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viernes, 1 de diciembre de 2017

ANTIGUA Y VENERABLE HERMANDAD DE SAN NICOLÁS DE BARI





Antonio Padial Bailón

La Iglesia de San Nicolás

Una de las iglesias más conocidas de Granada, la iglesia de San Nicolás, con su famoso Mirador, se eleva donde la mirada se recrea con unos de los paisajes más bellos e idílicos de España, ante las colinas coronadas por los palacios nazaritas de la Alhambra y Generalife, y el renacentista de Carlos V; a los pies, el Darro (el Dauro de los romanos) y la ciudad de Granada, entre el verde de su Vega y la blancura nívea de la Sierra Nevada. Allí, en la vieja Alcazaba de Hizna-Román, se fundó en 1501 la iglesia parroquial de San Nicolás de Bari, una de las más antiguas de Granada.


Será el Papa Inocencio VIII el que concede a los Reyes Católicos una Letra Apostólica de fecha 4 de agosto de 1486 por la que autoriza dicha erección, en la que entre las futuras iglesias ya aparece la de San Nicolás, santo arzobispo de Mira. 

Fue la tercera iglesia en construirse en Granada sobre una antigua mezquita de la Al-Kasba musulmana, en el recinto de lo que fue la Eliberri ibérica. Se finalizó en 1525, dirigida por el maestro de obras Rodrigo Hernández. Quizá, también, fue la primera aljama que levantaron los ziries cuando llegaron a Granada. 

Lo relativamente temprano de su construcción hizo que se mezclaran en ella elementos góticos con mudéjares, siendo su interior de una sóla nave con capillas a ambos lados, que presentan arcos ojivales con el presbiterio, éste con personalísima planta semi-octogonal. También, el exterior contaba con dos puertas externas, una a los pies y otra tras la iglesia, hoy clausuradas, con arco de ese estilo. La actual portada de medio punto con las dependencias adyacentes es un añadido de finales del siglo XVIII o principios del XIX.

Restos de la iglesia de San Nicolás con el techo provisional después del incendio provocado de 1932


Iglesia de San Nicolás (1521) con la placeta mirador

Su Venerable e Ilustre Hermandad

No se sabe la fecha exacta de la fundación de la hermandad de San Nicolás de Bari, aunque podemos colegir si nos atenemos a la época de la primera imagen titular, tuvo que fundarse en la segunda mitad del siglo XVII. Antes de acceder a la sede granadina el arzobispo Alonso Bernardo de los Ríos (1677-1692) la hermandad ya estaba fundada pues este prelado fue cofrade de la misma.

No obstante, antes de fundarse la hermandad de San Nicolás existió otra, seguramente de finales del siglo XVI o principios del XVII, titulada  de Nuestra Señora y San Nicolás, pero dicha hermandad desaparecería o se transformó en hermandad de San Nicolás de Bari. Esta antigua corporación estaba muy ligada a Universidad de Granada y a la Universidad de Beneficiados, que acudía a la iglesia en el día del Santo (6 de diciembre) a ganar jubileo y celebrar su función con parafernalia de timbales, trompetas y clarines, cuyos componentes accedían al lugar montados a caballo. 

La primera imagen del santo parece una obra de taller, probablemente de la primera mitad del referido siglo XVII, que a partir de 1650 se colocará en el altar mayor de la iglesia de la que era su titular. La devoción que iba adquiriendo la imagen situada, como decimos, en el presbiterio, desembocó en la fundación de la hermandad que subsistiría en los siglos siguientes.

San Nicolás de Bari. Imagen primitiva, hoy en la iglesia de San José
Entorno a esta imagen antigua creció la devoción en el Albaicín al Santo de Bari, que fue obispo de Myra en el siglo IV de nuestra era. No obstante, la devoción al Santo se había extendido por el orbe cristiano, a cuya advocación se crearon en el mundo más de 2.000 iglesias dedicadas al santo.

Se tienen pocas noticias de esta hermandad, pero la devoción al santo ha llegado hasta tiempos muy recientes, como se dirá más adelante. De lo que conocemos de la hermandad se refiere principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Así en 1760 la hermandad realiza nuevas reglas, que fueron aprobadas por el arzobispo Barroeta y Ángel el 24 de julio de 1761.

A partir del año 1775 conocemos los datos de su libro de cabildos para nombramiento de hermanos mayores y mayordomos y entrega de cuentas, en las que se da noticia de los cargos directivos de la hermandad y otros hechos. Así sabemos que en 1776 se restaura un retrato del arzobispo, que seguramente sería el de Fray Alonso Bernardo de los Ríos, que había sido hermano de la corporación, y que se hicieron 100 estampas litografiadas de San Nicolás. La hermandad también contaba con diversos benefactores por su devoción al santo, algunos de la aristocracia granadina, como la Condesa de Luque que hacía aportaciones periódicas (1).

También la hermandad por esas fechas realizaba una misa los viernes y un rosario nocturno por las calles de la feligresía, seguramente por las almas de los hermanos fallecidos, pues, como la mayor parte de las hermandades, también tenía obligaciones de entierro y sufragios de sus cofrades.

Desde 1778 se venían produciendo ciertas actitudes del párroco y beneficiado de San Nicolás, D. Juan Romero y Palma contrarias a los mayordomos de la hermandad, que eran en ese año Andrés Pacheco y Pedro de Estrada. En un escrito al Provisor-Vicario de la diócesis denuncia que los mayordomos habían recogido las limosnas y las habían extraviado y, por ello, no habían podido realizar la función ni traer el Santo Jubileo. El Provisor ordena en un auto que los mayordomos hagan las funciones que son de su cargo y den cuenta de las limosnas recogidas.


Vista de San Nicolás y su mirador. Foto de Beatriz Carmona Lozano


Los mayordomos se defendieron, alegando que las tablas donde se ponía el Jubileo no estaban a cargo de los mayordomos, sino de Diego de Alcaudete, que ese año se había olvidado de poner en dicha tabla los días en que se acostumbraba a celebrarlo; que los hermanos que daban las limosnas la mayor parte eran de los pueblos y, en menor medida, de la ciudad; y que era el sacristán quién los conocía y quién trataba con ellos, cobrándoles las misas aplicadas sin entregar el dinero, en cierta connivencia con los encargados de recorrer los pueblos (partidos). Ellos tenían los libros de asiento de hermanos, sin quererlos entregar, y los que los conocían y por ello no podían los mayordomos saber cuántos eran los cofrades a quienes cobrar. Además, les entregaban falsas indulgencias que no eran las que tenía concedidas la hermandad.

En estas circunstancias, los mayordomos habían procedido a quitarle las funciones a los encargados de recoger las limosnas y al sacristán, por lo que resentido había éste acudido al nuevo párroco, induciendole a plantear la denuncia contra los mayordomos y, especialmente, contra Joseph de Estrada. Éste, para evitar más polémicas, parece que llegó a un acuerdo de pagó por él de los gastos de la función del santo del 6 de diciembre y quedó como mayordomo, junto con los dos entrantes, Salvador Jiménez y Francisco Cano, siendo, por lo tanto, tres los mayordomos que hubo en el siguiente año de 1780.

La hermandad logró tener muchos hermanos y devotos por los pueblos cercanos a la ciudad, especialmente en Peligros y Pulianas, que era obligación de los mayordomos recorrerlos para reunir las cuotas y limosnas de dichos devotos. Pero, en 1782, para que los mayordomos se dedicaran más a su labor se nombraron unas personas llamadas "añeros" encargadas de realizar estas actividades de recaudación, si bien, como se ha relatado, se habían expulsado a los anteriores "amigos" del sacristán.

A partir de 1783, se aprecia una crisis en la hermandad, que reduce considerablemente sus ingresos, y que no pudo menos que repercutir en el esplendor de sus celebraciones, suprimiéndose los gastos en música y desistir de llevar a sus funciones los tambores y otras parafernalias. Quizás, esto condujo a que, el día 19 de junio de 1787 se nombrara  por la autoridad eclesiástica un hermano mayor sacerdote en la persona del prebendado de la Catedral, D. Juan Romero, con lo que quedaba prácticamente intervenida la hermandad. Para darnos idea de la grave situación que en que se encontraba diremos que el presupuesto de la hermandad ese año fue sólo de 140 reales, una octava parte de lo normal.

Da la impresión de que los mayordomos, ante la penuria de la hermandad en esos años, se deshicieron de muchas alhajas del santo, pues en un documento de 12 de septiembre de 1789 el mayordomo Nicolás Valverde y Montoro alegaba que "(...) carece de las alhajas precisas para el adorno y decencia para el culto del Santo, y  que, noticioso de la confraternidad que había con la hermandad del Sr. San Roque, sita en la dicha iglesia de San Nicolás,  y que esta está en posesión de diversas prendas y alhajas que servirían a nuestra hermandad, por haberse ésta en suma decadencia (...) y que la de San Roque se halla enteramente destituida de hermanos (...) Suplico a V.M. mande se entreguen las alhajas y efectos de la hermandad de San Roque para el expresado fin".


Una nueva imagen de San Nicolás de Bari


Pero la crisis no duraría mucho tiempo, pues en 1789-1790, deciden los directivos encargar una nueva imagen de San Nicolás de Bari al escultor granadino Juan José de Salazar (1718-1790), escultor de avanzada edad para aquella época, y que falleció el día 8 de mayo de 1790, dejando la imagen sin finalizar. Sería Juan de Arrabal, nacido en Loja, y en otro tiempo colaborador de Salazar, (2) quién finalizaría la imagen del santo, que ese mismo año sería entregada a la hermandad, dirigida en ese momento por los mayordomos Nicolás Valverde, Faustino Barragán y Juan  de Morales.




La nueva imagen, de mayor tamaño que la primitiva, había sido realizada para ser vestida con  capa pluvial, mitra y báculo. Al entregársela a la hermandad, ésta la colocó presidiendo el manifestador de la capilla mayor de la iglesia de su nombre. En cuanto a la imagen antigua del santo se la trasladó a una capilla situada en el atrio de la iglesia, que al parecer, tenía una reja o cancela a la plaza para que los fieles pudieran en todo momento ver esta primitiva imagen, que era la que gozaba de gran veneración de la gente. De hecho, se habían suscitado ciertas polémicas por el cambio de la imagen entre los miembros de la hermandad y entre los devotos.

Revestida la nueva talla del santo le faltaba el báculo y la mitra; estas prendas de plata habían sido regaladas a la antigua imagen por el racionero de la Catedral Joseph Bazán, con la condición de que no se prestaran, pues, en tal caso, deberían de ir a adornar la imagen de San Blas de la misma iglesia. Al encargarse la nueva escultura del santo estas piezas de plata se le quitaron a la antigua por orden del Visitador, enviándose a las casas de contraste de la ciudad para su valoración y depósito, de ahí que los mayordomos, una vez realizada la nueva imagen, solicitaron su entrega a la hermandad, para que con ellas, y añadiendo la plata necesaria, sirvieran para hacer un nuevo báculo y mitra más grandes a la nueva imagen del santo, ya que se había labrado de tamaño natural por los escultores dichos.

En agosto de 1790 se llevan el báculo y la mitra al Fiel Contrastador de la ciudad, Manuel López Portero, certificando éste que el báculo tenía 49,75 onzas de plata con un valor de 895,50 reales de vellón y 17 maravedís, y su hechura costaba 395 reales, lo que hacía un total de 1275 reales y 17 maravedís. Con el valor de la mitra sumaban 58 onzas de plata. 

El Provisor autorizó que se empleara dicha plata en el nuevo báculo y que la hermandad pusiera la plata que faltara para las nuevas alhajas, ordenando que se las presentaran acabadas en el término de un mes.

Los mayordomos cumplieron el compromiso y, además, realizaron una caja de plata con sus dos llaves para guardar las Sagradas Formas en el sagrario de la iglesia, pidiendo que se anotara en el inventario y se diera de baja el cintillo y la capa pluvial de la antigua imagen (3).


Litografía de 1794 con la imagen nueva. Casa de los Tiros

En estos años finiseculares los mayordomos de la Hermandad de San Nicolás lograron gran influencia en la parroquia, a los que habían erigido en comisarios de aseo y adorno de la iglesia, quizá como consecuencia de haber logrado la destitución del sacristán por las prácticas fraudulentas que se produjeron hacía veinte años y que hemos comentado anteriormente. 


La silla del Santísimo

Como se ha dicho, la Hermandad de San Nicolás había restaurado el dorado de las capillas y donó la caja de plata del sagrario, así como, realizaría otras muchas liberalidades para la iglesia, como el arreglo de la silla del Santísimo, que la hermandad de este título poseía para que el párroco llevara el Viático a los enfermos de la parroquia. Precisamente, por esta silla se produjo en mayo de 1790 un altercado entre ambas hermandades (la del Santísimo y la de San Nicolás).

Los mayordomos de la Hermandad de San Nicolás, en el ejercicio de "administración" del templo que venían manteniendo en esta época, habían prohibido al sacristán la entrega de la silla a la Hermandad del Santísimo, que a su vez, la había prestado a la del mismo título de la iglesia del Salvador, como lo venían haciendo con otras parroquias del Albaicín. La razón que esgrimían los mayordomos era, que la silla había sido donada, hacia 1780, para que se usase por la parroquia de San Nicolás y no otras iglesias o particulares. Ante esta negativa de los mayordomos de la Hermandad de San Nicolás, los del Santísimo denuncian el hecho a la autoridad eclesiástica, que abrió un proceso por este asunto.


Silla de mano usada en el siglo XVIII
La silla había sido donada por Dª Melchora Lasso de la Vega, viuda de D. Nicolás de Barrera, portero de cámara de la Real Chancillería de Granada, la que usaba su marido para ir este alto órgano judicial.  

Dª Melchora declaró como testigo que la silla la había donado a la parroquia con la condición expuesta, y sin que dicha prenda hubiera sido cedida en concreto a ninguna de las hermandades con sede en la iglesia. Sin embargo, reconocía que la hermandad de San Nicolás era la que había pagado su reparación hacía dos años y sus arreglos siempre que era necesario, lo que venía causando "desazones" entre ambas hermandades de la parroquia. 

Por esta razón, y para evitar conflictos, realizaba ante el notario en ese momento expresa donación de la silla a la Hermandad del Santísimo, para que se usara en llevar el Viático a los enfermos, con la exigencia de que esta hermandad pagara los gastos de los arreglos de la pieza. Asimismo, nombraba como fiscales para velar por su cumplimiento a los mayordomos de la Hermandad de San Nicolás, y si se incumplía esta condición, la silla pasaría a esta última hermandad, y en caso de no aceptar, a la Hermandad del Santísimo del Salvador.

Por lo visto, los hermanos de la Hermandad del Santísimo solían promover sonados disturbios en la iglesia y éste era uno de ellos:  "Que no se verifiquen disturbios en el Santo templo por haber muchos hermanos del Santísimo no civilizados y que verifican mucho desorden en los cabildos de dicha hermandad y en la de San Blas y Ánimas, que ni el beneficiado ni personas de autoridad pueden contenerlos" y que, "(...) para evitar semejantes desordenes pedimos que el notario vaya asistido del alguacil y se haga saber a la Hermandad del Santísimo con la moderación y reverencia que merece el templo". 

Después, y a pesar de esos negativos informes sobre los hermanos de la hermandad del Santísimo, Dª Melchora insiste en donarles la silla, Parece ser, que recibió presiones de personas de esa hermandad, pues declara que se presentaron dos mayordomos en su casa para preguntarle si había sido ella la donante o su marido en testamento, respondiendo que había sido ella y que se ratificaba en que la silla fuera para esta hermandad del Santísimo y había firmado el escrito correspondiente.

Se piden las alhajas de la Hermandad de San Roque por la de San Nicolás. 1791.

La Hermandad de San Roque, sita en la misma iglesia, había quedado perdida y con escasos hermanos por la actividad de malversación que habían efectuado sus últimos mayordomos, y el provisor-vicario general de la diócesis determinó recoger las demandas, alhajas y demás bienes de la hermandad para depositarlos en la Oficina de Visitas del arzobispado. 


San Roque. Litografía de la Casa de los Tiros

No se le entregaron a la Hermandad de San Nicolás las prendas pedidas de la Hermandad de San Roque, pues, enterados del asunto los hermanos que quedaban de ésta, solicitaron el restablecimiento de la misma, y como consecuencia, el provisor denegó la entrega de esos bienes a los de San Nicolás.

Pero en junio de 1791 los mayordomos de San Nicolás vuelven a la carga, alegando que la hermandad se había hecho cargo del arreglo y adorno de la capilla de San Roque, que estaba muy descuidada, y que, también estaban al cuidado de la iglesia, habiendo invertido cantidades en el dorado de las capillas, arcos y repisas de dicha iglesia, porque las demás hermandades de la misma se hallaban con "muchas escasez y miseria". Se ofrecían los de la Hermandad de San Nicolás al realizar las gestiones para restablecer la Hermandad de San Roque y, en su defecto, emplear las cantidades que resultasen del valor de las alhajas en el dorado del retablo de dicho santo.

Esta solicitud también se vio denegada, pues conocida por el beneficiado de la iglesia y algunos hermanos de San Roque, se reúnen el 26 de julio de ese año (1791) dicho beneficiado, el sacristán, dieciocho hermanos y oficiales que fueron de la hermandad y deciden, cumpliendo los decretos del arzobispado, restablecer la hermandad, y elegir, ante la proximidad de la fiesta del santo, hermano mayor, mayordomo, dos comisarios y secretario, obligándose a cumplir las constituciones.

Al día siguiente el Visitador de las Iglesias, Antonio Muñoz Patón, ordena se le entregue a su hermandad la imagen de San Roque, las constituciones, los bienes, alhajas y los libros de cabildos y de cuentas depositados en su oficina a la nueva junta, quedándose la hermandad de San Nicolás sin obtener los bienes solicitados (4).


Iglesia de San Nicolás. Pintura de Gerald Palmer. Se ve el tabernáculo del presbiterio y San Nicolás en altar de cultos a la izquierda 


Se traen a Granada unas reliquias del Santo de Bari

Por noticias de 1797 del diario del siglo XVIII, El Mensajero Económico y Erudito de Granada, conocemos que la hermandad de San Nicolás celebraba a las seis de la tarde una novena al Santo a principios de mayo, que finalizaba el Domingo de la Santísima Trinidad. Pero ese año tuvo un especial significado por haberse traído desde Bari (Italia) una reliquia del Santo, para colocarla en la nueva capilla que la hermandad había construido para la imagen (5)

La reliquia, que venía en una caja herméticamente asegurada, se abrió el día 4 de mayo, segundo día de la novena, actuando como notario del acto el deán de la Catedral, en ausencia del provisor de la diócesis, y en presencia del cabildo y de los jueces eclesiásticos, dando al acto la mayor solemnidad. Se escribía:

"Estas reliquias, que consisten en varias redomas (frascos) del licor llamado Santo Maná, que destilan los huesos del Santo, y en la esponja que los ha tocado muchas veces para su extracción . Se han traído con tales resguardos y apoyados en auténticos documentos, que es menester ser incrédulo para dudar de su legitimidad ".

A parte de la noticia de la traída de estas reliquias del Santo de Bari, cuyo paradero actual desconocemos, y que posiblemente se perdieran con el incendio de la iglesia en 1931, es relevante que en 1797 o algo antes, se le realizó al santo una capilla propia. Desde la hechura de la nueva imagen, en 1790, sabemos que ésta se había colocado en el altar mayor de la iglesia, que parece que era una especie de tabernáculo, la noticia es que en ese año de 1797 se le realiza una nueva capilla, que se potenciará devocionalmente con estas reliquias, que se trajeron de Bari, según el periódico. 

Otra noticia curiosa que proporciona el periódico Diario de Granada en 1808, es que a la hermandad se le perdió una cerda y el mayordomo de ese año, Francisco de Teba, lo anuncia, ofreciendo una gratificación a quien la encuentre y devuelva. Quizás, entre las donaciones y promesas que se realizaban a la hermandad estaban estas en especie, como animales y otros productos. Ese mismo día se anunciaba la celebración del duodenario, que se realizaría todos los meses del año y que en el mes de diciembre coincidía con la festividad del santo, el día 6 de diciembre. 

Por lo visto, a la hermandad se le perdían otras cosas, pues el 17 de julio del siguiente año de 1809, se extraviaron unos recibos de cobranza de cuotas de hermanos en el trayecto que el cobrador recorrió de la Plaza de Gracia al Zacatín.

Después de la Guerra de la Independencia contra el invasor francés, la hermandad continuaba con sus cultos de la novena al santo, que comenzaba el sábado de Pentecostés y finalizaba en el Domingo de la Santísima Trinidad. Así se anunciaba en 1813, en cuya función iba la música de la Santa Iglesia Catedral y se impartía la comunión a los hermanos (6).

Un milagro de San Nicolás

Ocurrió el día 15 de abril de 1821. Un vecino de la placeta de San Nicolás, Juan Peñas "Juanete", que vivía con su hermana María en una habitación alquilada, en la casa inmediata al aljibe de San Nicolás de dicha placeta, tenía fama de joven juerguista y trabajaba como empleado de un horno de pan en la placeta albaicinera de la Charca. Había salido con cuatro amigos juerguistas como él, uno de ellos cristiano viejo, y estuvieron de taberna en taberna tres días continuados. Después de la jarana volvió ebrio a casa de su hermana, exigiendo a ésta de malos modos, entre blasfemias y maldiciones, que le diera de comer.

Aljibe de San Nicolás y casas adyacentes

Salió enfadado de la casa y marchó a sentarse en los poyetes que hay en la plaza, frente a la Alhambra, en ese mirador de ensueño que hoy conocen gentes de multitud de países. Allí, siguió profiriendo blasfemias contra Dios, la Virgen y San Nicolás, notando, a eso de las seis de la tarde, que iba perdiendo la vista, lo que causó en "Juanete" una enorme desesperación. Lo llevaron al horno de la Charca, donde trabajaba, propiedad de maese Miguel Sabán, dónde lo tendieron en una capilla que estaba encima del horno, y en la que pasó la noche sin alivio y entre sollozos. 

Al día siguiente, Carmen, la hija del hornero y su madre, Maesa Carmen Roxas, lo llevaron al poyete de la plaza de San Nicolás para ver si se aliviaba con el aire fresco y la llovizna que caía. En este lugar se encontraron con Juan Sierra, alias el Roquete, cortador de carnes y lidiador de toros, que le hizo unas pruebas, sin resultado alguno. De ahí, lo llevaron a unas boticas de las Calderería y de la calle de Puentezuelas, y, finalmente, a otra de plaza de la Compañía (donde hoy está la iglesia de los Santo Justo y Pastor), en la que el boticario, F. Ferrer, le recetó unas píldoras, que no pudieron pagar por no tener dinero, regresando al horno albaicinero.  

Al día siguiente, 17 de abril, lo visitó su amigo, Juan Amador, y le dio unas estampas de San Nicolás y de la Virgen de las Angustias, aconsejándole que se encomendara al santo. Creyendo "Juanete Peñas", que había quedado ciego por su vida desordenada, le pidió a su hermana, al vendedor de bollos de aceite y fideos, Juan de Tapia, y a varios amigos que lo llevaran "a la capilla del Santo Viejo", adosada a la iglesia de San Nicolás. 

Eran las cuatro de la tarde "(...) y lo sentaron en la placeta en un poyo y después a la puerta de la capilla del Santo viejo, que cae a la misma placeta, se hincó y agarró a la reja". Juanete, arrodillado en el escalón de entrada "lloró tembloroso, como azogado, y clamó a Dios y a San Nicolás, durante un cuarto de hora, sudando copiosamente". Le dijo a su hermana María que estaba viendo el cordel de la lámpara de la capilla y el báculo de la imagen, afirmando que veía más que antes, con lo que los presentes empezaron a dar gracias a Dios y a gritar ¡Milagro...Milagro!

Después, todos entraron en la iglesia a dar gracias a Dios y a San Nicolás, saliendo del templo rodeado de vecinos y amigos, deteniéndose, porque llovía,  en la puerta principal de la iglesia, (hoy clausurada), donde encontró junto al aljibe a su vecina Nicolasa, que le dijo " ¿Ves ya Juanete?", contestándole éste "que la veía con lechugas en las manos, como así era, efectivamente" (7).

Esta narración, además de darnos una idea de las vivencias de aquella Granada de hace dos siglo (por eso lo he descrito con cierta minuciosidad), nos sitúa en la existencia, ubicación y aspecto de la capilla de la imagen de San Nicolás "antigua" (hoy en la iglesia de San José), con la que, probablemente se fundara la hermandad.

Cuando en 1790 se labra la nueva imagen por los escultores Salazar y Juan de Arrabal, a la que en principio el pueblo le profesaría escasa devoción, (de hecho, como se ha comentado, hubo alguna polémica por haber sustituido la imagen), la antigua se colocó en una capilla adosada a la iglesia en la parte de la puerta lateral de entrada a la misma (hoy la única existente), y que los documentos consultados la sitúan en el atrio o porche de la iglesia. Esta zona, añadida entonces, la constituye hoy la entrada a la iglesia y dependencias laterales. 

Allí, se colocó la imagen vieja del santo con una reja al exterior para que el pueblo la siguiera venerando, como lo ha seguido haciendo hasta nuestros días en la iglesia de San José, donde se trasladó cuando fue incendiada la de San Nicolás en el año 1932. 


La entrada hoy a la iglesia, estimamos que fue la capilla del Santo antiguo

Pudiera haberse realizado esta puerta en 1828, cuando un rayo cayó en el templo el 21 de febrero de ese año, y hubo que realizar obras, cerrando las primitivas puertas de los pies y la lateral izquierda, ambas apuntadas, posiblemente para reforzar los muros (8).


Después de la Guerra de la Independencia la devoción al Santo de Bari fue creciendo; a la iglesia acudían multitud de personas en peregrinación los días 6 de cada mes para ganar el jubileo y realizar promesas a un santo de taumatúrgica fama. Dichas peregrinaciones se sucederán a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX.  

La primera procesión de rogativa de la que tengo constancia escrita es la que se produjo con ocasión de la epidemia de cólera de 1833-1835 que causó gran mortandad entre la población. La hermandad en esta ocasión, atendiendo a las peticiones de los fieles organizó una procesión de rogativa en la que se llevaron las imágenes de San Nicolás y de San Roque de la misma iglesia - ésta parece que es la que hoy se conserva en la iglesia de San José-, otro santo taumaturgo en los casos de epidemias. 

El final de la procesión fue el Convento del Santo Ángel Custodio, donde las clarisas franciscanas recibieron en su templo las imágenes para celebrar una novena en los días siguientes, y a la que asistieron los Cabildos de la Catedral, de la Capilla Real y del Sacromonte; la Colegiata del Salvador y las comunidades religiosas de la ciudad; la Universidad de Curas y Beneficiados. La Venerable Hermandad de San Pedro, de sacerdotes esperaba a la puerta del Santo Ángel Custodio, que en esta fecha estaba en su lugar primitivo, en la esquina de las calles Angosta de la Botica y de la Cárcel Baja. Dicha hermandad recibió a las imágenes con su pendón e insignias.   

En los días siguientes a la novena se vio disminuida la virulencia de la epidemia, y para finales del mes de agosto, ya se había superado la dolencia. De esta manera, el día 31 de agosto de 1835 se devolvieron en una procesión de aclamación a las imágenes de San Nicolás y de San Roque a su iglesia albaicinera, entre vivas y aplausos de los fieles y el estruendo de la pólvora, acudiendo el barrio agradecido a recibir en la plaza de San Nicolás a sus veneradas imágenes y entonándose un Te Deum en acción de gracias (9)

También, veinte años después, en 1854, la epidemia reapareció y los vecinos de acuerdo con la hermandad decidieron llevar a la Catedral en procesión de rogativa a la imagen de San Nicolás, entre filas de devotos y hermanos con velas y cantando la letanía de los santos. Fue el día 26 de noviembre de ese año y recibió a la hermandad el cabildo de la Catedral, colocando la imagen en el presbiterio y en el lado de la Epístola; la Virgen de las Angustias, presidiendo en el centro; y la de San Miguel en el lado del Evangelio.

En los días siguientes se realizó una novena y una misa de pontifical el día 6 de diciembre, día de su festividad, por el arzobispo de entonces, D. Salvador José de los Reyes (10). La Catedral fue engalanada para estas ceremonia y para la festividad de la Inmaculada, celebrada dos días después.

En esta epidemia de cólera murieron más de 15.000 personas, pero fue disminuyendo de forma paulatina. En el mes de febrero fueron devueltas, en única procesión, las imágenes de San Nicolás  y San Miguel, separándose las comitivas de ambos santos en la plaza albaicinera de la Charca y continuar cada una a su templo.  

Ya por esas fechas, y desde 1842, la parroquia de San Nicolás había sido suprimida, para integrarla en la de San José, quedando la iglesia del santo como ayuda parroquial de ésta última. Esta zona del Albaicín se estaba quedando paulatinamente despoblada, aunque la devoción al santo se mantenía en auge.

El duodenario a San Nicolás vendrá celebrándose cada mes a lo largo de todo el siglo XIX, y su fiesta y función principal del 6 de diciembre en un acto muy concurrido y una verdadera romería muy del agrado de los ciudadanos granadinos de la segunda mitad de ese a siglo. La Plaza de San Nicolás, que se llenaba de gente venida del resto de la ciudad y de los pueblos cercanos, empezaba a ocuparse a partir de las cuatro de la tarde, y seguramente, finalizaba con la procesión del santo por el Albaicín.

Una descripción curiosa realizó el periódico "El Defensor de Granada" en la romería de 1884:

"Los de la ciudad habían sacado de sus cofres los vestidos más elegantes y los sombreros de adornos mas originales. Los del barrio del Albaicín visten de españolismo, con sencillas flores, mantones de Manila, trajes sencillos de percal y lanilla, los de la ciudad: el polisson, los polvos de arroz y los corsés.

"La costumbre de visitar el Santo es muy antigua en Granada, con muchos devotos que colocan emblemas de agradecimiento en su iglesia y numerosísimas velas de aceite y cera y promesas del día 6. Dicen que, a última hora, las señoras y señoritas de los polissones se batieron en retirada y las del pañuelo quedaron dueñas del campo". Era, por lo tanto, un fiesta muy participativa de todas las clases sociales de la ciudad unidas por la devoción al santo y en la que se aprovecharía para contemplar sus reliquias y la magnifica colección de tapices flamencos, hoy en el Museo de la Catedral, porque se salvaron de la quema de la iglesia de 1932.




Me da la impresión que los citados tapices eran propiedad de la hermandad de San Nicolás, pues es ésta la que los deposita en la Catedral en el año 1928. También un artículo del diario "El Defensor de Granada de 1900, así lo afirmaba y los situaba adornando la zona de entrada a la iglesia.

Se cree que dichos tapices flamencos los realizó el tapicero de Bruselas Reolants hacia la segunda mitad del siglo XVII, probablemente en base a pinturas o cartones de Rubens, Van Dyck o Boeckhorst.

"La Visión de la Cruz"
       

Sobre finales del siglo XIX y principios del XX la romería se realizaba todos los meses el día 6, y era tal la afluencia, que desde el Pilar del Toro, entonces situado al inicio de la Calderería y a lo largo de toda esta calle, por donde solían subir los devotos del santo, se llenaba de pobres y pícaros pidiendo limosna, y "bien entonados de aguardiente" según un artículo de la prensa local, que sigue diciendo (11):

" Los más madrugadores, son los que vienen de los pueblos, donde la devoción está muy extendida (...) El sube y baja de las gentes es incesante durante todo el día". Muchos de estos peregrinos subían al Albaicín descalzos y con velas encendidas.

En esta época la imagen nueva del Santo, la de 1790, se había quitado del tabernáculo del presbiterio y se había colocado  en un pequeño camarín a la derecha del mismo sobre un altar portátil rodeado de flores y lámparas y velas, mientras la imagen antigua permanecía en la capilla de la entrada lateral, construida cuando se realizó la nueva imagen de Juan Arrabal y Salazar.


Los fieles, al llegar a la iglesia, la recorrían de rodillas varias veces y se postraban ante la imagen nueva, para continuar hacia la capilla de la antigua , en la que aparecía el santo rodeado de los exvotos (muletas, trenzas...etc.) puestos allí por los fieles en agradecimiento por los milagros y favores dispensados por el santo, exvotos que cubrían todas las paredes de la capilla.

Parece ser, que a principios del siglo XX la mayordomía de la Real Hermandad de San Nicolás (de Real se la denomina en esos años, sin saber en qué fecha obtendría este título), se concedía a personas de la alta burguesía granadina, concretamente en 1908 eran mayordomos Dª Mariana Tello de Toledo y D. José Méndez Vellido, que costeaban los cultos y la función principal, así como, la que por esos tiempos se celebraba por la hermandad para la Santísima Trinidad, de la que fue gran defensor San Nicolás de Bari.

Sin embargo, a mediados de los años veinte del pasado siglo la prensa tachaba de pobre a la Hermandad de San Nicolás, fijando como causas de su decadencia la supresión de su parroquia por la despoblación de su demarcación y su lejanía del centro de la ciudad, con difícil acceso por las calles en cuesta que había que subir para acceder al templo. Ello provocaba que las visitas de los fieles se limitaran a los días 6 de cada mes y con sus limosnas la hermandad sólo podía costear la función anual, la fiesta del Misterio de la Santísima Trinidad y una misa semanal. De todas formas, ya desearían las hermandades actuales poder celebrar unos cultos tan continuados, para los que se abría la iglesia desde la 7 de la mañana, hasta la hora de ánimas (12).

En la primavera de 1924 se agravaron las circunstancias de permanencia de la hermandad, que prácticamente era la que usaba el templo, con el hundimiento de parte de la techumbre de la iglesia debido a las lluvias. La hermandad celebró en agosto de ese año una rogativa para pedir la obtención de recursos para realizar las obras que se estaban realizando. 


Imagen de San Nicolás, tal vez de Torcuato Ruiz del Peral, que hoy está en la iglesia después de la última restauración
Dicho año, el 6 de diciembre se hizo un triduo y la función al santo, ungiendo a los fieles con el bálsamo de San Nicolás; entonces era hermano mayor D. Joaquín María de los Reyes, catedrático pontificio, que también asumió el cargo de tesorero, y lo seguirá siendo en los siguientes años, lo que da idea de las circunstancias de precariedad en las que estaba la hermandad.  Al siguiente año, será mayordomo D. Miguel Rodríguez Acosta, banquero e industrial de la ciudad. Por este tiempo, se aprovechaban los cultos para realizar otra función a los hermanos fallecidos de la cofradía (13)

La iglesia en los años siguientes se abrirá únicamente para los cultos a San Nicolás los días seis de cada mes, y como se ha dicho, en 1928, la hermandad decide (seguramente por D. Joaquín de los Reyes) trasladar los tapices flamencos a la Catedral, quizás para preservarlos del deterioro de las obras, aunque éstas iban lentísimas. Así siguen las cosas hasta el desafortunado incendio del 12 de agosto de 1932 en el que se perdió la imagen nueva del Santo y la antigua parece que fue recogida de los escombros por una devota vecina.

Estos acontecimientos supondrían la desaparición de la hermandad centenaria, pero no de la devoción al Santo de Bari, cuyos fieles seguirán acudiendo a visitar a la imagen del Santo Viejo , salvado de la quema y que se había trasladado a la capilla de la Inmaculada de los zapateros, que hoy ocupa en la iglesia parroquial de San José, junto con las imágenes de San Crispín y San Crispiniano, dichos Santos Zapateros, (la bella Inmaculada, atribuida de Diego de Mora, se puso en un pedestal en la nave de la iglesia, donde aún permanece).

En este templo se ha ido celebrando sus cultos por los devotos y el párroco hasta finales de los años setenta del pasado siglo, y aún hoy, acuden fieles a la iglesia de San José los días 6 de cada mes. Una devoción que se ha ido extinguiendo como la llama que se apaga por falta de aire.



San Nicolás en la última restauración

Los donativos para reconstruir la iglesia de San Nicolás empezaron en 1935, y siempre fueron escasos. Se realizaron obras para cerrar le techumbre del templo y otras de acondicionamiento y mantenimiento, pero su definitiva terminación aún está pendiente. 

Se abrió la iglesia al culto hace unas décadas culto para funcionar de una forma intermitente,  venerándose hoy en su iglesia una imagen de talla de San Nicolás, que parece haber sido realizada por el escultor Torcuato Ruiz del Peral. También se ha colocado en el presbiterio por la cofradía de penitencia del Cristo de la Misericordia del Silencio una copia por puntos de esta portentosa imagen de José de Mora. 

Ansiamos y esperamos que las autoridades competentes finalicen las oportunas obras de recuperación total de la iglesia, para poder contar con este templo tan importante en la historia artística y devocional de Granada.


La imagen de San Nicolás antigua, tal como está hoy en la iglesia de San José con San Crispín y San Crispiniano en el retablo de la Inmaculada de la Hermandad de los Zapateros


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1.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 12 f, pieza 12 y otras.

2. GÓMEZ-MORENO GONZÁLEZ, MANUEL. Guía de
Granada. Edición facsímil. Editorial Universidad de Granada,
2ª edición, 1998, Tomo I, pág. 419.

3.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 12 f, pieza s/n.

4.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 12 f, pieza s/n.

5. Diario El Mensajero Económico y Erudito de Granada de 25 de mayo de 1797.

6. "Diario de Granada" de 4 de junio de 1813.

7.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 12 f, pieza 4.

8. BARRIOS ROZÚA, JUAN MANUEL. Reforma urbana
y destrucción del patrimonio histórico en Granada. Ciudad y
Desamortización. Universidad de Granada, 1998, págs. 501-504.

9. Diario " La Gaceta del Sur" de 28 de 28 de mayo de 1924.

10.  Diario "Eco de Libertad" de 6 de diciembre de 1854 y "La Gaceta del Sur" de 28 de mayo de 1924.

11. "El Defensor de Granada" de 6 de diciembre de 1900.

12. "La Gaceta del Sur" de 1 de enero de 1924.

13. "El Defensor de Granada" de 5 de diciembre de 1925.