran formar parte de ella personas de otros oficios.
Sus reglas se aprobaron por auto de 30 de octubre de 1688 del provisor y vicario general de la diócesis D. Martín Torrico de Pedrajas, durante el mandato del arzobispo D. Alonso Bernardo de los Ríos y estaban formadas por 27 capítulos.
El capítulo primero prescribía el título y carácter gremial de la cofradía formanda por personas de ambos sexos:
La hermandad proclamaba la defensa, hasta dar la vida, de la Concepción Inmaculada de la Virgen, siendo regida por un hermano mayor y un mayordomo, con un secretario para llevar actas y libros. Éstos eran tres: el de inscripción de hermanos, el mayor de cuentas y cabildos y el menor o borrador de cuartos y limosnas de los hermanos.
La hermandad celebraba su fiesta principal -capítulo 8º de las reglas- en el segundo domingo del mes de octubre, quizá por no coincidir con la fiesta de la Archicofradía de Ntra. Sra. del Rosario de Santo Domingo, la principal devoción en la ciudad de esta advocación. A ella deberían de acudir los hermanos confesados y comulgados, pidiendo por la extirpación de las herejías, victoria contra los infieles y la concordia entre príncipes y reyes.
También era una hermandad de sufragios, dedicándole fiesta el día 2 de noviembre, con misa cantada con diáconos a los difuntos de la corporación en la capilla de la Virgen, donde había obligación de elevar un túmulo.
En los entierros de hermanos debían de asistir todos ellos y se llevaba el estandarte de la hermandad y doce hachas, o más, si lo permitían los fondos económicos; aquéllas era portadas por los hermanos, que salían en procesión hasta el domicilio del fallecido y daban una limosna para la caja de difuntos, para dedicarle nueve misas, si el montante de fondos alcanzara. La defunción de hijos y hermanos del cofrade tenían derecho a ser acompañado su cadáver por seis hachas.
La duración del mandato del hermano mayor y del mayordomo, que debían de pertenecer al gremio de tejedores de lienzos, era anual, como en la mayor parte de las cofradías de esa época, y se elegían en un cabildo presidido por el beneficiado de la parroquia, que se reunía en la iglesia en el mes de octubre, a los ocho días de la festividad de la Virgen del Rosario.
El hermano mayor y el mayordomo elegidos tenían la obligación de aceptar el cargo, y si se negaran, pagarían una multa de dos libras de cera. Una vez finalizado el tiempo de su cargo, los mayordomos pagaban una libra de cera para el fondo de la hermandad.
La advocación de Nuestra Señora del Rosario ha sido la que mayor difusión tuvo en la provincia de Granada, tanto en hermandades, como en imágenes de esta devoción. Es rara la localidad de la provincia que no cuenta o haya contado con una imagen de Ntra. Sra. del Rosario; otras la tienen como patrona y son numerosas las hermandades que existen o existieron en diversos pueblos.
En la capital de Granada se implantó su hermandad desde los primeros años de la conquista de la ciudad, fundándose en el convento de los dominicos de Santa Cruz la Real, cuya archicofradía será madre y matriz de diversas hermandades de la provincia.
En la propia iglesia del convento (Santo Domingo), tuvo su sede otra hermandad llamada del Rosario de Ntra. Sra. de Gracia; otras iglesias de la ciudad como San Andrés, el convento del Carmen, las Angustias o San Ildefonso acogerán a alguna hermandad de Ntra. Sra. del Rosario, como fue el caso de esta que estamos tratando.
La iglesia parroquial de San Ildefonso, extramuros de la ciudad musulmana, fue una de las que se erigieron en 1521, en el llamado por los musulmanes barrio de Rabadasif, sacralizando en un principio, muy probablemente, la mezquita de dicho barrio, junto a la que existía un aljibe para proveer al barrio de agua y para realizar las abluciones.
En sus cercanías se ubicaba la mayor maqbara o cementerio de la ciudad, el de Shal ben Malic, que ocupaba un extenso terreno que excedía a lo que hoy conocemos como Campo del Triunfo y llegaba hasta el arco de Elvira, por un lado, y por otro, hasta las inmediaciones de la ermita de San Isidro.
La iglesia actual comenzó a edificarse en 1553, finalizándose su construcción en 1559; la portada se terminó en 1555, realizada por Juan de Alcántara con traza de Diego de Siloé. Seguramente, se levantó el edificio sobre el solar que dejara la mezquita de Rabadasif.
De extenso término, la parroquia de San Ildefonso acogería en el mismo costado de la iglesia al convento e iglesia de la Merced, de mercedarios calzados. Ambos templos fueron sede de numerosas hermandades, parte de cuyas imágenes, afortunadamente, han llegado hasta nuestro tiempo, entre ellas, la titular de la hermandad, objeto de este artículo: Nuestra Señora del Rosario.
SAN ILDEFONSO |
Fundación de la hermandad
La cofradía, que tenía el carácter gremial, se funda en el año 1688, época esta de la década de los ochenta de dicho siglo muy prolífica en la fundación de hermandades, casi todo el último cuarto de siglo lo fue. Posiblemente, la efusión de pavor que se desencadenó como consecuencia de la epidemia de peste bubónica que asoló a la ciudad de Granada en 1679-80, tuvo el efecto de excitar en la población una inquietud escatológica que la inducía a buscar la protección de la divinidad.
La Hermandad de Ntra. Sra. del Rosario de San Ildefonso era eminentemente gremial, fundándola y constituyéndola los maestros y oficiales del gremio de tejedores de lienzos, sin que pudieran formar parte de ella personas de otros oficios.
Sus reglas se aprobaron por auto de 30 de octubre de 1688 del provisor y vicario general de la diócesis D. Martín Torrico de Pedrajas, durante el mandato del arzobispo D. Alonso Bernardo de los Ríos y estaban formadas por 27 capítulos.
El capítulo primero prescribía el título y carácter gremial de la cofradía formanda por personas de ambos sexos:
" Trata de los que deven observar y guardar los hermanos y hermanas de la coffadría y hermandad de Nuestra Señora del Rosario que se sirve en la parroquial del Señor San Ildefonso, de los maestros y oficiales de texer lienços de la Ciudad de Granada, fundada con lissenzia del señor Provisor y beneficiados de dicha parroquia en este año de 1688 años" 1 .
La hermandad proclamaba la defensa, hasta dar la vida, de la Concepción Inmaculada de la Virgen, siendo regida por un hermano mayor y un mayordomo, con un secretario para llevar actas y libros. Éstos eran tres: el de inscripción de hermanos, el mayor de cuentas y cabildos y el menor o borrador de cuartos y limosnas de los hermanos.
Dibujo que abre el libro de reglas de la hermandad |
La hermandad celebraba su fiesta principal -capítulo 8º de las reglas- en el segundo domingo del mes de octubre, quizá por no coincidir con la fiesta de la Archicofradía de Ntra. Sra. del Rosario de Santo Domingo, la principal devoción en la ciudad de esta advocación. A ella deberían de acudir los hermanos confesados y comulgados, pidiendo por la extirpación de las herejías, victoria contra los infieles y la concordia entre príncipes y reyes.
También era una hermandad de sufragios, dedicándole fiesta el día 2 de noviembre, con misa cantada con diáconos a los difuntos de la corporación en la capilla de la Virgen, donde había obligación de elevar un túmulo.
En los entierros de hermanos debían de asistir todos ellos y se llevaba el estandarte de la hermandad y doce hachas, o más, si lo permitían los fondos económicos; aquéllas era portadas por los hermanos, que salían en procesión hasta el domicilio del fallecido y daban una limosna para la caja de difuntos, para dedicarle nueve misas, si el montante de fondos alcanzara. La defunción de hijos y hermanos del cofrade tenían derecho a ser acompañado su cadáver por seis hachas.
La duración del mandato del hermano mayor y del mayordomo, que debían de pertenecer al gremio de tejedores de lienzos, era anual, como en la mayor parte de las cofradías de esa época, y se elegían en un cabildo presidido por el beneficiado de la parroquia, que se reunía en la iglesia en el mes de octubre, a los ocho días de la festividad de la Virgen del Rosario.
El hermano mayor y el mayordomo elegidos tenían la obligación de aceptar el cargo, y si se negaran, pagarían una multa de dos libras de cera. Una vez finalizado el tiempo de su cargo, los mayordomos pagaban una libra de cera para el fondo de la hermandad.
Todo el proceso de funcionamiento de la cofradía era supervisado por los veedores del gremio, que eran los encargados de examinar a las personas que se afiliaban a la hermandad, con la finalidad de que se admitieran las más idóneas por su conducta y devoción.
Era una hermandad de las llamadas rosarianas, que empezaban a proliferar en esos tiempos, y sus hermanos tenían el deber de asistir al Santo Rosario, fijando dicha obligación para todos los días del año, en que debían de acudir a rezarlo en la capilla de la Virgen y ante su imagen. No se prescribe en las reglas el rosario callejero, ni procesión el día de la fiesta de la Virgen, pero sabemos que sí se realizaba, como más adelante expondremos.
Los primeros cargos de la hermandad y fundadores de la misma fueron Antonio de Cuenca y Pedro Ruiz Fuerte del Rey, maestro de tejer lienzos.
Por otro documento que examinamos a continuación se sabe que la hermandad realizaba procesión los primeros domingos de cada mes:
Esta procesión de todos los primeros domingos de mes fue instituía por el cabildo general de 28 de agosto de 1692, en el que se acordaba realizar una fiesta con procesión dichos domingos a excepción del de octubre, por ser la fiesta de la archicofradía del Rosario de Santo Domingo. En esa fecha, cuatro años después de la fundación de la hermandad, ésta había suavizado su carácter gremial para admitir hermanos de otros oficios, pero manteniendo una separación entre ellos, pues se dieron poderes para organizar estas fiestas a Juan de la Plaza, colector de la parroquia y representante de los hermanos que no eran tejedores de lienzos, y a Pedro Antonio de Cuenca, maestro de tejer lienzos, en representación de los hermanos de este oficio 2.
En estas fiestas de los primeros domingos se pagaban 18 reales para misa, órgano y repiques de campana; se ponía en el sagrario de la capilla un relicario de plata; la lámpara encendida día y noche, teniendo los hermanos que comulgar para ganar el jubileo. El altar se adornaba con profusión de velas y la procesión se hacía, al menos en esas fechas, antes de la misa y alrededor del cancel de la iglesia.
Por otro documento que examinamos a continuación se sabe que la hermandad realizaba procesión los primeros domingos de cada mes:
" ... se han introducido nuevas cofradías con el título de Ntra. Sra. del Rosario, principalmente en la parroquia de San Ildefonso, haciendo procesión los primeros domingos de mes..." .
Esta procesión de todos los primeros domingos de mes fue instituía por el cabildo general de 28 de agosto de 1692, en el que se acordaba realizar una fiesta con procesión dichos domingos a excepción del de octubre, por ser la fiesta de la archicofradía del Rosario de Santo Domingo. En esa fecha, cuatro años después de la fundación de la hermandad, ésta había suavizado su carácter gremial para admitir hermanos de otros oficios, pero manteniendo una separación entre ellos, pues se dieron poderes para organizar estas fiestas a Juan de la Plaza, colector de la parroquia y representante de los hermanos que no eran tejedores de lienzos, y a Pedro Antonio de Cuenca, maestro de tejer lienzos, en representación de los hermanos de este oficio 2.
En estas fiestas de los primeros domingos se pagaban 18 reales para misa, órgano y repiques de campana; se ponía en el sagrario de la capilla un relicario de plata; la lámpara encendida día y noche, teniendo los hermanos que comulgar para ganar el jubileo. El altar se adornaba con profusión de velas y la procesión se hacía, al menos en esas fechas, antes de la misa y alrededor del cancel de la iglesia.
Pleito con la Archicofradía de Ntra. Sra. del Rosario de Santo Domingo
En 1699, once años después de fundarse la hermandad, se suscita un pleito con la Archicofradía de Ntra. Sra. del Rosario, la matriz de estas hermandades del Rosario.
El dominico, Manuel de Zorrilla, hermano mayor de la archicofradía y el mayordomo, Tesifón de Nava, demandan a la hermandad de Ntra. Sra. del Rosario de San Ildefonso, el 10 de abril de 1699, alegando que por diferentes bulas pontificias, especialmente las otorgadas por el Papa Alejandro VII, la orden de predicadores tenía concedida la facultad de fundar y erigir cofradías de Nuestra Señora del Rosario, a través de sus ministros generales, en las localidades en la que hubiera convento de la Orden de Santo Domingo.
Estas hermandades no se podían fundar en dichas localidades en ninguna otra iglesia secular o regular y, si se hacía, la hermandad fundada se había de agregar con sus alhajas e insignias a la principal que residiera en el convento dominico, sin que se pudieran conceder indulgencias a ninguna otra que no residiera en dicho convento, ya que éstas sólo se podían ganar en la capilla de la titular de la archicofradía.
Denunciaban que se habían fundado algunas cofradía del Rosario fuera del convento, sin cumplir dichos requisitos y que engañando a los fieles, pues pretendían estar en posesión de las bulas que sólo pertenecían "a la verdadera cofradía" del convento de Santo Domingo (Santa Cruz la Real), consiguiendo limosnas, pidiendo con dicho título, que sólo pertenecían legítimamente a la asentada en el convento dominico, con grave perjuicio de la misma, que veía decaer su devoción y número de hermanos.
Al pedir la de San Ildefonso limosnas, se producía el hecho de que la archicofradía de Santo Domingo no las conseguía y sus hermanos se negaban a pedirlas "por no sufrir el rubor de las quejas y lamentos de los que piden con dicho título".
Además, la cofradía del Rosario de la iglesia de San Ildefonso utilizaba en sus banderolas, insignias, pinturas y tarjeta de su estandarte la imagen de Ntra. Sra. del Rosario, sin deber hacerlo, a juicio de la de Santo Domingo, solicitando del provisor que fuera agregada a la archicofradía.
El hermano mayor de la de San Ildefonso, Juan Pérez, y su mayordomo Baltasar Ruiz se defienden alegando que la hermandad no era reciente, como decían los dominicos, pues hacía 11 años que se había fundado y, además, con licencia del arzobispado y que tenían bulas concedidas por el los Papas Inocencio X y XI, mostrando en el pleito el libro de dichas bulas.
La archicofradía le rebatió el asunto de las bulas, diciendo que éstas prescribían que sólo se podrían fundar esas hermandades a una distancia de dos millas del convento de Santo Domingo, requisito que no cumplía la de San Ildefonso.
A pesar de lo alegado por la archicofradía, la realidad era que había otras hermandades de Ntra. Sra. del Rosario fundadas en la ciudad en la iglesia del Salvador, en la de Cartuja y en la de San Gregorio y así lo hizo constar la de San Ildefonso, pidiendo que no se privara de esta devoción a los vecinos de la parroquia, que muchos eran labradores y el convento de Santa Cruz la Real les quedaba demasiado lejos.
Dos años tardó el arzobispado en dar una contestación a la demanda interpuesta por la archicofradía y lo hizo por un auto de 25 de febrero de 1701 del provisor y vicario general D. Rafael de Ascargosta en el que da la razón a la hermandad de Ntra. Sra. del Rosario de San Ildefonso, basándose en que la archicofradía del convento dominico sólo había interpuesto la demanda y no lo había proseguido ni pedido el recibimiento a prueba.
No se contentó con el auto la Archicofradía de Ntra. Sra. del Rosario de Santo Domingo y el prior de la comunidad Fray Pedro Prieto y el hermano mayor, Martín de Marzana decidieron apelar a la Santa Sede, admitiéndose a trámite el 7 de marzo de 1701 por el arzobispo de Larissa, D. Francisco de Aguaviva y Aragón, nuncio apostólico 3.
No sabemos el resultado de la apelación, aunque sí que el conflicto estaba concluido en agosto de 1703, pues el prior de Santa Cruz la Real solicita que se le entreguen las bulas que había aportado a los autos de pleito.
No tuvo que perdurar la hermandad después de este conflicto, quizás porque la apelación a la Santa Sede le fue desfavorable y porque las cofradías gremiales se prohibieron en la época de la Ilustración.
La imagen de Ntra. Sra. del Rosario
La Virgen del Rosario de la iglesia de San Ildefonso aun la podemos contemplar en la capilla que hoy preside la imagen de Jesús de la Humildad, llamado hoy de las Burlas, imagen que fue titular de la hermandad de su misma advocación, procedente del inmediato convento de la Merced. La Virgen se sitúa en una hornacina del retablo a la derecha del dicho Señor de la Humildad, aunque ésta parece no ser su capilla primitiva, sino la que hoy está dedicada a San Ildefonso.
Al realizarse el actual retablo mayor hacia 1720, el primitivo que labró Miguel Cano en 1603-1605, con traza de Ambrosio de Vico, se colocó en una capilla lateral - aún lo está-y en él a la Virgen del Rosario.
La imagen de Ntra. Sra. del Rosario se atribuye al escultor José Risueño Alconchel 4, quizá como una de las imágenes previas que pudiera haber realizado para el extraordinario retablo, cuyo contrato de imaginería se realizó con Risueño.
El profesor Sánchez-Mesa Martín afirma que la imagen de la Virgen del Rosario se documenta su autoría como de Risueño, al suponer que era una de las 16 imágenes que el escultor contrató para el retablo; pues dice que "si contamos las esculturas colocadas en el retablo, vemos que son 15" y que si se analiza la imagen de la Virgen del Rosario "comprendemos que sea del maestro y de aquella misma época". Por ello, induce a que es la que falta en el retablo para completar las 16 encargadas 5.
El retablo antiguo de la iglesia realizado por Miguel Cano se colocó o ajustó por el mismo Risueño por el precio de 200 reales en la capilla lateral antes mencionada, la segunda de la derecha, entrando en el templo, que es en la que se ha venerado a la Virgen del Rosario hasta que se colocó en ella a la imagen de San Ildefonso.
Sin embargo, creemos que si la imagen de la hermandad fuese esta de Risueño, no habría concordancia entre la fecha de vigencia conocida de dicha hermandad (1688-1703) y la realización de la imagen (hacia 1720), si fuera como deduce Sánchez-Mesa la que falta en el retablo y que se colocó después en el antiguo en la capilla lateral mencionada.
Ello nos llevaría a plantear otras hipótesis, como que la hermandad hubiera tenido otra imagen, y después, hacia 1720, adoptara la de Risueño - con lo que se alargaría unos años la vida de la hermandad- o que la imagen de la Virgen no sea la nº 16 que falta en el retablo, como deduce Sánchez-Mesa, y que Risueño la labrara en los años iniciales de la hermandad y fuera este trabajo precursor del encargo de la imaginería del retablo.
La falta de documentación suficiente sobre nuestro legado artístico, hace que cuando se ponen se contrastan unos documentos, como estos que he estudiado en el archivo arzobispal sobre el pleito con la Archicofradía del Rosario de Santa Cruz la Real, con lo conocido hasta la fecha, nos llevan a plantearnos nuevas incógnitas, como las antes expuestas.
De todo ello, concluyo, que la Virgen del Rosario de San Ildefonso, parece que fue la imagen de la cofradía, pues en los inventarios consultados de la iglesia no existió más que esa imagen de dicha advocación, planteándose la hipótesis de que la realizara Risueño años antes de las imágenes del retablo o que la hermandad la adoptara como titular hacia 1720, desechando alguna imagen mas antigua con la que se fundara la hermandad.
Estas hermandades no se podían fundar en dichas localidades en ninguna otra iglesia secular o regular y, si se hacía, la hermandad fundada se había de agregar con sus alhajas e insignias a la principal que residiera en el convento dominico, sin que se pudieran conceder indulgencias a ninguna otra que no residiera en dicho convento, ya que éstas sólo se podían ganar en la capilla de la titular de la archicofradía.
Denunciaban que se habían fundado algunas cofradía del Rosario fuera del convento, sin cumplir dichos requisitos y que engañando a los fieles, pues pretendían estar en posesión de las bulas que sólo pertenecían "a la verdadera cofradía" del convento de Santo Domingo (Santa Cruz la Real), consiguiendo limosnas, pidiendo con dicho título, que sólo pertenecían legítimamente a la asentada en el convento dominico, con grave perjuicio de la misma, que veía decaer su devoción y número de hermanos.
Al pedir la de San Ildefonso limosnas, se producía el hecho de que la archicofradía de Santo Domingo no las conseguía y sus hermanos se negaban a pedirlas "por no sufrir el rubor de las quejas y lamentos de los que piden con dicho título".
Además, la cofradía del Rosario de la iglesia de San Ildefonso utilizaba en sus banderolas, insignias, pinturas y tarjeta de su estandarte la imagen de Ntra. Sra. del Rosario, sin deber hacerlo, a juicio de la de Santo Domingo, solicitando del provisor que fuera agregada a la archicofradía.
NTRA. SRA. DEL ROSARIO CORONADA TITULAR DE LA ARCHICOFRADÍA DE SANTO DOMINGO Y COPATRONA DE GRANADA |
El hermano mayor de la de San Ildefonso, Juan Pérez, y su mayordomo Baltasar Ruiz se defienden alegando que la hermandad no era reciente, como decían los dominicos, pues hacía 11 años que se había fundado y, además, con licencia del arzobispado y que tenían bulas concedidas por el los Papas Inocencio X y XI, mostrando en el pleito el libro de dichas bulas.
La archicofradía le rebatió el asunto de las bulas, diciendo que éstas prescribían que sólo se podrían fundar esas hermandades a una distancia de dos millas del convento de Santo Domingo, requisito que no cumplía la de San Ildefonso.
A pesar de lo alegado por la archicofradía, la realidad era que había otras hermandades de Ntra. Sra. del Rosario fundadas en la ciudad en la iglesia del Salvador, en la de Cartuja y en la de San Gregorio y así lo hizo constar la de San Ildefonso, pidiendo que no se privara de esta devoción a los vecinos de la parroquia, que muchos eran labradores y el convento de Santa Cruz la Real les quedaba demasiado lejos.
Dos años tardó el arzobispado en dar una contestación a la demanda interpuesta por la archicofradía y lo hizo por un auto de 25 de febrero de 1701 del provisor y vicario general D. Rafael de Ascargosta en el que da la razón a la hermandad de Ntra. Sra. del Rosario de San Ildefonso, basándose en que la archicofradía del convento dominico sólo había interpuesto la demanda y no lo había proseguido ni pedido el recibimiento a prueba.
No se contentó con el auto la Archicofradía de Ntra. Sra. del Rosario de Santo Domingo y el prior de la comunidad Fray Pedro Prieto y el hermano mayor, Martín de Marzana decidieron apelar a la Santa Sede, admitiéndose a trámite el 7 de marzo de 1701 por el arzobispo de Larissa, D. Francisco de Aguaviva y Aragón, nuncio apostólico 3.
No sabemos el resultado de la apelación, aunque sí que el conflicto estaba concluido en agosto de 1703, pues el prior de Santa Cruz la Real solicita que se le entreguen las bulas que había aportado a los autos de pleito.
No tuvo que perdurar la hermandad después de este conflicto, quizás porque la apelación a la Santa Sede le fue desfavorable y porque las cofradías gremiales se prohibieron en la época de la Ilustración.
La imagen de Ntra. Sra. del Rosario
La Virgen del Rosario de la iglesia de San Ildefonso aun la podemos contemplar en la capilla que hoy preside la imagen de Jesús de la Humildad, llamado hoy de las Burlas, imagen que fue titular de la hermandad de su misma advocación, procedente del inmediato convento de la Merced. La Virgen se sitúa en una hornacina del retablo a la derecha del dicho Señor de la Humildad, aunque ésta parece no ser su capilla primitiva, sino la que hoy está dedicada a San Ildefonso.
Capilla de la Humildad o de las Burlas, donde hay se venera a Ntra. Sra. del Rosario. |
Al realizarse el actual retablo mayor hacia 1720, el primitivo que labró Miguel Cano en 1603-1605, con traza de Ambrosio de Vico, se colocó en una capilla lateral - aún lo está-y en él a la Virgen del Rosario.
La imagen de Ntra. Sra. del Rosario se atribuye al escultor José Risueño Alconchel 4, quizá como una de las imágenes previas que pudiera haber realizado para el extraordinario retablo, cuyo contrato de imaginería se realizó con Risueño.
El profesor Sánchez-Mesa Martín afirma que la imagen de la Virgen del Rosario se documenta su autoría como de Risueño, al suponer que era una de las 16 imágenes que el escultor contrató para el retablo; pues dice que "si contamos las esculturas colocadas en el retablo, vemos que son 15" y que si se analiza la imagen de la Virgen del Rosario "comprendemos que sea del maestro y de aquella misma época". Por ello, induce a que es la que falta en el retablo para completar las 16 encargadas 5.
El retablo antiguo de la iglesia realizado por Miguel Cano se colocó o ajustó por el mismo Risueño por el precio de 200 reales en la capilla lateral antes mencionada, la segunda de la derecha, entrando en el templo, que es en la que se ha venerado a la Virgen del Rosario hasta que se colocó en ella a la imagen de San Ildefonso.
RETABLO ANTIGUO DE SAN ILDEFONSO, DONDE ESTUVO LA VIRGEN DEL ROSARIO |
Sin embargo, creemos que si la imagen de la hermandad fuese esta de Risueño, no habría concordancia entre la fecha de vigencia conocida de dicha hermandad (1688-1703) y la realización de la imagen (hacia 1720), si fuera como deduce Sánchez-Mesa la que falta en el retablo y que se colocó después en el antiguo en la capilla lateral mencionada.
Ello nos llevaría a plantear otras hipótesis, como que la hermandad hubiera tenido otra imagen, y después, hacia 1720, adoptara la de Risueño - con lo que se alargaría unos años la vida de la hermandad- o que la imagen de la Virgen no sea la nº 16 que falta en el retablo, como deduce Sánchez-Mesa, y que Risueño la labrara en los años iniciales de la hermandad y fuera este trabajo precursor del encargo de la imaginería del retablo.
La falta de documentación suficiente sobre nuestro legado artístico, hace que cuando se ponen se contrastan unos documentos, como estos que he estudiado en el archivo arzobispal sobre el pleito con la Archicofradía del Rosario de Santa Cruz la Real, con lo conocido hasta la fecha, nos llevan a plantearnos nuevas incógnitas, como las antes expuestas.
De todo ello, concluyo, que la Virgen del Rosario de San Ildefonso, parece que fue la imagen de la cofradía, pues en los inventarios consultados de la iglesia no existió más que esa imagen de dicha advocación, planteándose la hipótesis de que la realizara Risueño años antes de las imágenes del retablo o que la hermandad la adoptara como titular hacia 1720, desechando alguna imagen mas antigua con la que se fundara la hermandad.
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1. ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 10 f, pieza 21.
1. ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 10 f, pieza 21.
2. El citado Archivo, mismo legajo y pieza.
3. El citado Archivo, legajo 10f, pieza s/n.
4. GALLEGO Y BURÍN, Antonio, Guía de Granada, p. 314. Granada 1982.
5. SÁNCHEZ-MESA MARTÍN, Domingo, José Risueño, escultor y pintor granadino, p.p 244-245.
3. El citado Archivo, legajo 10f, pieza s/n.
4. GALLEGO Y BURÍN, Antonio, Guía de Granada, p. 314. Granada 1982.
5. SÁNCHEZ-MESA MARTÍN, Domingo, José Risueño, escultor y pintor granadino, p.p 244-245.
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