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domingo, 31 de octubre de 2021

HERMANDAD Y ESCLAVITUD DE NUESTRA SEÑORA DEL TRIUNFO (Convento de la Merced Calzada)


LA ESCLAVITUD Y HERMANDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL TRIUNFO


Antonio Padial Bailón


La devoción y culto popular a la Inmaculada Concepción y, en general, a la Virgen María se ve incrementada a partir del Concilio de Trento como un hito más de la Contrarreforma y Granada y su cofradías van a participar de forma concluyente a la cabeza de ese movimiento inmaculista, jurando el 2 de septiembre de 1618 los dos cabildos de la ciudad, el municipal y el catedralicio la defensa por sus miembros de la Concepción Inmaculada de María. Este juramento se materializó por parte del Ayuntamiento en la aprobación en 1621 de la construcción de un monumento al Triunfo de la Inmaculada en los alrededores de la principal entrada a la ciudad, como era la Puerta de Elvira.

Estos triunfos tienen un origen romano para ensalzar las victorias que cosechaban los emperadores romanos en sus guerras contra los pueblos sometidos al Imperio y consistían en columnas de mármol labradas -también se realizaban arcos de triunfo-, sobre la temática de algunas de sus batallas más significativas, que solían coronarse con una estatua del emperador.

Esta modalidad de ensalzamiento triunfal y del arte y pensamiento clásico en general se produce durante el llamado Renacimiento, corriente o movimiento sociológico, literario, artístico...etc., que sucede a la "oscuridad medieval", que parte de la Italia de principios del siglo XV en el periodo llamado del Quattrocento y sucedido del Cinquecento en el siglo XVI,  y que se extiende por Europa. En dicho movimiento se produce la reivindicación del arte y pensamiento clásico de imitación y glorificación del mundo greco-romano. En ese contexto, las instituciones públicas y la iglesia católica solían de modo simbólico ensalzar con esas columnas triunfales algunas devociones locales a la Virgen y a los santos más significativos de algunas ciudades españolas y europeas y que proliferaron durante el periodo barroco.


Triunfo de la Inmaculada y Hospital Real


Como hemos afirmado, en Granada este triunfo de la Inmaculada se acuerda erigir por el cabildo de la ciudad tempranamente, en 1621 y no se empieza su construcción hasta 1626, según proyecto del arquitecto Francisco de Potes (el de Bolonia se erige en 1632, el de Praga en 1650, el de Viena en 1667, el de Cádiz, dedicado a la Virgen del Rosario, en 1755, y el de San Rafael de Córdoba se finalizó 1781). Sin embargo, tras diversas vicisitudes y cambios de artistas intervinientes la columna del Triunfo granadino no se terminará hasta 1631, cuando el escultor Alonso de Mena acaba la escultura de la Virgen Inmaculada. 

Desde entonces, aquel lugar que en tiempos musulmanes había sido un gran cementerio o maqbara extramuros de la ciudad, llamado de Sahl ben Malik, y con la reconquista cristiana lo llamaban Campo de la Merced, al erigirse allí el convento mercedario, de denominó Campo del Triunfo. 

Inmaculada del Triunfo de Alonso de Mena (1631)

La ciudad de Granada pionera en España en la construcción de este tipo de monumento en honor a la devoción inmaculista, (después se construirá otro triunfo ante la Santa Cuevas del Sacromonte). A partir de este triunfo de la Inmaculada, esta forma monumental de ensalzar triunfalmente una devoción señera se verá más tarde imitada por otras ciudades y pueblos de Andalucía, aunque en el resto de España estas columnas de triunfo apenas si se construyeron.  

El monumento no fue emplazado originalmente en el sitio que hoy ocupa, sino en unos jardines existentes en aquella época detrás del edificio que fue Escuela Normal de Magisterio (hoy dependencia de la Junta de Andalucía), donde actualmente se alza el colegio infantil Inmaculada del Triunfo. Al lugar actual se trasladó el monumento hacia 1960, cuando fue derruida la antigua plaza de toros del siglo XIX, para formar una explanada, donde se celebraron los actos del IV Congreso Eucarístico Nacional de 1957. El lugar se conformó con unos nuevos jardines, que desde entonces preside el Triunfo de la Inmaculada.


Triunfo de la Inmaculada y antigua plaza de toros

La imagen de la Virgen Inmaculada del Triunfo porta bajo sus manos en posición de oración un relicario que contiene un trozo de Lignum Crucis que se puso en la imagen cuando fue colocada en la columna triunfal. Procedía de Roma y fue traído por los jesuitas a Granada en 1556 y donado a la imagen. Era la reliquia un obsequio del Cardenal Roberto Belarmino a los jesuitas de Roma. 

Finalizado de esculpir el Triunfo de la Inmaculada en 1631 se nombró un ermitaño para que cuidara de su seguridad, adorno y aseo, y el que cumplía esa misión en 1640 protagonizó un incidente nombradísimo ese año, que supuso un enorme revuelo en toda la ciudad de Granada; dicho ermitaño tuvo la ocurrencia, en secreto, clavar un libelo difamatorio contra Inmaculada Concepción de María el día 6 de abril, Viernes Santo de aquel año, en la pared de la esquina de la casa de cabildos de la ciudad, que entonces se ubicaba en el edificio de la Madraza. El tribunal de la Inquisición declaró herejes y excomulgados a los posibles autores y cómplices de dicho libelo, leyéndose en la catedral el anatema y ofreciendo mil ducados a quien los descubriese.

Durante los días y meses siguientes al escandaloso hecho los cabildos de la ciudad, los gremios, las cofradías y las órdenes religiosas promovieron actos, certámenes poéticos y procesiones multitudinarias de desagravio a la Virgen. Una de las primeras de estas manifestaciones procesionales de desagravios la realizó la Hermandad de la Soledad, el día 11 de abril, que salió con la imagen de la Virgen a las cuatro de la tarde del convento del Carmen alumbrada por más de 1.400 hachas, además de "mucha cera menuda y muchas banderolas"  y se mandó cerrar la Alcaicería, como si fuese día festivo. La procesión fue, primeramente, a la Catedral y después al Tribunal de la Inquisición, que estaba frente a la iglesia de Santiago, en cuya puerta mandó alzar un grandioso altar con la imagen de Nuestra Señora de la Paz que se veneraba en dicha iglesia; después la procesión de Ntra. Sra. de la Soledad siguió por la calle de Elvira, hasta el Real Convento de la Merced, ya cerca del monumento de Nuestra Señora del Triunfo, ante el cual se hizo la estación principal de homenaje y desagravio. Después de visitar la iglesia de los capuchinos, regresó por la calle Carretería (hoy calle de San Juan de Dios), donde se hizo estación, así como en el monasterio de San Jerónimo y en la iglesia de los jesuitas (hoy de los Santos Justo y Pastor), para volver a su sede del convento del Carmen, ya entrada la noche.


Palacio de la Madraza, donde estaba el cabildo de la ciudad en aquellos años

Al día siguiente, salió en procesión, también a las cuatro de la tarde, con mucha cera la cofradía de penitencia de la Sagrada Pasión de Jesucristo del convento de la Trinidad, llevando a su patrona, la Virgen de los Desamparados, y el Ángel Custodio, que siguió un itinerario semejante hasta el monumento del Triunfo, regresando cuatro horas más tarde. Otra cofradía de penitencia, como la Oración en el Huerto de los Olivos del convento de San Antón y la de Nuestra Señora del Rosario, no se les autorizó salir por el provisor de la diócesis, para que se aquietasen los exaltados ánimos de la gente.  

La patrona de la ciudad, entonces la Virgen de la Antigua, fue bajada de su altar y colocada en otro bajo durante ocho días, para recibir de forma más cercana las plegarias de los fieles que acudían a las continuas rogativas y desagravios que ante ella se realizaron durante ese tiempo. Después los cabildos de la ciudad y el eclesiástico procesionaron a la Virgen de la Antigua hasta el monumento del Triunfo, lo que vino a constituir un multitudinario festejo. Asimismo, los nobles de la ciudad y los oidores de la Real Chancillería, así como sus señoras hicieron un festejo por las calles en honor de Nuestra Señora del Triunfo en el que fijaron en sitios públicos carteles con el nombre de Nuestra Señor en letras de oro y fondo azul. 

Ntra. Sra. de la Antigua, primitiva patrona de la ciudad

Las cofradías de las devociones marianas de más arraigo en la ciudad procesionaron a sus imágenes, entre ellas, a Nuestra Señora de la Esperanza de la iglesia de Santo Domingo que fue al convento de Gracia con multitud de hachas encendidas y danzas; salió Nuestra Señora de las Angustias, cuya devoción aventajaba ya a la de la propia patrona de la ciudad, la Virgen de la Antigua. Esta procesión no se vio privada de un aguacero que estropeó las numerosas colgaduras que se montaron. También los especieros de la ciudad realizaron una misa de pontifical en desagravios a la Virgen del Destierro en San Basilio, a la que procesionaron con más de 200 hachas. Otras muestras ostentosas de desagravio se realizaron a la Virgen de los Remedios del Sagrario por los estudiantes; a la Virgen de Guía; a Ntra. Sra. de Guadalupe en Santa Isabel la Real; a Ntra. Sra. de la Cabeza con procesión; Ntra. Sra. del Sepulcro del convento carmelita de los Mártires fue también procesionada, llevando el estandarte el hermano mayor, Juan de Mestanza, de la Hermandad de Jesús Nazareno y Santa Elena, con sede el dicho convento, y asistencia de muchos señores y caballeros, que finalizó con grandes fuegos de artificio.

Virgen de los Remedios del Sagrario, patrona de los estudiantes

Jesús Nazareno de Granada del Convento de los Mártires


Finalmente, prendieron en junio de 1640 a uno de los ermitaños de Nuestra Señora del Triunfo como autor de libelo, que confesó haberlo puesto para que con la controversia suscitada se incrementara la devoción a la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora del Triunfo. No obstante, fue penitenciado por el Tribunal de la Santa Inquisición en auto celebrado en el convento de Santa Cruz la Real, que mostrándose misericordioso lo condenó a salir públicamente con un sambenito como símbolo de infamia y a diez años de galeras.  Los cabildos eclesiástico y de la ciudad mandaron repicar campanas, poner luminarias y fueron a la Catedral entonar un Te Deum en acción de gracias y fue el Tribunal del Santo Oficio ante el monumento de la Inmaculada del Triunfo a rendirle homenaje. Asimismo tronó la artillería de la Alhambra y se celebraron fiestas reales de toros (1). 

Aquel desborde de exaltación mariana en defensa de la Concepción Inmaculada de María, que había provocado el suceso del libelo, no pudo menos que aumentar su devoción a la Inmaculada del Triunfo, cosa que consiguió con creces el ermitaño libelista, y una de sus consecuencias, a mi juicio, fue la erección por la piedad popular de una hermandad dedicada a dar culto y honrar a Nuestra Señora del Triunfo. Solo seis años después de aquel perturbador suceso, en 1646, se funda dicha hermandad, dándose unas simples o provisionales constituciones el día de 22 de diciembre de dicho año, aprobadas el día 31 de dicho mes (2). 




La hermandad, con carácter de esclavitud, se funda en tiempos del arzobispo don Martín Carrillo de Alderete y nace con sede en el Real Convento de Nuestra Señora de las Mercedes, junto a la Puerta del Elvira y la Cuesta de la Alhacaba, cercano al monumento del Triunfo de la Inmaculada. En la iglesia de este cenobio parece que ocupa la primera capilla del crucero a la izquierda del presbiterio, en el lado de la Epístola.

El número de hermanos o esclavos, que habían de ser de la gente más piadosa y prominente de la ciudad, era necesariamente limitado a cincuenta y seis personas. Al frente de los fundadores de esta hermandad estaba el Inquisidor del Tribunal de Granada, Tomás Rodríguez de Monroy, y el Corregidor de la ciudad, don Francisco Arévalo de Suazo, y otras personas de apellidos ilustres de la ciudad, como Alarcón, de Fonseca, Beneroso, Ponce de León, Calvache, Porras, del Castillo, Valdés, Montero de Espinosa, Méndez de Salazar...etc. (3).

La fundación se realiza con una simple exposición de motivos y nombramiento de comisarios para que formaran las constituciones, encargándose este cometido al provisor de la diócesis, don Diego Riquelme, a don Alonso de Luque y al licenciado don Juan de Herrera Pareja. Seguramente redactaron tales constituciones definitivas y se aprobaron por el provisor Diego de Riquelme, aunque no tenemos noticias documentales de ellas. 

Foto del Museo Casa de los Tiros


Aquellas primeras provisiones que se hacen antes de redactar las reglas definitivas fueron muy simples, apenas contaban con unos pocos preceptos: 

1º. Había obligación de celebrar entonar una salve cantada con órgano ante Ntra. Sra. del Triunfo todos los domingos a las cuatro de la tarde en invierno y en el verano a las seis de la tarde, con la finalidad de suplicar por la conversión de los reinos de España, conservación del Santo Oficio de la Inquisición y extirpación del mal uso de los juramentos de Dios y sus santos.

2º. La hermandad debía de celebrar una fiesta dedicada a la Virgen el día de la Inmaculada Concepción.

Esta hermandad-esclavitud, además de la imagen de la Inmaculada del Triunfo, objeto de su veneración e inicio de su devoción, contaba con otra imagen en su capilla de la que no sabemos si reproducía a la imagen del monumento del Triunfo (probablemente así era) u otra iconografía, ni el paradero actual de la misma; seguramente se perdería después de la supresión del convento mercedario en la exclaustración de 1835-1836.

En 1686 se fundó la Real Maestranza de Caballería, que toma como devoción y patrona a la Inmaculada Concepción, bajo el título de Ntra. Sra. del Triunfo y va a construir en 1768 en el paraje del Campo del Triunfo la primera plaza de toros estable de Granada, destruida por un incendio en 1874 y cuyos restos yacen bajo la Avenida de la Constitución. En sustitución se construyó nueva plaza de toros en el mismo paraje, ante el Hospital Real, que fue demolida en 1955-56 para realizar los actuales Jardines del Triunfo. 


Conversión en hermandad rosariana en 1698

No se tienen más noticias de la hermandad hasta finales del siglo XVII, en que la cofradía modifica su carácter para hacerse una corporación rosariana en 1698. Era en esa época cuando se produce el auge de ese carácter de hermandades y esta de Nuestra Señora del Triunfo no se sustrajo de esa transformación como ocurrió a otras muchas cofradías marianas. El auge de la devoción mariana a la Inmaculada Concepción de María, impulsada por franciscanos y jesuitas, iba paralelo al de la Virgen del Rosario, impulsada por los dominicos, y en esta transformación de la hermandad del Triunfo a finales del XVII ambas devociones se fusionan.

Así que en ese año de 1698 realiza nuevas reglas, que fueron aprobadas por el Provincial de la Orden de Mercedarios Calzados, Fray Martín de Estrada y el comendador del convento, Fray Francisco Barnuevo, el día 24 de julio de ese año, vísperas de la festividad de Santiago Apóstol, y el día 4 de agosto lo hizo el  Provisor y Vicario General de la diócesis granadina, don Andrés Rafael de Ascargorta. El título que en adelante distinguió a la hermandad fue el de Hermandad del Santo Rosario de Nuestra Señora del Triunfo (4). 

Litografía de Jurado de Ntra. Sra. del Triunfo. Casa de los Tiros 


La hermandad en esta segunda etapa quiere conservar su carácter elitista y, para ello, requiere en sus reglas de 1698, que los que hayan de ser hermanos, hombres y mujeres, deben de no haber ejercido ninguno de los oficios calificados como viles, ni haber sido "penitenciado por alguno de los tribunales de justicia". Los aspirantes a hermanos debían de ser presentados al cabildo por un diputado, que previamente averiguaba si cumplía los requisitos que se requerían en las reglas y podía ser aceptado (las hermanas no tenían que presentarse al cabildo). Después juraban la Concepción Inmaculada de María y cumplir las constituciones de la hermandad.

El gobierno de la hermandad estaba confiado al hermano mayor, mayordomo, cuatro consiliarios, cuatro diputados y dos albaceas o padres de almas, que eran, según costumbre en la mayor parte de las cofradías, elegidos anualmente. Muy ligada a la supervisión de la orden mercedaria, los cabildos eran presididos por el padre comendador del convento, que en las votaciones contaba con dos votos. Al contrario de otras cofradías, el común de los hermanos no tenía derecho al voto, solo lo ostentaban los oficiales de la hermandad y las elecciones se celebraban cada año el domingo siguiente a la fiesta de la Inmaculada Concepción. Aparte de los cabildos generales se celebraban cabildos de oficiales los terceros domingos de mes, para tratar de los asuntos más cotidianos, y debía de reunirse antes de sacar el estandarte para la celebración de la misa de dicho domingo.

La hermandad, que era, además, de sufragios y entierros, se financiaba con las limosnas que los consiliarios recogían los sábados de los cofrades y de las recogidas por los meseros en las calles de la ciudad y de los pueblos de su entorno. Asimismo, cada hermano había de dar un real en su ingreso en la hermandad y 1/4 de real todos los sábados más 1/2 real para caso de entierros para las misas de sufragio. 

Celebraba siete fiestas anuales de la Virgen: la de  la Inmaculada, la del Rosario, Candelaria, Encarnación, Asunción, Natividad de la Virgen y Ntra. Sra. de la Merced, patrona del convento; en ellas se celebraba en la capilla una misa cantada con ministros e iba la hermandad hasta el monumento del Triunfo a cantar una salve con música a la Virgen. Y en el domingo infraoctavo a la Concepción lo tenía como fiesta principal en la que se celebraba misa y sermón con las músicas de la Capilla Real y de la Catedral, realizándose procesión por la tarde y fuegos artificiales y danzas en ella. Dos domingos antes se reunía el cabildo para preparar lo tocante a dicha fiesta y sufragar la misma con aportaciones que cada uno de los cofrades pudiere, según su peculio.


 

Una gran mayoría de las hermandades en siglos anteriores al XX, tuvieran el carácter que tuvieran (penitencia, letíficas, pasionistas, ánimas, vía sacra ...etc.), tenían entre sus fines el auxilio a los hermanos en la salud, sus entierros y de sus familiares, así como, en otros sufragios encaminados a la salvación de sus almas. En una sociedad en la que no existía o era muy escaso ese tipo de atención por parte de las instituciones públicas, eran las cofradías quienes venían a paliar esas necesidades físicas y del "más allá" o de las almas. Ello puede explicar el gran número de hermandades que existían en relación con la población de la ciudad, casi toda ésta estaba adscrita a alguna hermandad.   

Esta de Nuestra Señora del Triunfo regula parte de ese aspecto en su capítulo séptimo y, así, celebraba honras fúnebres todos los domingos del mes de noviembre con vigilia, misa, sermón doblar campanas desde el día anterior a dichas honras fúnebres por los hermanos difuntos, por estas ceremonias se pagaba en cada una de ellas al convento la cantidad de 2 ducados. Para esta finalidad todos los hermanos habrían de pagar 1/2 real de vellón en ayuda a dichas misas y los hermanos estaban en la obligación de asistir a los entierros, para lo que serían avisados por el "padre de animas", acompañando al cadáver con 12 cirios, así como si falleciese un religioso del convento mercedario, y 20 cirios en el caso de que el difunto fuere un oficial de la cofradía y al entierro de todos los que hubieren sido hermano mayor, mayordomo o prelado de la hermandad. También asistirían 24 religiosos mercedarios y al que se costease su entierro pagaría 100 reales al convento. La falta de asistencia sin justificación acarreaba una multa de 4 onzas de cera.

Al difunto tenía obligación la cofradía de decirle tres misas cantada, la primera de ellas en la víspera del entierro, y todas en la capilla de la Virgen del Triunfo. Asimismo, al hermano que enfermaba se le proporcionaba médico y boticario para su pronta recuperación.

Todas las ceremonias y misas, en las que habrían de participar religiosos del convento, recibía los  emolumentos fijados; ello constituía una fuente importante de recursos económicos para el mismo, por lo que los conventos incentivaban el establecimiento de hermandades, cediéndoles capillas y bóvedas de entierro o asegurándoles la asistencia religiosa o exigiendo que en sus reglas se fijara la sede perpetua en la iglesia del cenobio. 

Todo esto explica la abundancia de hermandades que se establecían en los conventos. En este de la Merced Calzada se establecieron más de trece cofradías, tres de ellas de penitencia y a esta de Ntra. Sra. del Triunfo se le cedió la 

"última capilla de la iglesia, a mano derecha que está debajo del coro, para en ella hacer un retablo con la imagen de Santa María del Triunfo; y se obliga dicha hermandad a dorarlo y hacerlo dentro de un año (es decir, en 1699), para cuya seguridad tiene ya hecha escritura con los maestros del arte, y asimismo se obliga a hacer reja de hierro y poner lámpara y todo el demás adorno que la capilla necesitare". También se le cedió el derecho a hacer la bóveda de enterramiento para hermanos y demás devotos.




Procesión del Santo Rosario

La procesión del Santo Rosario era el fin primordial de la hermandad en este periodo. Debía de sacarse el rosario con el estandarte de la cofradía todos los miércoles del año y todas las tardes de los días festivos y las noches antes de las festividades de la Virgen y el día de San Pedro Nolasco y de los santos y santas mercedarias, y si por las circunstancias que fuesen no podía rezarse en la calle se haría en la capilla de la hermandad ante la Virgen titular, teniendo obligación de asistir todos los hermanos a dicho Santo Rosario, que, asimismo, era día de pedir limosna por las calles de la ciudad. A dichos rosarios asistía un padre mercedario o los que pidiere la hermandad al padre comendador que fuesen necesarios.

La Cofradía iniciaba el Rosario al toque vespertino de oración de las campanas para que su regreso no fuera moleta ni gravosa a la clausura de la comunidad mercedaria; para ello y mantener la puntualidad los meseros deberían de tenerlo todo preparado, como el repartimiento entre los hermanos de la cera y faroles y todo lo necesario, debiendo salir el rosario en el cuarto de hora siguiente a dicho toque de oración. En caso de lluvia el rosario se celebraría en la capilla de la hermandad, en presencia de la imagen de Ntra. Sra. del Triunfo.

El cumplir puntualmente con la realización del Santo Rosario callejero en los días señalados era obligación primordial, de modo que aquél debía salir, aunque solo fueren doce hermanos los que hubieren acudido a su convocatoria.  

Entre otras obligaciones que la hermandad debía de cumplir con respecto al convento mercedario estaban: el asistir cada año con seis hermanos portando cirios a la procesión de San Pedro Nolasco, Patrón de la Orden; si la cofradía sacaba en procesión por las calles de la ciudad a Ntra. Sra. del Triunfo en su fiesta se obligaba a pagar 4 ducados y dar una vela a cada religioso y, asimismo, cada Jueves Santo debía de dar 4 libras de cera para el monumento del Santísimo Sacramento.  

Imagen de San Pedro Nolasco del convento de Ntra. Sra. de la Merced (seguramente realizada por Alonso de Mena) hoy en la iglesia de San Ildefonso.


La hermandad había dejado en esta etapa rosariana de exigir su conformación por un número cerrado de hermanos, que en la primera etapa se determinaba que fueran 56, según hemos relatado al principio, si bien, mantuvo su carácter elitista. Así, según la relación de hermanos que se ofrece en la escritura de constitución de la hermandad rosariana había cuatro caballeros veinticuatro de la ciudad y el secretario de su cabildo, pertenecientes a las familias más notables, como don Beltrán de Caicedo; dos que ostentaban el cargo de familiar del Santo Oficio; canónicos del Sacromonte; el alcaide de adarves y varios licenciados. 

A los largo del siglo XVIII parece que se mantuvo en cierto auge, pasando los límites, en cuanto a petición de limosnas y nómina de hermanos, de la ciudad de Granada y la Vega a otros territorios de la provincia eclesiástica de Granada, como Jaén, Málaga, Guadix, Almería o Murcia. Así, entre 1764 a 1770 varios obispos de estas diócesis dieron licencia para ello a la hermandad y en el cabildo de la misma de 25 de julio de 1770 nombran apoderado para esas cuestiones a Francisco Martínez y recolectores de limosnas a Enrique, Pedro y Antonio Martínez. Estas licencias estaban autorizadas por la Reales Órdenes de 16 de septiembre de 1757 y 5 de febrero de 1769, que se dictaron para evitar excesos y abusos de personas bergantes que andaban cometiendo timos y estafas por los santuarios de España, pidiendo limosnas a personas rústicas en nombre de hermandades y devociones (5).

Por estos abusos la Hermandad de Nuestra Señora del Triunfo había denunciado varios casos en la localidad de Calasparra (Murcia) en la que en 1771 un hombre vendió indulgencias, estampas, asentó hermanos y recuadó limosnas fraudulentamente en nombre de la hermandad. Tal individuo, llamado Ramón Martínez, fue apresado y embargados los efectos que se le encontraron. 

Luego resultó, que dicho individuo había sido enviado por los autorizados por la hermandad, Francisco Martínez y Antonio Martínez, que se hallaba haciendo el servicio militar, dándole 6 reales diarios para que "hiciera sus veces", recaudando e inscribiendo hermanos en la zona de Murcia, donde la cofradía tenía muchos cofrades en Ceutí, Santomera, Caravaca, Totana, Alhama de Murcia...etc. 


En la actualidad. Antiguo convento de la Merced de Redención de Cautivos. En el extremo derecho estaba la torre de campanas. A la izquierda, la torre de San Ildefonso.

No sabemos cuándo desapareció la Hermandad de Nuestra Señora del Triunfo; probablemente entraría en decadencia a finales del siglo XVIII, como tantas cofradías a las que afectó la normativa de la Ilustración y los acontecimientos posteriores del primer tercio del siglo XIX. En la Guerra de la Independencia, en la que, expulsados los frailes y cofradías, el convento fue convertido en cuartel, almacén y cuadra por las tropas napoleónicas. Probablemente, a partir de la ocupación francesa la hermandad se perdería. Asimismo, la autoridad eclesiástica puso grandes dificultades para la recuperación de las cofradías, especialmente las que residían en los conventos suprimidos en 1835, por la desamortización de Mendizábal.

Nuestra Señora en su Triunfo siguió hasta nuestros días recibiendo la devoción  de muchos granadinos y el lugar un sitio de esparcimiento ciudadano. Bajo el pedestal, donde figuran las imágenes en relieve de San Cecilio, Patrón de Granada y San Tesifón, éstas llevaban en unos huecos labrados en sus pechos unas reliquias con las cenizas de estos santos, quemados en el Sacromonte, según la leyenda. Estas cenizas fueron suprimidas de las imágenes en 1777, por estar relacionadas con los libros plúmbeos, que fueron prohibidos por la Iglesia.

Portada de la entrada del convento de la Merced. Dentro Claustro.


 

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1. Francisco Henríquez de Jorquera, Anales de Granada, tomo II, pp. 846-859, edición de Antonio Marín Ocete. Universidad de Granada, serie "Archivum", 1987.

2. Archivo Histórico Diocesano de Granada, legajo 108 f, pieza 26.

3. José Díaz Martín de Cabrera, Curiosidades históricas granadinas: los muy ilustres corregidores de la ciudad de Granada, Segunda parte, p.25. Revista del Centro de Estudios Históricos. Biblioteca de Andalucía, R 42.452.

4. Para aquella segunda etapa de la hermandad, la rosariana, seguimos a Emilia Martínez Ruiz "Fundación y Constituciones de la Hermandad del Santo Rosario de Nuestra Señora del Triunfo de Granada en 1698", Universidad de Granada, Crónica Nova, 18 (1990), pp.415-445.

5. Archivo Histórico Diocesano de Granada, legajo 217 f.






sábado, 12 de junio de 2021

ESCLAVITUD Y HERMANDAD DE LA PURA Y LIMPIA CONCEPCIÓN Y DESTIERRO DE NUESTRA SEÑORA ( ESPECIEROS)








ESCLAVITUD DE LA PURA Y LIMPIA CONCEPCIÓN Y NUESTRA SEÑORA DEL DESTIERRO 

Antonio Padial Bailón


Los monjes de la Orden de San Basilio Magno consiguen en 1611 licencia del arzobispado para establecerse en la ciudad de Granada. Eran tiempos del arzobispo don Pedro González de Mendoza (1610-1616), que se mostraba más proclive que su antecesor, el estricto don Pedro de Castro y Quiñones (1589-1610), a autorizar el establecimiento de órdenes religiosas en la ciudad, muy saturada en esa época de conventos de casi todas las órdenes religiosas.

En el fondo de la cuestión de la oposición de los prelados a autorizar estos establecimientos de religiosos yacía la competencia entre las parroquias y los conventos para obtener recursos económicos procedentes de las limosnas, legados, patronatos y otras dádivas de los fieles y, especialmente, de la aristocracia y burguesía de la ciudad. Por ello, los frailes basilios alegaron para obtener tal licencia que no eran una orden mendicante y que contaban con rentas propias para su manutención.

Conseguida la licencia, los monjes, con fray Antonio de San Basilio al frente, se establecen en la ciudad en enero de 1614, colocando el arzobispo el Santísimo Sacramento en el oratorio o ermita del nuevo establecimiento religioso el día 8 de mayo de dicho año. Para ello, consiguen una casa extramuros de la ciudad, que les había donado un vecino. Esta ubicación en despoblado pudo ser, asimismo, un requisito para no interferir de forma importante en la obtención de recursos económicos en competencia con la parroquia de las Angustias, a cuya jurisdicción pertenecía el nuevo convento.

Sería, tal vez, el noble don Antonio Álvarez de Bohórquez,  nombrado en 1629 por Felipe IV Marqués de los Trujillos, el vecino que les cedió la casa, pues éste, en 1616, aparece como el donante a los frailes de una casa y huerta a orillas del río Genil, llamada "Casa Blanca", para su establecimiento definitivo. La madre de este noble granadino, doña Francisca Deza Girón también fue benefactora de los frailes (1).

En su asentamiento en Granada los frailes basilios contaron con el apoyo de la monja clarisa e Infanta y Archiduquesa de Austria Sor Margarita de la Cruz, nieta del Emperador Carlos V e hija del Emperador Maximiliano II, que en esos años de la fundación les hizo donación de la imagen de Nuestra Señora del Destierro, que su abuelo solía llevar en sus contiendas bélicas europeas. La relevancia real de la donante haría que esta imagen se convirtiera en la patrona del convento, entronizándose en el nuevo convento el citado día 8 de mayo de 1614, dándole título al mismo, como Monasterio de Nuestra Señora del Destierro. 

Sor Margarita de la Cruz. Cuadro de Andrés López Polanco en Kunsthistoriches
Museum de Viena 

Era una tendencia generalizada en las órdenes religiosas establecidas en la ciudad tratar de mudarse después a un lugar más céntrico y poblado de la misma, dónde las limosnas, legados y capellanías pudieran ser más abundantes. Esto fue lo que intentaron de conseguir los monjes basilios en 1618, alegando que la cercanía del río Genil provocaría posibles inundaciones y el lugar extramuros era un lugar de lenocinio frecuentado por prostitutas, poco adecuado para que el convento estuviere en dicho lugar. Ni esta petición de 1618 ni otra en el mismo sentido, que realizaron a mediados de ese siglo, les fue concedida por la autoridad eclesiástica.   

Instalada la imagen de Nuestra Señora del Destierro en el convento en 1614 no tardaría en suscitar la devoción de los granadinos, especialmente en los barrios al otro lado del río. Los frailes basilios necesitarían en el lugar tan despoblado en el que se habían asentado atraer a los fieles a su nueva fundación e impulsar la devoción a la imagen de Nuestra Señora del Destierro pudo ser parte esencial de ese propósito.

En 1616, dos años después de la llegada de la imagen, se presentó la oportunidad en este sentido, es decir, de proporcionar a Nuestra Señora del Destierro una hermandad que le diera culto y propagara su devoción.  De los escasos documentos de que disponemos, parece que los frailes llegan a un compromiso con una hermandad que existía en el convento albaicinero de la Concepción, de religiosas terciarias franciscanas. Allí, tenía su sede una esclavitud y hermandad dedicada al culto de la Pura y Limpia Concepción y a las Ánimas del Purgatorio, y los frailes basilios y esta hermandad entran en contacto, acordando con el abad Fray Antonio de San Basilio y demás frailes,  que ésta se traslade al convento de los frailes para dar culto, también, a Nuestra Señora del Destierro.

Parece que la Esclavitud de la Pura y Limpia  Concepción no hacía mucho tiempo que se había fundado, pues su hermano mayor, el abogado-doctor Íñigo Ortiz Calderón, y el mayordomo, Damián Quixada o Quesada, habían sido fundadores de esta esclavitud y alegan para solicitar de la autoridad eclesiástica el traslado de sede "(...) no poderse sustentar allí (en el convento de la Concepción) por la poca limosna y el mucho gasto en las fiestas y llevar confesores y predicadores (...)". El Albaicín, efectivamente, había quedado despoblado después expulsiones de moriscos anteriores y de la última de los años 1609-1613, en tiempos de Felipe III. 

Monasterio de la Concepción, sede de aquella Esclavitud de la Concepción. Fot. A. Padial

Para dicho traslado al Convento de Nuestra Señora del Destierro la Esclavitud redacta nuevas reglas o constituciones, que presenta el día 4 de enero de 1617, en las que se titula como Esclavitud y Hermandad de la Pura y Limpia Concepción, Destierro de Nuestra Señora y devotos de las Ánimas del Purgatorio, solicitando del Provisor y Vicario General de la diócesis, Francisco de Campos, que las apruebe junto con la petición de mudar la hermandad al convento de San Basilio o de Nuestra Señora del Destierro. 

El arzobispado notificó, acto seguido, a la comunidad de religiosas de la Concepción la petición del cambio de sede de la Esclavitud y de la adición a su título de la advocación de Nuestra Señora del Destierro, cosas que fueron del total desagrado de las monjas, que contestaron por medio de su abadesa Catalina de Bedia, pidiendo que se le denegara a la Esclavitud tal mudanza. Además, alegaba que las bulas apostólicas y jubileos se habían concedido al convento y de los que gozaba la Esclavitud por tener su sede en el mismo, pidiendo se les devolviese las que estaban en poder de la cofradía, por haber dado las monjas 300 reales para su concesión y la antigua abadesa doña Aldonza 500 para tafetanes (seguramente para las fiestas de la cofradía) (2). 

En principio, la solicitud de traslado fue denegada por el Provisor el día 4 de febrero de 1617 y ordenó a la Esclavitud que no saliera del convento de la Concepción ni sacara del mismo bulas, jubileos ni cosa alguna, hasta que se resolviera definitivamente el asunto. Pero, en el convento de la Concepción siguió la Esclavitud y en el de los Basilios una hermandad de la Concepción y Nuestra Señora del Destierro, por lo que todo apunta a que la solución fue la división de la primitiva hermandad o esclavitud en dos, quedando en el convento de la Concepción aquella parte de hermanos que no estaban conformes con el traslado y pasando a San Basilio los partidarios del traslado.

A lo manifestado sobre esa división de la hermandad, además de la subsistencia de ambas hermandades según fuentes posteriores, está la declaración del representante de los disidentes, Rodrigo de Rojas, en una petición en la que manifiesta que " (...) habiendo perdido mis partes las constituciones que tienen aprobadas por el ordinario para ponerlas en este pleito (...)". Lo que se dice a continuación en el documento es borroso e ilegible, pero si está claro que se le fueron aprobadas las constituciones por el ordinario a dicha parte disidente, que se trasladó al monasterio de Nuestra Señora del Destierro.

Purísima Concepción del monasterio albaicinero de su nombre. Atribuida a Pablo de Rojas

A la hermandad de los disidentes (de Ntra. Sra. de la Concepción y Destierro en San Basilio) se les une, probablemente en los años sucesivos, los mercaderes del gremio de la especería que ya en 1638 le ofrecen a la imagen de Nuestra Señora del Destierro una gran fiesta de desagravios con misa de pontifical celebrada por el abad del convento. Varias fiestas de desagravios se realizaron el otoño de ese año a diversas imágenes de la Virgen de la ciudad (a la de Belén, de Loreto, del Sepulcro...etc.) como respuesta al noble protestante Enrique de Nassau. 

Nuestra Señora del Destierro fue una de ellas, ofreciéndole en desagravio una solemne función de pontifical el día 7 de noviembre de 1638 por el convento de los monjes basilios y por los especieros granadinos, levantándose altares en el compás del convento. Por la tarde de ese día, sacaron la imagen en procesión los mercaderes de las especias, portando numerosas hachas encendidas y acompañados de danzas, como manifestación festiva dedicada a la Virgen (3).

Dos años después, el 16 de octubre de 1640, vuelve a repetirse un homenaje de desagravios a la Virgen del Destierro. En esta ocasión se debió al libelo contra la Inmaculada Concepción de María que apareció el Viernes Santo de ese año clavado en la esquina de la casa de cabildos de la ciudad (edificio de la Madraza). Una gran convulsión se produjo en la ciudad a causa de ello en los días y meses siguientes, saliendo las cofradías y demás corporaciones en procesiones de desagravio con las imágenes más devotas de la Virgen, entre ellas, la de Nuestra Señora del Destierro. Finalmente, se apresó como autor del libelo al ermitaño de Nuestra Señora del Triunfo, que, al parecer, confesó haberlo hecho para crear convulsión y, con ello, impulsar el fervor concepcionista, cosa que, desde luego, parece que consiguió.

En este desagravio se celebró misa de pontifical por el abad Fray Alonso Vela de León con música de la Santa Iglesia Catedral y en el compás del convento se levantó y costoso altar. Por la tarde se hizo una grandiosa procesión portando más de doscientas hachas encendidas los especieros, para acompañar a la imagen de San Basilio, costosamente vestida, seguido de la Virgen del Destierro y al Santísimo Sacramento, que iba portado por el abad. Al regreso de la procesión a su templo se encendieron fuegos artificiales, seguidos de un gran sarao en el compás del convento, que duró hasta la media noche (4).

Iglesia de San Basilio (Convento de Ntra. Sra. del Destierro, hoy San José de Calasanz). Fot. A. Padial)  


Pocas noticias se saben a partir de entonces, aunque la hermandad subsistió, posiblemente hasta finales del siglo XVIII. Durante ese siglo muchas hermandades marianas adoptan el carácter de rosarianas, como le ocurrió a ésta. También, el peso de los especieros de la Aduana de la Especería, que formaron durante el siglo XVII el cuerpo principal de la hermandad, cada vez iría siendo más minoritario en ella a lo largo del XVIII. Estos gremios entraron en un proceso de desaparición impulsado las corrientes ideológicas de la Ilustración y de la Revolución Francesa, que proclamaban la libertad de trabajo e industria y que culmina en España con abolición de tales gremios en 1834 y 1836.

Antes de esos años, con la ocupación de la ciudad por las tropas napoleónicas en 1809, el monasterio de San Basilio es dedicado a cuartel del ejército francés y su iglesia a carbonería, quedando los edificios notablemente dañados por dicha ocupación. Al regresar los frailes al monasterio, una vez abandonada la ciudad por dicho ejército, tuvieron que restaurar lo dañado y volver a abrir al culto la iglesia y con ello exponer a la veneración a Nuestra Señora del Destierro, cuya hermandad se habría perdido antes de esos años. 

Poco tiempo duraría esta nueva etapa con los monjes basilios en su monasterio, pues en el verano de 1835, por el gobierno Mendizabal se suprimen los conventos de las distintas órdenes religiosas y la desamortización de sus bienes, que son puestos en venta, subastándose el monasterio de San Basilio con su iglesia y huertas en marzo de 1838. Todo ello fue adquirido por la familia que históricamente había ostentado el patronato del monasterio, cuya iglesia había sido panteón de esta aristocrática familia: los Álvarez de Bohórquez. Concretamente, el comprador sería don Mauricio Álvarez de las Asturias Bohórquez y Chacón (1796-1851), II Duque de Gor y VII Marqués de los Trujillos (5). En realidad, los Duques de Gor volvían a recuperar las propiedades que sus antepasados habían cedido en 1614 a los monjes de San Basilio.

La Virgen del Destierro parece que quedó depositada, tras la supresión del monasterio, en la iglesia de Ntra. Sra. de las Angustias, parroquial a la que pertenecía dicho monasterio, donde siguió siendo visitada por los granadinos, pues en 1853 recibía el culto de la asociación religiosa señoras llamada la Corte de María, que el día 27 de cada mes visitaba a la imagen. Esta corporación femenina iba a rezar cada día del mes ante una imagen mariana de las de más devoción de la ciudad. 


Los Duques de Gor, propietarios del monasterio, tenían el propósito de cederlo a otra institución religiosa para renovar en él el culto y darle un destino docente, para lo que siguiendo los deseos del Duque su viuda, doña María de la O Guiráldez, cedió la propiedad del conjunto a los religiosos de la Escuelas Pías (Escolapios). Ya, en octubre de 1857, visita el monasterio con un arquitecto para proceder a su restauración y acondicionamiento para la instalación de las Escuelas Pías, que inaugurarán su estancia el 26 de agosto de 1860, dándole el nombre de "Nuestra Señora del Dulce Nombre" (6). Allí empezarán ese año a dar culto con una novena al Cristo del Consuelo o del Buen Consuelo y a Ntra. Sra. de las Escuelas Pías.

En esta época aún permanecía en la iglesia de Virgen de la Angustias la imagen de Ntra. Sra. del Destierro, recuperándose en 1860 una feria y verbena de barrio, que no se celebraba desde 1836 y que llevaban el nombre de  "Feria de Nuestra Señora del Destierro", que se celebraba en el Paseo del Violón. En San Basilio los padres escolapios celebraron una función a la Virgen por la mañana de ese domingo y por la tarde completas. Quizá, ello venía a manifestar el deseo por parte de los escolapios de recuperar el culto a la Virgen y a la propia imagen, que, no obstante, no regresaría a su templo hasta algunos años después. Ya, en 1870, se le daba culto en su iglesia de San Basilio, dedicándole los escolapios una función anual el último domingo de octubre y donde seguían acudiendo cada 27 de ese mes las devotas de la Corte de María. 

En el Boletín del Centro Artístico sitúa a la Virgen en el año 1887 en un altar u hornacina abiertos en el muro de la iglesia, reiterando que era la imagen llevada a las batallas por el Emperador Carlos V. Hasta finales del siglo XIX se documenta en la prensa la presencia y cultos a la imagen de Nuestra Señora del Destierro, venerándola la Corte de María, al menos, hasta la llegada de la II República en 1931.

Parece que hubo alguna o algunas copias de la imagen, pues existe una en la localidad de Restábal (Valle de Lecrín), que se dice realizada en 1823 y ser procedente del monasterio de los Basilios de Granada. Pudiera ser, que los monjes cuando después de la Guerra de la Independencia regresaran a su monasterio  no contaran aún con la imagen original, que seguramente pasara al museo creado para depositar bienes artísticos procedentes de los conventos exclaustrados, y encargaran esta otra imagen, hoy en Restábal. Más tarde, en 1965, los Escolapios, a raiz del incendio de su iglesia parroquial, hicieron donación de esta copia a dicha localidad, que erigió un altar callejero para venerarla. 


Altar de la Virgen del Destierro en Restábal




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1. Fr. Antonio de la Chica Benavides en Gazetilla Curiosa o Semanero Granadino,  papel LV de 22 de abril de 1765.

2. Archivo Histórico Diocesano de Granada, legajo 42 f, pieza 27.

3. Francisco Henríquez de Jorquera, Anales de Granada, tomo II, p. 815. Edición Antonio Marín Ocete, según manuscrito original. Granada 1987.

4. Francisco Henríquez de Jorquera, op.cit.,p. 874.

5. Gazeta Histórica y Semanero Granadino de 28 de marzo de 1838 y  Javier Pérez Núñez, Real Academia de la Historia biografía de "Nicolás Mauricio Álvarez de las Asturias Bohórquez y Chacón".

6. Periódico "La Alhambra" de 26 de octubre de 1857 y de 23 de agosto de 1860.






domingo, 23 de mayo de 2021

HERMANDAD DE LA PURIFICACIÓN Y ANIMAS DEL PURGATORIO (COFRADÍA DE LOS GANAPANES)


Virgen de la Candelaria del pueblo granadino de Marchal



HERMANDAD DE LA PURIFICACIÓN DE NTRA. SRA. Y ÁNIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO (Ganapanes)
 

Antonio Padial Bailón

Nota. No se sabe el paradero de la imagen de la Purificación que se veneraba por su hermandad en el antiguo templo de Santa María Magdalena, por lo que para la ilustración de este artículo recurrimos a otras imágenes de esta advocación Purificación o Candelaria. 

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La Hermandad de la Purificación de Nuestra Señora y Benditas Ánimas del Purgatorio se funda por el gremio de los trabajadores de la Plaza, llamados ganapanes en la antigua iglesia de Santa María Magdalena en día 16 de septiembre de 1566. Eran en los tiempos del Arzobispo don Pedro Guerrero, aprobándola el Provisor y Vicario General de la diócesis, don Diego de Romano, formalizándose en escritura ante el notario, Antonio de Utiel (1)

Con el término "La Plaza" se denominaba a la Plaza de Bibrambla, centro de la actividad económica de la Granada de aquellos siglos, en cuyas inmediaciones estaban las Carnicerías, la Pescadería, mesones, posadas...etc., y serán los trabajadores de dichos establecimientos los que fundarán esta hermandad. El centro religioso de este barrio comercial, donde se fundó esta cofradía de los ganapanes era la iglesia de la Magdalena, que entonces estaba situada en la calle de Mesones, esquina con la del Arco de las Cucharas, y allí permaneció la parroquial hasta 1840, año en el que se traslada a la iglesia del convento de las Agustinas. Actualmente, ya no existe la antigua iglesia de la Magdalena, que fue vendida a un particular y en el siglo XX dedicada a tienda de tejidos hasta su demolición  en 1971. Hoy el lugar lo ocupa el edificio del catastro provincial.

El trinitario Fray Antonio de la Chica Benavides nos dice que al conquistarse la ciudad los montañeses establecidos en ella erigieron una ermita en la calle de Mesones en la que establecieron un hermandad bajo la protección de Nuestra Señora y San Roque, donde después se fundó la parroquial de la Magdalena. Parece que esta ermita era un morabito allí existente sacralizado, que fue agrandado por los montañeses o asturianos en 1508, según Seco de Lucena, ubicándose en ella la parroquial y la hermandad. Ésta, como hemos anticipado, en 1565 sufre una transformación, convirtiéndose en hermandad de ánimas con el título de Nuestra Señora de la Purificación y Ánimas del Purgatorio, en la que se integrarían, también, los montañeses. 

Un dato más que nos induce a considerar que la Hermandad de la Purificación y Ánimas era la continuadora de la de Nuestra Señora y San Roque, es que, en 1686, aún parte de sus hermanos eran "montañeses y asturianos". Así lo declaraba ese año el hermano mayor de la Hermandad de la Purificación, Alonso Meléndez: "(...) la cofradía de nuestra señora y benditas animas del purgatorio que se sirve en la iglesia parroquial de Santa María Magdalena de esta ciudad a cargo de los montañeses...(...)" (2) y mantenían el culto a San Roque


Parroquial de la Magdalena desde Plaza de Bibrambla

Era una cofradía formada por gente de condición humilde que trabajaban en la inmediata Plaza de Bibrambla y sus alrededores y en la Alhóndiga Zaida (situada en Puerta Real, donde hoy está el edificio del Suizo). Estos trabajadores no tenían, en muchos casos, un trabajo u oficio fijo y permanecían cada día en dicha plaza y alhóndiga a la espera de que la gente acudiera a ellos para demandar su trabajo de la más diversa índole (como transportista, cordelero, recadero...etc.); de ahí, el nombre por el que se les conocía como "ganapanes o palanquines", es decir, personas que estaban a la espera de poder ganarse el pan de cada día en el lugar más concurrido de la ciudad y de mayor movimiento comercial. 

Respecto a la ubicación en la iglesia de la Magdalena de esta hermandad de la Purificación y Ánimas diremos, que, desde sus inicios, contaba con un altar en dicha iglesia, a la izquierda (según se entraba en la iglesia) del altar mayor y entrada a la sacristía. En él se veneraba a un cuadro con un Crucificado sobre una fuente con figuras de ánimas pintadas dentro (iconografía característica de las hermandades de ánimas, como era ésta). Después, la hermandad adquirió para dicho altar un retablo viejo, que perteneció a Ntra. Sra. de Gracia, para poner en él una imagen de Ntra. Sra. de la Purificación con un letrero o inscripción en su pedestal en el que figuraba esta advocación de la Virgen de la Candelaria. Con esta modificación, el cuadro de las ánimas, que había en dicho altar, lo colocaron junto a la puerta de la sacristía de la iglesia. Este argumento de tener desde antiguo en su altar la imagen de la Candelaria lo hará valer dicha hermandad de ganapanes o de la Purificación  y Ánimas, para defender en los pleitos su derecho a llamarse de la Candelaria.

Después de fundarse esta hermandad en el año 1566, lo haría, en 1582, en la misma iglesia de la Magdalena, otra cofradía con el título específico de Nuestra Señora de la Coronación, aunque esta hermandad alegó en diversos pleitos que se fundó con el título de Ntra. Sra. de la Candelaria. Estaba formada por gente de mayores recursos económicos, como eran los profesionales de diversos oficios, que tenían sus negocios en ese barrio tan comercial e industrial de la ciudad, ya desde los tiempos de la Granada musulmana, como era el que tenía como centro la Plaza de Bibrambla. Dicho barrio englobaba, también, a la Alcaicería, parte  del Zacatín, la calle de los Mesones y callejas inmediatas, que aún conservan el nombre de los oficios y establecimientos que en ellas se desarrollaban, como boteros, caldereros, cerrajeros, zapateros, tundidores, montereros...etc. 

A la izquierda y fondo, la iglesia de la Magdalena vista desde Puerta Real. En la fachada frontal de Puerta Real estaba la Alhóndiga Zaida.


Sin embargo, el título de la Coronación de Nuestra Señora, que parece que tuvo primitivamente la Hermandad de la Candelaria, alude a la Asunción de la Virgen a los Cielos, cuya fiesta celebra la Iglesia Católica el día 15 de agosto. Esta diferencia de advocación de ambas hermandades la alegará en los referidos pleitos la Hermandad de la Purificación y Ánimas del Purgatorio, frente a la de la Coronación de Nuestra Señora, para que se declarase por la autoridad eclesiástica la usurpación por parte de ésta última del título o advocación de Candelaria.

A mi juicio, en el empecinamiento de ambas cofradías en disputarse la advocación de Candelaria subyacía el hecho de que esta advocación constituía una devoción más extendida en el fervor de los fieles que las de Coronación o Purificación y, por consiguiente, más susceptible de conseguir el apoyo popular y, con ello, más recaudación de limosnas. La fiesta de la Candelaria era muy popular entre los fieles, celebrándose en todas las parroquias y conventos de la ciudad con gran participación del pueblo y de las cofradías. 

Esa hermandad de Nuestra Señora de la Coronación, (como hemos dicho, llamada también de la Candelaria), mantuvo a lo largo del siglo XVII una serie de pleitos con la de la Purificación y Ánimas (ganapanes) por usar el nombre de Candelaria en sus actos, procesiones y demandas de limosnas, que la Hermandad de la Purificación consideraba una usurpación de título y devoción, de la que solo ella pretendía tener derecho. Ambas hermandades tenían motivos para defender el título de Candelaria, puesto que la de Purificación, constituye el mismo motivo devocional y se refiere al cumplimiento de los judíos de la obligación bíblica de la Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén y la Purificación de la Virgen después del parto, para cumplir el rito israelita del Antiguo Testamento. Sin embargo, la de Coronación tiene su referencia en la Asunción de la Virgen con tiempo litúrgico diferente al de la Candelaria o Purificación. 




Ntra. Sra. de la Rosa o Consuelo representa la Coronación de la Virgen


La Hermandad de la Purificación y Ánimas dedicaba su fiesta principal en el domingo siguiente a la fiesta de la  Purificación de Nuestra Señora (2 de febrero), realizando, asimismo, una procesión con la imagen, a la que le dedicaba todos los domingos una misa en su altar. Asimismo, celebraba una función a San Roque en su día litúrgico y otra en el día de Todos los Santos a la Ánimas del Purgatorio, para las que los hermanos pedían limosna con un cepo de madera con un candado colgado en la cintura. Con estas dos últimas funciones se confirmaba como continuadora de las antiguas hermandades de Nuestra Señora y San Roque y de las Ánimas del Purgatorio. Por último, también celebraba funciones en los días de la Santa Cruz y en los de todas las festividades de la Virgen.

San Roque. Escuela Granadina

El hecho de que dos hermandades en la misma iglesia veneraran al Misterio de la Purificación  de la Virgen o de la Candelaria tenía que provocar los consiguientes conflictos entre ambas, que terminaron en pleitos ante la autoridad eclesiástica, pretendiendo cada una de ellas obtener el uso exclusivo de dicha advocación, y, como hemos dicho, la obtención de recursos derivados de la recaudación de limosnas de los fieles y devotos. 

El primero de los pleitos entre ambas hermandades, que conozcamos, se plantea en tiempos del Arzobispo don Agustín Spínola y se resuelve en 1629 por un auto del Provisor Diego Martínez de Zarcosa en el que prohíbe que la Hermandad de la Purificación pida limosnas con el título de Candelaria y ordena que lo haga con el de Nuestra Señora y Ánimas del Purgatorio, su primitivo titulo (3).

El conflicto entre ambas cofradías vuelve a reproducirse en 1643 y el Provisor de la diócesis en ese año, Agustín Castro Vázquez, ante la presentación de las constituciones de 1566 de la hermandad de los trabajadores de la plaza o ganapanes en las que se aprobó el titulo de Purificación de Nuestra Señora y Ánimas, confirmó dichas constituciones el 7 de febrero de 1643 con su advocación de Purificación, que es la misma que Candelaria.

Ese año (1643) en una visita pastoral a la iglesia de la Magdalena, el prelado examina sus libros y aprueba sus apuntes, nombrándola con el título de Hermandad de la Candelaria y Ánimas del Purgatorio, a la cofradía de los trabajadores de la plaza o ganapanes, que declara no tener más ingresos que las limosnas que recogen los hermanos, indicándoles que no hagan gastos superfluos. Sin  embargo, a la Hermandad de la Candelaria o Coronación de Nuestra Señora, la llama de la Candelaria unicamente (4). Ello era exponente claro de la confusión que existía sobre el titulo de estas dos hermandades. 

La Hermandad de la Purificación y Ánimas del Purgatorio, no habiéndose aplacado la controversia con la que fuera Hermandad de la Coronación que, al parecer, había consolidado el título de Candelaria, y, tal vez, temerosa de que esta consolidación se asentara oficialmente, vuelve su hermano mayor, Matías de Salamanca, a presentar sus reglas en 1657 al Provisor, don Rodrigo Cruzado Caballero, para que las confirme y apruebe. Dicho Provisor, previo informe del fiscal del Arzobispado, las confirma y aprueba, tanto las primitivas de 1566, como las de 1643.

Virgen de la Candelaria del Convento de Santa Catalina de Granada

En resumen, los principales argumentos de defensa de la Hermandad de la Candelaria, a quien la de Purificación o de los Trabajadores de la Plaza  acusaba de ser más moderna y de que no era su advocación de la Candelaria, sino de la Coronación de Nuestra Señora, era negar esta última advocación, y alegar que había sido de la Candelaria desde su fundación en 1582 y haber pedido limosna siempre con esa advocación, poniendo de manifiesto que la de los trabajadores de la plaza o ganapanes nació para dar culto a las Ánimas del Purgatorio y que debía de pedir solo para dicho culto. 

Contra esta defensa que hacía la de la Candelaria, la de Purificación y Ánimas la acusaba de haber manipulado su libro de reglas, suprimiendo de ellas las primeras hojas en las que necesariamente se había de aludir al título de la cofradía, que era el de Coronación de Nuestra Señora. Esta manipulación, según la hermandad de la Purificación, se había hecho para que no se supiera la verdad de esta advocación de Coronación, comenzando el libro directamente con el articulado en los que no había referencia alguna al titulo.

Por su parte, la Hermandad de la Purificación (ganapanes), tenía la dificultad formal de probar la antigüedad de la advocación de Candelaria desde la fundación de la cofradía, porque sus libros de quemaron en un incendio por una vela en el año 1621, y, aunque tuvo que recomponerlos, existían dudas sobre su validez probatoria, que la Hermandad de la Candelaria se ocupaba de recalcar en los diferentes conflictos. Los libros posteriores a esa fecha se salvaron del incendio por hallarse en la casa del mayordomo, y siempre habían usado el nombre de Candelaria en todos ellos sin oposición de los ministros de la parroquia ni de la Hermandad de la Coronación de Nuestra Señora, que dice ser de la Candelaria, y que siempre el altar de la Virgen se ha llamado de la Candelaria, que lo ha cuidado siempre los trabajadores de la plaza.

Las últimas noticias de aquel largo pleito, que se recrudecía de tiempo en tiempo, las tenemos en 1673, y por igual motivo económico: la petición de limosnas de ambas con el nombre de Candelaria. En esta ocasión, vuelven a repetirse las acusaciones entre ambas hermandades, acusándose de manipulación de los libros y reglas para que apareciera en ellos la advocación de Candelaria.

En esta ocasión, el Provisor Juan de Leiva, después de pedir las constituciones a ambas hermandades y el testimonio de varias personas, decide dictar una solución salomónica en su auto de 29 de marzo de 1675: mantener a la hermandad de los ganapanes con el título de Candelaria y Ánimas del Purgatorio, que ya venía reconocido en la modificación de sus reglas de 1621, y que, en definitiva, equivalía al de Purificación, con el que se fundó en 1566. Prohibió, no obstante, celebrar su función principal el día de la Candelaria, que era en el que la otra hermandad la celebraba, finalizada con procesión por las calles de la ciudad con las imágenes de la Virgen y San José. Con ello, el nombre oficial de dichas hermandades sería: de Hermandad de la  Candelaria y Ánimas del Purgatorio, para la de los ganapanes, y Hermandad de la Candelaria, para la otra.   

Asimismo, el Provisor Juan de Leiva, manifiesta que las constituciones de ambas hermandades están confusas y contradictorias, ordenando que en 15 días se les presenten "para reformarlas a su arbitrio". En dicho auto no aclaraba con qué titulo pedirían sus limosnas cada cofradía, por lo que, a petición de las mismas, emite otro auto el 17 de agosto de 1675, determinando que la de los ganapanes lo harían con el de Candelaria y Ánimas, y la otra con el de Candelaria (5).

Virgen de la Candelaria de la iglesia de Santa Ana (Granada)

Estos autos del Provisor Leiva no dejaron satisfechas a ambas partes por lo que apelan al Nuncio de Su Santidad, en cuya jurisdicción  parece que se el asigna a la hermandad de los ganapanes el título de Hermandad de Nuestra Señora y Ánimas del Purgatorio y a la otra el nombre de Nuestra Señora de la Candelaria. Al menos, con estos títulos se presentan ambas cofradías en una continuación del pleito a finales del siglo, es decir, 1693, año en el que el conflicto aún perduraba. En esta ocasión, la Santa Sede ordena a la jurisdicción  arzobispal granadina que se inhiba del conocimiento del pleito a favor de la Santa Sede (6). 

Por documentos de algunos años después, a principios del siglo XVIII, la hermandad de los ganapanes desaparece o se da nuevas reglas en 1699, dedicándose primordialmente al culto de la Benditas Ánimas del Purgatorio, pues es título con el que comparece en 1701 en un asunto de peticiones de limosnas, y la otra hermandad lo hace en documento de 1722 con el de Candelaria en un asunto de entrega de bienes de los mayordomos salientes a los entrantes (7)

Con ello, podríamos deducir que la apelación a la Santa Sede tuvo como resultado la negación del título de Candelaria a la hermandad de los ganapanes, confirmándolo, por el contrario, a favor de la otra cofradía. Las consecuencias para la Hermandad de la Purificación y Ánimas, sería su desaparición, dando lugar sus cofrades a dos nuevas hermandades con nuevas reglas: la de las Ánimas del Purgatorio, que ocupará en la iglesia de la Magdalena la capilla de la Encarnación, y la de Nuestra Señora de Covadonga, en la que encontrarían su alojo los asturianos, conservando para esta nueva cofradía el altar y retablo de Ntra. Sra. de la Purificación, y, seguramente, esta imagen convertida en Ntra. Sra. de Covadonga.

El trinitario Fray Antonio de la Chica nos resume en su Gacetilla Curiosa ese final de la hermandad de la hermandad de los ganapanes y asturianos y el resultado de su desintegración en dichas dos nuevas cofradías, diciendo que la Hermandad de la Purificación y Ánimas del Purgatorio, heredera de las de los asturianos de Nuestra Señora y San Roque, estuvo muchos años unida hasta que para separarse tuvo un litigio por el que pretendían los asturianos o montañeses que se les diera entre todas las de la parroquia la mayor antigüedad y preferencia. Aquella discordia les causó la pérdida de muchos papeles y la distracción de muchos bienes, por lo que a 24 de febrero de 1702 acordaron los montañeses hacer congregación aparte en la que lograron se les diese la preeminencia de ser la primera hermandad de la parroquia, que acordándose de su patria le dieron el nombre de Nuestra Señora de Covadonga.

Litografía de 1708 de Ntra. Sra. de Covadonga de la iglesia
de la Magdalena (Colección Casa de los Tiros)

 
Desaparecida la hermandad de Ntra. Sra. de la Purificación y Ánimas del Purgatorio y teniendo como continuadora la Hermandad de Ntra. Sra. de Covadonga su imagen pasa a ser titular de esta cofradía, al menos, hasta 1740, en el que se realiza una restauración o renovación de la talla. Esta nueva hermandad seguirá con vida, según los libros de fábrica menor de la parroquia consultados, hasta 1822, en el que desaparece toda mención a la misma (8). Dieciocho años después de esta fecha, en 1840, las hermandades subsistentes e imágenes pasan a la iglesia del convento de monjas Agustinas del Corpus Christi, donde aún hoy se encuentra la parroquial.

Por un inventario de 1865 de la iglesia del Corpus Christi (parroquial de la Magdalena) podemos allí encontrar la ubicación de algunas imágenes de aquellas cofradías. En dicho inventario se sitúa a la imagen de Ntra. Sra. de la Purificación -con este nombre parece que se designa en el inventario a la Virgen de la Candelaria- en el altar del crucero en el lado de la Epístola, es decir, en el que hoy ocupa la Inmaculada, atribuida a Mena. Describe a Ntra. Sra. de la Purificación como "imagen de talla y de vestir con el Niño en la mano y cuya ropa la custodian en la actualidad las monjas; a sus lados repisas con San Joaquín y Santa Ana". Estas dos últimas imágenes eran propiedad de la Hermandad de la Candelaria, por eso creemos que la imagen de la Virgen, que el inventario llama Purificación, se refiere a la Candelaria, que ha tenido culto por la llamada Corte de María, al menos hasta la Guerra Civil de 1936 (9).

En el brazo derecho del crucero, en el lado del Evangelio, describe el inventario "un retablo antiguo dorado y tallado con Ntra. Sra. de Covadonga en su centro, imagen de talla y de vestir, su vestido de tela de seda muy antiguo, con varios ramos de flores en forma de azucenas, collar encarnado, dos sarcillos todo falso, con un Niño Jesús de vestir con ropa antigua y su puerta de cristales; en sus costados dos repisas con una Santa Lucía (imagen que aún permanece en dicho lugar y retablo) y un San José". Ese retablo aún está en el mismo lugar, aunque ocupando la hornacina central la imagen de un Sagrado Corazón de Jesús y San Blas, que sustituyó a y Santa Lucía en repisas a los lados.

Retablo donde estuvo Ntra. Sra. de Covadonga (Actual iglesia de la Magdalena)


Actualmente, no se sabe el paradero de ambas imágenes de la Virgen: Candelaria y Covadonga, que pudieran estar en la clausura del convento de las agustinas, porque la imagen de gloria de la Virgen del Buen Parto, de la primera capilla de la iglesia, entrando en ella a la izquierda, ya se relacionaba en el inventario de 1865. Con Ntra. Sra. del Buen Parto se situarían después las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, de la hermandad de la Candelaria, procedentes del retablo de Ntra. Sra. de Covadonga, para sustituirlas por las de Santa Lucía y San Blas.

Escasos son los documentos que nos puedan aportar un conocimiento más o menos completo del devenir histórico de nuestras hermandades y la certidumbre de cuales fueron sus imágenes de las que se conservan en la actualidad. La insuficiente concienciación en pasados siglos de la importancia que supone su conocimiento para el futuro hace, que en gran parte de los casos, no se consignaran convenientemente los cambios y traslados de bienes de las hermandades de unos lugares a otros, dificultándose ese futuro conocimiento por las generaciones sucesoras. 


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1. Archivo Histórico Diocesano de Granada (en adelante AHDGr), legajo 16 f, pieza 9.

2. AHDGr, legajo 16 f, pieza 3.

3. AHDGr, legajo15 f, pieza 2 (3).

4. AHDGr, legajo 122 f (a), pieza 2.

5. AHDGr, legajo 15 f, pieza 3.

6. AHDGr, legajo 16 f, pieza 9.

7. AHDGr, legajo 16 f, pieza 10.

8. AHDGr, legajo 414 f, pieza 29.

9. Diversos periódicos de la época.


Nota. Véase sobre las hermandades de la iglesia de la Magdalena a Miguel Luis López Muñoz, Las cofradías de la parroquia de Santa María Magdalena de Granada en los siglos XVII-XVIII, Granada, Universidad de Granada, 1992.